José Cueli
Las psicoterapias: moral y creativa

Platicaba con mi amigo Miguel Angel Zarco --filósofo psicoanalítico-- y como de costumbre, de cada plática recibía lecciones de filosofía salpicadas de cosas del diario vivir. Me preguntaba Zarco: ¿No será un caso de compulsión a la repetición y, por ende, de pulsión de muerte, el que literalmente el planeta se nos angoste, y sin embargo lanzamos a otros, los más que se puedan, a su superficie, con la ilusión de que el deseo halle cumplimiento en el consumismo en el que vivimos?

No me dio tiempo de responderle aunque fuera con otras preguntas, al contestarse él mismo. Este es el panorama al que Heidegger oponía su concepción del tiempo como historia y existencia; en lugar del tiempo como velocidad, momentaneidad y simultaneidad, un tiempo de predominio de la técnica y la organización sin raíces en el hombre medio, en el cual un boxeador pasa por un gran hombre. En este tiempo pareciera ser que el pensamiento ha agotado sus posibilidades como filosofía, ciencia y técnica. Y sin embargo, se sigue abrigando de una manera siniestra, una fe en el progreso, en el tiempo o en una trascendencia fuera de él.

Zarco se iba de largo en sus reflexiones. El pensamiento que se juega en el claro que dejan las resquebrajaduras del ser, del sentido y del lenguaje, pareciera ser inconcebible e inadmisible. El aferramiento al yo y a la conciencia lo imposibilita. La verdadera salud mental implica el desasimiento del yo.

La creencia de que alguien tiene la clave del comportamiento humano, de su perfecto acabamiento y óptima resolución, convierte a su poseedor en autoridad y a los que lo siguen en observantes, lo cual no es más que una versión, entre muchas, de la dialéctica de amo y esclavo. Le interrogo: ¿El psicoanálisis apunta a lo que está en el ámbito de la creatividad, de la poesía, según lo que conversamos?

El psicoanálisis como escritura --me dice Zarco-- da testimonio de la obra de Freud, apunta a que todo está por hacerse en cuanto a la comprensión de lo psíquico, a la vez que es escritura en la que algo se está haciendo, que es revisable, que permite desandar el camino y dejar senderos abiertos por explorar. Pero esto resulta demasiado angustiante y pone en tela de juicio a la autoridad y a la institución. Sin embargo, es esta escritura la que recoge la experiencia analítica, ésa que se da en el escenario íntimo de cada sesión de análisis. A lo que le pregunto provocativamente: ¿es el psicoanálisis, entonces, escenario o espacio de poetización distante de la imagen ordinaria de un consultorio o de un confesionario? Desanudado el yo, Zarco me contesta: El lugar donde Freud analizaba era ámbito suscitador de creatividad, y no para la estandarización controladora del comportamiento. Aproximar el psicoanálisis a la poesía y a la creatividad no es arbitrario, es el resultado de leer atentamente el texto de Freud. Y para ilustrar con sólo un ejemplo este aserto, diré que (La interpretación de sueños, capítulo II) poco antes de que Freud exponga su sueño paradigmático, el de la inyección de Irma, es el mismo capítulo en donde se halla la nota en que menciona el ombligo del sueño, lugar en que los hilos del sueño se aposentan en el ``no sentido'', ahí donde formula la regla fundamental del psicoanálisis; la de la asociación libre y reclama como modelo o paradigma la carta de un poeta, Schiller. Proponer a un paciente la regla fundamental de la asociación libre no es asunto de que se pliegue a un lecho de Procusto, sino es el comienzo incierto de un proceso de desenajenación y, tal vez, de liberación para crear, para crearse y recrearse en la angustiante, pero fascinante situación de estar inventando e inventándose al borde del abismo, en el fin del mundo, termina Zarco.

O sea que existen dos tipos de psicoterapias, las morales y las creativas. Desgraciadamente, para mí, o para Zarco y otros, aquellas tienen carta de ciudadanía en México, como copia de las del país vecino que las oficializó.