Sergio Zermeño
Sólo yo

``Hay personas... que les convendría convencer a la gente que hay (una situación de violencia generalizada), para que ellos surjan como los grandes redentores mediante un diálogo nacional. Lo que debemos preguntarnos es: ¿a esos falsos redentores quién los eligió para desempeñar ese papel? Son falsos redentores autonombrados; pero no sabemos cuál es su base democrática ni su punto real de sustento''.

Qué mala memoria o que pocas ganas de arreglar las cosas mostró el Presidente el domingo pasado. ¿Por qué no fue atajado en ningún momento por el periodista que lo entrevistó? Recordarle, por ejemplo, que tanto Samuel Ruiz como González Casanova iniciaron sus labores de mediación en el conflicto chiapaneco por invitación de Camacho Solís, quien fuera designado por Salinas, su jefe, el mismo que también lo designó a él como su sucesor y puso a su disposición todo el poder de nuestros impuestos, y más, para su elección en 1995.

Pero vayamos a lo básico: Samuel Ruiz fue requerido por los poderes del país en una situación de emergencia nacional, en un momento de ruptura de la paz y de inminente peligro de guerra y de masacre (que no se nos olvide el mercado de Ocosingo en enero del 94), y fue reconocido en esa función prácticamente por todos los organismos de la sociedad civil mexicana. Ahora bien, si fue precisamente este personaje llamado a cumplir una misión tan delicada, no fue porque formara parte de ningún gabinete político, sino gracias a sus largos años de trabajo entre las comunidades indígenas y el reconocimiento y la gratitud con que contaba entre ellas, ayudándolas a organizarse para su defensa (no hay más que recordar el Congreso Nacional Indígena de 1974). Así que es natural que hoy la sociedad civil mexicana lo reclame masivamente como el que debe encabezar junto con un grupo de compatriotas con los más altos atributos de independencia moral, honestidad y sentido de la justicia, el diálogo nacional para la paz que todos los mexicanos exigimos, y al que nuestro gobierno inexplicablemente no está contribuyendo con sus prohibiciones ridículas y sus tonos ofensivos. Parece mentira que de entre todos esos asesores con que cuenta el gobierno, pagados por nuestros impuestos, no haya alguien que pueda explicarle al doctor Zedillo que cuando se dice sociedad civil no se hace referencia a la propaganda de quienes cree sus adversarios, sino a una figura estelar de la construcción de la democracia en Occidente, que va, efectivamente, desde Hegel hasta Gramsci, desde Linz hasta O'Donnell pasando por nuestro compatriota Pereira.

Pues bién, la sociedad civil mexicana parece levantarse de las cenizas en que la ha mantenido nuestra cultura estatal con su ingeniería de la desconstrucción colectiva, y ante la terquedad del gobierno por mantener una política económica empobrecedora para la enorme mayoría de los mexicanos, le está brindando masivamente su apoyo a un tipo de instancia extragubernamental, como la que ha representado la Comisión Nacional de Intermediación (Conai) hasta ahora. Parece estar mandatando a una instancia con esas características para reestablecer una verdadera red de confianza encaminada a un Diálogo Nacional de todos los integrantes de la sociedad y cuyos acuerdos se cumplan.

Así lo han dejado claro las organizaciones sindicales, indígenas, universitarias, de pueblos y barrios, religiosas, campesinas, no gubernamentales, de derechos humanos, ecologistas, y una infinidad de personalidades a quienes inexplicablemente ha despreciado el doctor Zedillo en su entrevista televisiva del domingo pasado. Son todos los que firmaron el desplegado del miércoles 27 de septiembre: ``Por la paz, el diálogo nacional. Hacia el fortalecimiento de las vías políticas y de negociación''.

A este llamado se siguen sumando fuerzas y en su apoyo se están orientando todas las manifestaciones de la ciudadanía, desde la del 19 de septiembre --conmemorando los sismos del 85--, la del 2 de octubre; la Segunda Conferencia Nacional por la Paz, del 4 de octubre; los 504 años de reivindicaciones indígenas, del 12 de octubre; el Segundo Congreso Nacional Indígena, del 8 al 12 de octubre, etcétera.

Uno no entiende el porqué el gobierno mexicano insiste en el error tan grande que significa desmantelar constantemente las manifestaciones organizadas de la sociedad civil, achicar, a todos los actores no estatales, dialogar para no cumplir, como en la UNAM en 1990 o en Larráinzar hoy. Frente al tlatoani, nada; fuera de la pirámide, ningún promontorio; abajo del vértice, sólo masas, piedras mudas de apoyo, ningún individuo ni entidad independiente.