Letra S, 3 de octubre de 1996
El joven contador se acaba de enterar. Vive con sus padres y no les ha
dicho nada. Teme que enfermen si saben que es portador del VIH.
Llega a un salón con gente charlando. Las preguntas le salen accidentadas. No sabe qué hacer. Hace cuatro noches que no duerme. Ya le dijo a su pareja y como que mejor prefirió hacerse que no creía. Entre los dos siempre han usado condón. Ya llevan tiempo juntos y no quiere que lo vaya a dejar.
El contador, de 32 años de edad, quiere cambiar de trabajo. La verdad es que quizá hasta lo corran. Como ha faltado, y perdido peso, el otro día alguien le preguntó si tenía sida. Tiene miedo de que lo destruya la angustia.
``Has venido al lugar correcto'', le dice José Antonio Peón, activo promotor de un singular movimiento. ``Aquí puedes hablar de lo que quieras. Los medicamentos te van a caer bien. Estamos para escucharte.''
Peón no miente. En una amplia sala del capitalino Hospital Gabriel Mancera, hace seis meses que una treintena de seropositivos se reúne todos los martes por la tarde para exorcizar su ansiedad, para seguir dando la lucha en esta dolorosa y alucinante pesadilla de fin de milenio: vivir con la infección, vivir un día a la vez, vivir aunque me traten como muerto, vivir porque voy a vivir, vivir, vivir.
En la sesión de hace dos semanas, Doña Manuela casi no podía hablar. Se la pasó llorando. Tiene 65 años y su esposo la contagió. Ya le dijo a sus hijas y yernos. Ayer le celebraron su cumpleaños. Hasta mariachi le llevaron. Invitaron a toda la vencidad.
Josefina no es portadora del virus. Su hermano sí. Varios días a la semana, la mujer visita a lo enfermos y hasta chistes les cuenta.
Jesús es corpulento. Se parece a Pedro Infante. Seguramente lleva mucho tiempo levantando pesas. Hace tres años que lo diagnosticaron como seropositivo. La consternación parece haberse esfumado. Ahora sonríe y sonríe.
La lucha continua
Este grupo de autoapoyo, así como la incomparable Clínica de Sida que sus tesonudos protagonistas han desarrollado contra viento y marea en el Gabriel Mancera, bien podrían ser el modelo a seguir en México.
Aunque reciente, su gestación empezó hace cinco años, cuando decenas de portadores del virus se dieron a la tarea de educar a las autoridades del nosocomio, donde han llegado a atenderse unas 700 personas. Actualmente, son cerca de 350 hombres y mujeres más la población flotante, pues por medio del trabajo sin parangón que hacen los doctores Leopoldo Nieto Cisneros, Germán Luna Castaños y Sandra Treviño, se ha logrado un alto índice de sobrevivencia. Además, la cita es abierta y hay consulta a cualquier hora de la mañana. Los jueves a mediodía se abastecen medicamentos y se cambian recetas. Por otro lado, no hay límite en el número de camas para pacientes de sida.
Las cosas no han sido fáciles. Todos le han entrando parejo al trabajo. Hace meses, tuvieron que hacer un plantón en la explanada del moderno edificio, recientemente inaugurado
``Periódicamente tenemos reuniones con el Director para hablar sobre el abasto de medicamentos, los protocolos, las pruebas diagnósticas o de cuenta de linfocitos. También nos quejamos por la mala atención, las largas esperas y la homofobia que a veces hay en Urgencias'', dice Peón. ``No obstante, poco a poco hemos logrado que nos traten como lo que somos, seres humanos. Muchos habíamos caído en manos de gente que quería experimentar con nosotros. Somos afortunadísimos de contar con doctores verdaderamente iluminados''.
``Hay pacientes que a ojos cerrados confían en lo que Nieto y los demás recomiendan'', agrega Jesús. ``Ellos han logrado levantar a gente que otros ya daban por desahuciada. Eso no sucede en ningún otro lado. Hace poco fui a la Clínica 27 a visitar a un amigo y ví cosas muy deprimentes. Los tratan como apestados.''
``Tristemente, la atención que aquí recibimos es la excepción en nuestro país. Hemos podido hacer muchas cosas para que se respete nuestros derechos, para que entiendan que no nos están haciendo ninguna concesión. Sin embargo, todavía queda muchísimo por hacer y debemos estar vigilantes. Seguimos en lucha y nos mantenemos en pie'', concluye Peón.
Extensión 1238, Unidad de Medicina Interna en el Centro Médico
Nacional 20 de Noviembre del ISSSTE. Una secretaria contesta el
teléfono.
--Señorita, tengo una urgencia quiero trasladar un amigo con síntomas de sida a este hospital.
--No, señor, no se puede. Aquí ya no se reciben pacientes con VIH.
--¿Desde cuándo?
--Desde hace dos años, cuando se remodeló el Hospital.
--¿Por qué, señorita, si aquí se encuentra la tecnología más avanzada?
--Ya no se puede. Tiene que atenderse en la Unidad Médica que le corresponde.
El 20 de Noviembre es el hospital de tercer nivel del sistema ISSSTE. Está catalogado como el mejor dentro del Instituto y cuenta con especialistas capaces de hacer trasplantes y atender cánceres en diversos órganos. Su capacidad sólo se compara con la del Centro Médico Siglo XXI del IMSS. Este centro de especialidades fue inaugurado el 16 de mayo de 1961 por el entonces presidente Adolfo López Mateos. El 31 de julio de 1994, tras una costosa remodelación, se reinauguró como ``Centro Médico de alta especialidad''.
De acuerdo con la placa de bronce, rubricada por todos los médicos y su director, el doctor Rolando Ocampo Le Royal, esta remodelación ``sitúa al ISSSTE a la vanguardia de la medicina social, brindando a sus derechohabientes una atención con avanzada tecnología, servicio de excelencia y trato humanitario''.
Los únicos excluidos de estos avances son los seropositivos.