Aunque faltan diez meses para las elecciones de 1997, en el DF ya se inició la lucha electoral. La razón es que esta parte de la gran ciudad tiene un peso fundamental en la economía y la política nacional y el partido que gane su ``gubernatura'', la mayoría en su Asamblea de Representantes y los diputados y senadores federales que la representan, estará en buena posición para apostar a ganar la Presidencia de la República y la mayoría parlamentaria en el año 2000.
Los tres partidos políticos con mayor votación en las elecciones de 1994 en el DF (PRI, PAN y PRD) están jugando una compleja partida de ajedrez electoral, en el marco del no menos complicado marco nacional. El PAN y el PRD, por métodos distintos, eligieron nueva dirección nacional y del DF; para ello, el PRD, a diferencia del PAN, usó el método democrático-electoral abierto. El PRI, en cambio, mantiene su tradición autoritaria y vertical en la designación de sus dirigentes. Los tres afinan y reestructuran sus organismos partidarios e instrumentos electorales. Las figuras de los tres contendientes se mueven apresuradamente, tratando al mismo tiempo de esquivar las zancadillas del PRI-gobierno y su insuficiente reforma electoral para el DF, y de colocarse adecuadamente para ocupar los cuadros del tablero, sobre todo el de rey-candidato; los hombres y sus declaraciones empiezan a llenar los espacios de los medios de comunicación.
El PRI y el PAN, convencidos de que son dueños del tablero, ponen en práctica sus artimañas para desplazar al PRD de los medios y lo excluyen de sus debates. En ellos, imposibilitados para diferenciarse en términos de política económica y social pues comparten la ideología y práctica neoliberales (lo han demostrado claramente, entre otros muchos temas, en las privatizaciones indiscriminadas, incluida la petroquímica), PRI y PAN se dedican a exhibir las flaquezas del otro, sin aportar ninguna alternativa real y viable a la crisis en la que el PRI-gobierno ha sumido a nuestra ciudad.
En el juego también participa el actual regente, excluido por su propio partido de la contienda por la ``gubernatura''. Para cubrir la incapacidad de su gobierno para dar solución a la crisis urbana, las contradicciones y fracasos de sus acciones unidireccionales y poco participativas y el insoportable costo social del neoliberalismo y su crisis, se refugia en un discurso de ``futuro'' y ``largo plazo'' que nadie cree, y propone gastados y siempre incumplidos pactos de civilidad que tratan de maniatar a los actores sociales y políticos sin resolver los problemas reales y de fondo de la problemática urbana y electoral: los impactos de la crisis económica, de la descomposición del régimen político y de la estructura y formas autoritarias de gobierno.
Hasta ahora, lo que ha brillado por su ausencia en este juego de ajedrez es la discusión sobre el estado actual del DF en el marco de la gran ciudad y su ámbito regional, de sus contradicciones y problemas objetivos, del proyecto futuro de ciudad y las políticas para transformar lo que hoy existe y construir lo que se propone. La cultura política construida por el PRI-gobierno durante su larga hegemonía lleva a los defeños y mexicanos a preocuparse más por las figuras y sus imágenes fabricadas por los medios, o a aceptar ciegamente los mecanismos clientelares o de control corporativo de los partidos; pero las fuerzas democráticas que postulan alternativas distintas a la del PRI-PAN, coincidentes en lo fundamental, deben centrar su campaña y acción electoral en un diagnóstico-proyecto integral para la ciudad, para ganar la elección y para cambiar al mismo tiempo la cultura apolítica dominante.
Sobra decir que, para vencer al conservadurismo neoliberal del PRI y el PAN, es necesaria la unidad democrática en torno a un programa alternativo de gobierno para el DF. Se trata de dar jaque-mate al pasado agotado y al presente en crisis que no ofrece nada bueno ni nuevo a la mayoría de los ciudadanos, para poder construir un futuro distinto para todos los defeños y capitalinos.