José Joaquín Blanco
Memorias de un mexicano

Se dice que las nuevas tecnologías destruyen las tradiciones. Bueno: toda tradición (incluso el fuego, la vivienda, el arado) alguna vez fue tecnología novedosa. Y muy frecuentemente terminan, domesticadas, como tradición ellas mismas.

Cuando el ingeniero Salvador Toscano fundó la primera sala cinematográfica de México, en 1897, la letra impresa, la pintura y la escultura se enfrentaron a la competencia de una nueva tecnología del registro histórico. El cine parecía diversión, lujosa y extravagante tecnología industrial del esparcimiento, pero a la vez recogía muchas cosas ante las cuales la poesía, la prosa, el cuadro y la estatua callaban: la fisonomía real de las personas, de los panoramas y paisajes en su concreta expresión (¡qué diferente una escena filmada de una litografía, de un óleo idealizados, preconcebidos!): tales ademanes, tales escenas que resultaban acaso intrascendentes para sus contemporáneos, y nos resultan ahora el emblema mismo de una época.

Salvador Toscano advirtió la importancia del cine como registro y relato histórico desde 1904, y se dio a filmar los afanes de modernización, los rituales políticos, la vida cotidiana del Porfiriato. Capturó la historia en carne y hueso, con el testimonio irrecusable de tales rostros, tales ropas, tales pies, tales artefactos, tales usos.

La miseria, la vida arcaica del pueblo mexicano, que las litografías y la literatura ocultan, aparece en la pantalla íntegramente; también, con toda esa pompa que ahora nos suena tan extravagante, los afanes de modernización y aristocracia de los poderosos y de las clases dirigentes. Memorias de un mexicano es un gran noticiero documental del Porfiriato.

Vino la revolución, y Salvador Toscano, en lugar de cananas y fusiles, tomó su cámara. Mucho se discutirá de ideologías en la Revolución Mexicana; en su película vemos, en carne y hueso, sin mistificaciones, a los revolucionarios y su manera de librar sus batallas. Vemos también los grandes templos y palacios del México viejo... y lo bruscamente que se hincaban en el general panorama de miseria, atraso, abandono.

No trabajaba tanto para la posteridad Salvador Toscano, cuanto para su propia época. La sociedad mexicana de entonces necesitaba verse a sí misma tal cual era. Exhibió en sus propios días sus filmaciones, y a través de ellas los mexicanos de principios de siglo lograron alejarse de las alegorías, verse rigurosamente como documento vivo. El cine logró una fidelidad a la realidad concreta que rara vez habían alcanzado la letra y la plástica.

Hay que reconocer el genio de Salvador Toscano. No sólo fue un precursor, sino un artista raro. No tenemos películas comparables a la suya sobre los años veinte, treinta o cincuenta de este siglo. Vamos: ni los años sesenta o setenta, cuando ya los cineastas y camarógrafos sumaban legión, han encontrado una película que se aproxime --en verdad, en pertinencia, en belleza-- a Memorias de un mexicano.

A medianos de siglo, la escritora Carmen Toscano, notable por sus bellos poemas y su precursor periodismo cultural (Rueca), se dedicó a reunir, clasificar y editar el cúmulo de materiales fílmicos de su padre, para darles la forma de largometraje. Elaboró con el material del padre una película unitaria, y escribió textos para acompañarla y complementarla.

Como película unitaria, el material de Salvador Toscano se dio a conocer en 1950 con el acertado título de Memorias de un mexicano. No las memorias de Pancho Villa ni las de don Porfirio, sino las de un espectador democrático, que ansiaba ser objetivo e imparcial. (``Soy una cámara'', decía Isherwood en los años treinta, al definir su método novelístico). Todo mundo reconoció su enorme importancia, dentro y fuera de México: es la ``única película que ha sido declarada monumento histórico de un país''. Sin embargo, su suerte en las salas comerciales fue más bien modesta. Como la mayor parte del mejor cine mundial, era en México una película de biblioteca, de cine-club.

Pero la nueva tecnología del video vino a su rescate. La nieta de Salvador Toscano ha convertido esta película en video, para llevarla a las escuelas, las bibliotecas públicas y sobre todo a los hogares. La Fundación Carmen Toscano nos ofrece ahora unas Memorias de un mexicano portátiles, hogareñas, de bolsillo. Tener ese video en casa es como disponer de un álbum familiar. Así eran nuestros campos y ciudades, nuestros próceres y nuestros peones; así los desfiles, las batallas, las inauguraciones, las celebraciones religiosas y cívicas. Así los rostros, las maneras de comer, saludar, reírse. Así también fueron las batallas.

A casi un siglo de que Salvador Toscano iniciara su afán cinematográfico, la condensación de su trabajo asombroso puede comprarse en una tienda y verse en casa: incluso por parte, a ratos, deteniendo la imagen: Las nuevas tecnologías vienen a reforzar, así, a la vieja musa de la historia. Ora si que pura historia-en-movimiento.