La Jornada Semanal, 29 de septiembre de 1996
Te escucho en mi voz y me sorprendo
Es la de Sabines, la de otros
Me asombro de leerme en tus labios:
en la cama lamiendo las palabras de otros hombres, yo en la cama, tú lamiendo las palabras
Está Sabines, los otros
Me asombro de leerme en tus labios
Lamiendo Eres la bestia que germina el cáncer,
la marmota que conduce una jauría
Eres el aguacero en la boca del caballo
y el otoño en cuyos senos amanecen los establos
Eres un cisne cuya melancolía oscurece el semen y marchita el
pecho,
un balcón de gorriones entre las muelas
Eres el perfume que aman los chacales
y la carroña rejuvenecida cada vez que se figura un lecho
Eres la paloma que no sabe que Jesucristo la tomará de anillo,
una vaca que come alfalfa en el insomnio
Eres el arco y el oso de peluche en la cama de los asesinos,
la guacamaya en el aburrimiento de los soldados
Eres la sátira del ruiseñor
y el amor corrompido por tanto fornicar de perra
Eres el huevo de la muerte
y el fuego de la yema
Eres un manojo de nervios sobre agosto
y el sapo tasajeado en la primaria
Eres un cabaret de puercos,
la red de cerebros de los patos que forman una flor
Eres el sol que se apaga
y la luna que chispea.
Vacío de un trago la tinaja del día,
esponjándome.
Echo a andar
y crece en mí la sensación de un trote
ingobernable,
como si el suelo se inclinara apenas
para dejarme rodar.
Voy, mecido,
llenándome los ojos de apariencias:
nubes,
aquélla la hizo Goya pero Turner
la deshace
(yo pinto con la espátula directa);
la ausencia de horizonte en la ciudad,
su urgencia gris
y vagamente vertical,
su inmediatez
como chocar con un extraño en una esquina;
tráfico,
velocidad sujeta en la calzada ahíta,
brevísimo silencio
(me escucho respirar)
como isla en la estridencia
del rodante hato civil;
veo el chillido policromo
de un lastimado puesto de revistas
(alcanzo a ver por una herida
su esqueleto);
veo a la gente obedecer
un rumbo,
la veo evitar la cita con mis ojos,
blindarse con materia peatonal
para cubrirse de mi salva aficionada;
y tantos árboles que rajan,
con ira acumulada,
la apócrifa corteza del asfalto.
Y sin embargo hoy todo es vianda para mí,
que estoy bebiéndome una a una
las doce copas
de este miércoles solar.
Junto al estadio de beisbol se agolpan árboles
diluyendo la luz artificial.
Visto de pronto, el estadio parece
una puesta de sol en medio de la noche.
Debe tratarse de un astro dulce:
las mujeres caminan hacia él sin titubeos;
los hombres se recuestan en sus bardas;
los niños pueden gritar sin que nadie los calle.
Debe tratarse de un sol viejo, porque brilla mucho.
De vez en cuando el estadio arroja esferas
que caen a nuestros pies: fósiles blancos,
evidencias
para explicar a los muchachos de la cuadra
cómo era el mundo anoche,
anoche apenas.
Cómo era el sol jugando a la pelota
Quién ha visto un manzano
triste de la raíz a la copa
cargado de lo que sabe el diente
de hinojos para exigir
el vendaval o el gusano
Quién lo ha vislumbrado
ahíto del alba
la navaja del viento, su bondad?
Jamás hubo manzanas colgando
en los huertos de la imaginación
O fueron las abuelas
mostrando pechos como pasas
difuntas en lo más profundo
de la siesta quienes dijeron: no,
nunca, olvídalo, cierra los ojos
échate a dormir
Con la tristeza propia
de quien como yo ignora casi
todo el acto amoroso de morder
cedes al llanto y esparces
las semillas
Aunque nada de sobrio
azar hubiera en el amor
a tu lógica fiera,
infanzón sería,
vituperable, con verbo
subjuntivo inhabitable.
Turbada cifra, vértigo,
santuario, toma todo, muerte:
Gamberro estuario en un succino
alentando la tarde donde preso
íntimo linimento arde.
El poliedro divide,
cauda infierna: aquí
todos ponen,
Fénix gobierna
y una luz fresca
nos sacará
y el aire,
la escalera,
los muros,
en una procesión
vendrán a edificar
días y horas
nubes y tierra
más remedio
que alquilar
un patio
o una esquina
o una banca en la plaza
y recibir el martes
Abriremos los ojos un martes
o un jueves pare verificar que la casa la calle entera
han decidido arrojarnos para siempre
Ana Márquez
Minueto para violín y cama
tú leyéndome a Lizalde,
yo en la cama,
palabras
Gabriel Santander
Fértil duelo
Julio Trujillo
Miércoles
para Fernando Gálvez
Julián Herbert
El estadio
para Alberto Blanco
Diego de Jesús
Alud de sal
aguardando allí
José Jaime Ruiz
Perinola
Alejandro Ortiz González
Procesión
Estallarán un lunes
todas las ventanas
como ablandando cuerpos
de pronto de la casa,
todas las piedras
de marcapasos
y no tendremos
o un mes indiferente
los muros