La Jornada Semanal, 29 de septiembre de 1996
El 17 de marzo de 1938, la señora Julia Gay murió en
el centro de Barcelona mientras hacía las compras,
víctima de un bombardeo en plena Guerra Civil
española. Había ido a visitar a sus padres y pensaba
regresar a su casa de Villadrau esa misma noche. Juan Goytisolo
tenía entonces siete años y sólo supo que su
madre había muerto dos días después, cuando una
tía quebró el silencio de la familia . Más tarde,
el niño recibió el bolso que llevaba Julia cuando
murió,con los regalos comprados para sus cuatro hijos.
Cincuenta y ocho años después, su último libro, El sitio de los sitios, parece volver sobre el pasado de un modo simbólico e indirecto.
Lo que era puramente testimonio ya lo dije en el Cuaderno de Sarajevo explica Goytisolo. En esta última obra no he querido hacer en modo alguno una novela realista de guerra. El sitio de los sitios es una metáfora del asedio. A través de la serie de trampas que tienden los diferentes autores del libro he intentado que el lector viva el cerco desde adentro.
Usted dijo en varias oportunidades que sólo la ficción podría curarlo de las imágenes aterradoras que lo obsesionaban después de su visita a Sarajevo.
Sí, de alguna forma este libro sirvió para exorcizar las imágenes del horror. Sólo la ficción puede dar cuenta de ciertas cosas. Por otra parte, en este libro el problema de la autoría para mí es central. Estamos en el reino de la duda, como ocurre en Don Quijote. Un lector del Quijote nunca sabe si el libro fue escrito por Cide Hamete Benengeli, "el traductor o los autores que sobre este caso escriben", como apunta Cervantes. Yo creo que ése es el nacimiento de la novela y de la ficción en el mundo occidental europeo. En este aspecto, he escrito una novela deliberadamente cervantina.
Creo que usted eligió Bosnia en lugar de cualquier otro punto conflictivo porque allí estaban las claves que explican la historia de esa España que le obsesiona. Según su hipótesis, España fue un sitio cosmopolita, como Sarajevo, hasta que en 1492 el decreto de expulsión de los Reyes Católicos quebró la convivencia entre las diferentes etnias y religiones.
Sí, es totalmente así y le explicaré por qué. En el verano de 1992, cuando aparecieron las imágenes de la limpieza étnica y del genocidio que estaban cometiendo los extremistas serbios, yo estaba horrorizado e indignado. Y gracias a un amigo que me pasó una serie de textos por ejemplo, el informe de la Academia de Ciencias de Belgrado, que sirvió como punto de apoyo al presidente servio Slobodan Milosevic para lanzar su política nacionalista de la Gran Serbia, descubrí que empleaban el mismo lenguaje que estaba usando el nacional catolicismo español desde la época de los Reyes Católicos hasta la "gloriosa" cruzada de Franco. Eran textos que parecían escritos por cualquiera de los intelectuales fascistas que prepararon el terreno para nuestra guerra civil.
Y luego descubrí que también los mitos eran los mismos. Quedé impresionadísimo cuando vi que todas las leyendas de la derrota del rey don Rodrigo y de la traición del conde don Julián reaparecían en Serbia. Toda la mitología aparecía como calcada de la nuestra y utilizada con el mismo fin: justificar el exterminio de los otros.
He revivido la historia de España incluso en situaciones mucho más modernas, como el abandono que sufrió el gobierno legítimo de Bosnia Herzegovina por parte de la comunidad internacional. Defendiendo el cosmopolitismo de Sarajevo, que ha sido una ciudad de cuatro culturas y religiones, Bosnia sostenía los principios en los que se basan todas las democracias europeas: un Estado de ciudadanos con independencia de su origen étnico.
Esta situación se puede comparar con el abandono que sufrió la República española por parte de la comunidad internacional. Francia e Inglaterra jugaron, respecto de Bosnia, el mismo papel de Poncio Pilatos que habían asumido ante la República en el momento de la guerra civil: se lavaron las manos con una política de no intervención (que resultó ser la forma más brutal de tomar partido), mientras que Hitler y Mussolini inundaban de armas la España franquista.
El llamamiento que hacía a la comunidad internacional el presidente bosnio Alia Izebegovic, diciendo: "Defiéndannos o dejen que nos defendamos. No nos pueden negar ambas cosas al mismo tiempo", era exactamente lo que decía el ministro de Relaciones Exteriores español ante la Sociedad de Naciones reunida en Ginebra, en 1938. En esa oportunidad, los Mitterrand y John Major de la época hicieron oídos sordos y dieron el silencio por respuesta.
Fue en Sarajevo donde usted vio por primera vez derrumbarse la utopía del progreso de la humanidad, en la que siempre creyó?
Sí, porque muy ingenuamente yo estaba convencido de que en Europa era ya imposible que ocurriera esto, después del exterminio nazi de los pueblos judío y gitano; después del estalinismo y de la caída del muro de Berlín. Y me equivocaba completamente, porque se ha repetido un genocidio absolutamente horrible con la complicidad de la Fuerza de Protección de las Naciones Unidas (Unprofor), que siempre he denunciado; un genocidio que además fue filmado y transmitido en vivo, sin que la comunidad internacional reaccionara.
Sarajevo le cambió la vida.
Sí, a partir de esa experiencia me he vuelto más pesimista acerca de la condición humana. El hombre está genéricamente preparado para el habla y también parece estarlo para el desarrollo de su inteligencia científica. En cambio, hay una atrofia moral manifiesta que sólo se supera a título individual. Si uno lee La Celestina o Hamlet, se da cuenta de que el mundo actual está regido por las mismas pasiones y la misma violencia descritas por Fernando de Rojas o Shakespeare.
Existen conquistas, como la de 1789, que incorporó a la conciencia de la humanidad el concepto de ciudadano y la declaración universal de los derechos del hombre, pero después ocurre que los propios países que proclaman estas medidas no las cumplen.
En Europa la palabra democracia se ha convertido en sinónimo de libre mercado, de tienda global, y los derechos humanos se hacen respetar sólo en ciertos lugares. Por qué la intervención extraordinaria, la movilización que acabó en una matanza de 200 mil personas contra Irak para defender a Kuwait, y en cambio esta indiferencia total hacia Bosnia? Simplemente porque, como dicen los bosnios, el único crimen que cometieron es carecer de petróleo.
Actualmente, en España se vive una especie de cinismo posmoderno que hace que cualquier implicación en una causa sea vista como algo pasado de moda. En Francia, en cambio, los intelectuales se movilizan. Lo han hecho a favor de Bosnia, en contra del racismo y la persecución de inmigrados. En España no ha ocurrido nada de esto, es una soledad total y en eso me doy cuenta de que estoy a mil leguas de ese país. Es decir: pertenezco a la cultura española y tengo la pretensión de ser una de las pocas personas que la conoce hasta en sus raíces judías y árabes. Pero no pertenezco a la sociedad de España. Soy, como decía Cernuda, "español sin ganas".
Cómo analiza la situación actual de Bosnia?
No hay que forjarse ilusiones: han ganado los serbios. Ellos, que son una minoría en Bosnia Herzegovina, ahora ocupan el cuarenta y nueve por ciento del territorio étnicamente homogéneo: no existe la posibilidad de que ninguna persona de otras etnias pueda instalarse en esa zona. Quedará un Estado musulmán entre Bosnia y Croacia, y no era esto lo que los bosnios querían ni lo que queríamos quienes hemos ido allí.
Cuando se rompió la Federación Yugoslava, los bosnios querían crear una pequeña Yugoslavia con tres etnias. Todo esto se ha frustrado. Quedan 50 mil personas de origen croata o serbio en Sarajevo, pero fuera de esto yo no veo la posibilidad de restablecer la convivencia. Los criminales de guerra siguen en libertad.
Sin derecha e izquierda como polos de oposición, los conflictos étnicos y religiosos caracterizarán los enfrentamientos del próximo siglo?
Me temo que sí, porque con el hundimiento del sistema comunista y la degradación de los valores democráticos, el nacionalismo y la religión resurgen como puntos de conflicto. Yo no estoy en contra del nacionalismo a condición de que no sea de calidad, como pretenden algunos, que se consideran superiores hasta el punto de exterminar a los otros. Ése es el nacionalismo peligroso.
Por otra parte, el sentimiento religioso me parece muy respetable; pero cuando uno cree que la única religión verdadera es la propia y esto conduce a la condena de las demás, naturalmente lo que puede ser un valor se convierte en un antivalor.
Con la caída del Muro de Berlín, lo que podíamos llamar "geoestrategia" ha dejado de funcionar. Antes todo era blanco o negro, según uno se ubicara en Occidente o en la Unión Soviética. Algunos intelectuales estábamos en la incomodísima situación de ser críticos de los dos campos a la vez y recibir entonces el ataque de ambos: unos me consideraban un rojo peligroso y otros un reaccionario, simplemente porque había denunciado excesos y había dejado de creer en el socialismo real, tal como se practicaba en la Unión Soviética y se sigue practicando en Cuba.
Ahora es necesario analizar cada caso individualmente, desprendiéndose de los viejos criterios. En Bosnia, por ejemplo, muchos ex comunistas eran pro/serbios porque, en la medida en que los Estados Unidos estaban verbalmente a favor de los bosnios, inmediatamente suponían que los serbios tenían razón. Este tipo de razonamiento imbécil debe desaparecer de una vez para siempre.
La Nación