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Ahora parece ser el turno del secretario de Comercio para desestimar la evolución de la economía mexicana en los meses más recientes. Según el doctor Blanco no hay motivo de preocupación en el hecho de que el superávit comercial se esté reduciendo, esto es para él incluso un signo de la fortaleza de la recuperación que hoy vive la producción. Ya ocurrió, en el sexenio anterior, que el doctor Aspe desde la Secretaría de Hacienda diagnosticara que no constituía mal alguno que la deuda externa estuviese creciendo si ésta era contratada por el sector privado. Al mismo tiempo se le ocurrió, mientras el país perdía reservas internacionales, emitir los Tesobonos que estuvieron en el centro de la crisis financiera de fines de 1994 con una fuerte devaluación y el consiguiente aumento de la carga de la deuda. Pero ante todo ello el hoy ex secretario quedó como si no tuviese ninguna responsabilidad. Cosas de la República.
Las importaciones están creciendo ya más rápidamente que las exportaciones. En los primeros ocho meses de este año y de acuerdo con las cifras del Banco de México, las exportaciones aumentaron 18.9% y las importaciones 20.2%. No debe olvidarse que uno de los elementos centrales del programa de ajuste económico es, precisamente, el de la expansión de las exportaciones que conforme a las pautas de la política económica debían crecer 20% al año. Esto resulta indispensable en dicho programa para generar un flujo de divisas suficiente para permitir mantener la ansiada estabilidad macroeconómica y también para arrastrar al resto de la economía que según el Plan Nacional de Desarrollo de este gobierno debería crecer 5% anualmente hasta el año 2000, meta que ya no alcanzará.
No puede minimizarse la severidad del proceso de ajuste después de una caída del PIB de casi 10% en 1995; la actual recuperación tiene un caracter aún muy vulnerable puesto que el manejo eminentemente financiero de la economía la mantiene todavía presa de una eventual restricción de dólares.
La nueva estructura industrial del país ha hecho, efectivamente, que se exporte más. Pero es necesario reconocer que el tipo de comercio que se ha establecido en industrias como la automotriz, la electrónica y, por supuesto, en las maquiladoras, requiere de elevadas importaciones. Actúan cada vez más como enclaves, ante la incapacidad de la producción nacional de convertirse en abastecedores de esas actividades y por lo tanto en lo que se llama exportadores indirectos. Esta cuestión se añade a la crónica dependencia que tiene la industria nacional de las importaciones. Así, apenas empieza a crecer la producción, se aprecia un aumento muy rápido de las compras foráneas. Pero no solamente crecen las importaciones de bienes intermedios, sino que los datos muestran una expansión acelerada de las entradas de bienes de consumo. Esto para el doctor Blanco indica que se está recuperando sólidamente el ingreso, aunque no debe olvidar que en este caso influye de modo relevante su muy inequitativa distribución.
La versión del secretario de Comercio contrasta con otros análisis del funcionamiento de la economía. Este no es asunto de opiniones; las tendencias están ahí y persiste --incluso exacerbada-- la desarticulación productiva que puede llevar otra vez a una crisis del sector externo. Ahora sólo falta que las críticas al programa de ajuste sean descalificadas como mitos geniales. El caso es que entre la inefectividad para consolidar la solidez del sector exportador por parte de Secofi y el celo estabilizador de Hacienda y el Banco de México, el que puede perder la batalla es el doctor Blanco. Los diversos objetivos de la política económica, especialmente mantener el dinamismo exportador por una parte y la estabilidad por medio de la apreciación del peso, no son compatibles.
Poco importa, ante las tendencias observables de la evolución económica, que el FMI esté satisfecho por el progreso logrado y que según las declaraciones tan extrovertidas de su director gerente M. Camdessus, prepare un plan de apoyo para el programa mexicano. No le ayuda mucho al gobierno el entusiasmo clínico y de ese organismo financiero que vigila y castiga para mantener la precaria salud económica de los países a los que tutela.