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Benjamin Netanyahu, como siempre lo ha hecho la extrema derecha, sólo piensa en términos de fuerza y, además, desprecia (y odia) profundamente a los árabes y, por lo tanto, los subestima. Desde su llegada al gobierno de Israel ha basado su política en estos dos pilares irracionales y ha declarado nulos los progresos hacia el reconocimiento de los palestinos realizados por el mismo ``halcón'' Rabin y por Shimon Peres, pisoteando los acuerdos de Oslo. Descartando además todas las concesiones (enormes, extremas) de Yasser Arafat, nombró ministro encargado del problema de los colonos nada menos que a Ariel Sharon, el asesino de Sabra y Chatila. Este inmediatamente respaldó a aquéllos en sus provocaciones antipalestinas y aumentó el número de colonias, inclusive en Jerusalén, que Israel quiere judaizar y convertir en su capital, burlándose de la historia y de las reiteradas resoluciones de la ONU. Por si fuera poco, Netanyahu provocó a Siria en el Golán, envió refuerzos militares a ese altiplano ocupado, bombardeó el Líbano y pretendió extender la zona de ese martirizado país ocupada por sus soldados y, ahora, tras dividir por la mitad los territorios palestinos ocupados creando una carretera en tierras árabes pero por la cual los árabes no pueden circular, decidió nada menos que abrir un túnel bajo los lugares sagrados del Islam, en plena zona árabe de Jerusalén.
Para realizar sus incesantes provocaciones Netanyahu contaba con que la dirección palestina, en su camino irreversible hacia la paz, no podría reaccionar. Esperaba desgastarla obligándola a reprimir la protesta de su priopio pueblo y desmoralizar aún más a la fragmentada nación árabe. Contaba además con el aventurismo de Saddam Hussein, que estimula la intervención de los EEUU y de Turquía y lanza gasolina sobre las brasas ardientes en toda la región, alejando así la paz en Palestina. Se basaba igualmente sobre el conservadurismo de las direcciones árabes y la sumisión de las monarquías al gobierno de Estados Unidos que, en plenas elecciones, trata de ganar el voto judío y apoya o consiente todo lo que hace Tel Aviv. Netanyahu, en realidad, buscaba provocar hechos consumados en las pocas semanas que faltan hasta las elecciones estadunidenses, debilitar totalmente a Arafat, cerrar toda vía a la creación de un Estado palestino, empujar a Jordania y a Egipto por el camino del abandono total de la cuestión palestina, arrinconar a Siria.
Sin embargo, estiró demasiado la cuerda y ésta le reventó en la cara. Como era previsible la heroica resistencia palestina (que dura ya 70 años) dio base a una nueva Intifada, incluso a costa de 56 muertos en un día y medio (hasta mediodía del jueves 26). Así las provocaciones se convirtieron en un boomerang. Ni el mismo Clinton ha podido apoyar ahora al incendiario y, veladamente, ha debido exhortarlo a volver al statu quo ante, a respetar los acuerdos de paz, a detener la escalada militar y las provocaciones. Al mismo tiempo la gira fracasada de Netanyahu encontró en Europa sólo indignación, horror, repudio, aislamiento, incluso en los gobiernos conservadores de Chirac, Kohl y Major, y dio oportunidad para que Moscú se diferenciase nuevamente de Washington apoyando a los palestinos después de haberlo hecho con Irak y reapareciendo así en la región. Todo el mundo rechazó las provocaciones racistas que buscan la ``solución final'' en Palestina obligando a sus habitantes, en su propia tierra, a vivir en reducciones como los indios estadunidenses o en bantustanes, al estilo de Sudáfrica.
Ahora quien tiene la palabra es el sector pacifista israelí y de la Diáspora judía, que comprende que debe tratar con Arafat para evitar en lo inmediato un terrible baño de sangre y, a medio plazo, una nueva guerra con los árabes. También la protesta internacional y en la Asamblea General de la ONU pues ella debe poner fuera de la ley internacional al gobierno belicista y racista de Israel como hizo antes con el régimen sudafricano del apartheid. México, que siempre ha defendido la paz y se ha opuesto al racismo y al colonialismo, puede también presionar para que el Departamento de Estado le quite a Israel los medios políticos, económicos y materiales para la ciega política de Netanyahu. Nuevamente los palestinos combaten con piedras o con las manos no sólo por su independencia y su dignidad sino también por la paz, contra el racismo, o sea, por la civilización. No es posible ser cómplices del crimen, no se les puede dejar solos.