Jean Meyer
¡Ni con sangre entra!

La semana pasada el general ruso Tijomirov suspendió la retirada programada de sus tropas, lo que motivó, unos días después, declaraciones todavía prudentes y pacientes de su homólogo checheno, prudentes y firmes ya que anuncian que los chechenos están listos para reanudar la guerra en cualquier momento. Parece que no faltan rusos, entre civiles y militares, que no quieren entender; parece que para ellos la letra, ni con la sangre de sus soldados ni con la sangre de los civiles entra.

Unos días antes, en Grozny, el coronel Pedro Litovsky levantaba su copa de vodka diciendo: ``Propongo un brindis: levanto mi copa a la memoria del gran Ejército ruso. No olvidemos nunca lo que ocurrió en Chechenia, para no volver a sufrir jamás semejante humillación''. Estaba frente al general Lebed y al grupo de soldados que lo acompañaba. Los presentes se quedaron mudos e inmóviles, luego, lentamente, los soldados empezaron a vaciar su copa. Muchos de sus compañeros han muerto en las múltiples ofensivas lanzadas desde esa gran base de Jankala. Un teniente comentó que en 1995 había perdido la mitad de su unidad: después, dijo a Michael Specter, del New York Times: ``Lebed intenta parar la guerra, pero está solo. Todos estamos enfermos con la guerra, enfermos con tanta mentira, pero más que nada, enfermos de saber que vamos a morir sin ningún apoyo de Moscú, hasta sin ningún pesar''.

Hasta el minuto presente, la tregua, que no la paz, por culpa de Moscú, conseguida por Lebed, se mantiene. Lebed ganó la confianza de los líderes chechenos y logró dos puntos increíbles: los chechenos aceptaron congelar por cinco años el problema decisivo del estatuto de la pequeña república; aceptaron formar un gobierno provisional de coalición, incluyendo a sus adversarios, los chechenos pro-rusos. ``No estoy inventando la bicicleta -dijo Lebed-, en Nueva Caledonia se decidió así y ha funcionado. La fórmula a la que llegaron franceses y kanacos debe poder aplicarse acá''.

Pero en Moscú se multiplican las señales de mal agüero: Yeltsin tardó semanas en aprobar finalmente, a regañadientes, los acuerdos firmados por Lebed y Aslan Masjadov; dijo que no estaba de acuerdo con el pronto retiro de las tropas rusas; su primer ministro Chernomirdin aprobó los acuerdos, pero dijo que la integridad del territorio de la Federación era intocable; el Ministerio de Justicia declaró, un día después de que el general Tijomirov parara la retirada de sus tropas, que los acuerdos no tenían valor legal porque violaban la Constitución y la integridad territorial... Lebed comentó que al general Tijomirov se le había calentado la cabeza y que su reacción había sido algo nerviosa, pero de nuevo la paz está colgada de un hilo.

¿Qué los dirigentes nacionales no han sacado la lección del ``segundo Tsushima''? (Tsushima fue la derrota naval de 1905, cuando la flota rusa quedó totalmente aniquilada por la flota japonesa.) Parece que no. No quieren entender que los chechenos tienen más de 200 años de luchar con las armas en la mano contra los rusos; no entienden que el Ejército ruso está pasando por su peor crisis desde los años 20 y que no tiene, según palabras del general Rodionov, secretario de la Defensa, ni un solo regimiento capaz de presentar una verdadera actuación en el campo de batalla, a corto plazo. Lebed regresó horrorizado de su primer viaje a Chechenia, y comentó que los muchachos rusos están mucho peor armados que los más pobres de los guerrilleros de la Segunda Guerra Mundial: ``piojosos, andrajosos, muertos de hambre''. Lebed y Rodionov quieren reformar el Ejército ruso, pero primero necesitan la paz en Chechenia. Lebed entiende perfectamente el problema y podría solucionarlo, de tener el apoyo de Moscú; ahí está el problema: ``es como nadar en ácido clorhídrico, amputado de las dos piernas''. Lo acusan de ser un traidor, un entreguista, el amigo de los chechenos.

Tanto los comunistas como los liberales lo critican. Yeltsin, Chernomirdin y Chubais hacen cuanto pueden para estorbarle en la misión que le confiaron. De hacer la paz en Chechenia, se volvería un presidenciable demasiado peligroso. Frente a tal análisis, los intereses nacionales, la vida de los rusos y de los chechenos importan muy poco.