El propósito del artículo no es hacer un balance de los once años que ha transcurrido desde aquel 19 y 20 de septiembre de 1985, cuando la ciudad de México fue cimbrada física y políticamente por los sismos, sino de los once años que faltan para llegar al 2007, cuando ésta esté dividida en tres entidades federativas conurbadas: la del centro, gobernada por el PRI, con las siete delegaciones que ya hoy conforman el centro metropolitano (Cuauhtémoc, Benito Juárez, Miguel Hidalgo, Azcapotzalco, Gustavo A. Madero, Venustiano Carranza, Iztacalco); la del sur, gobernada por el PAN, con las nueve delegaciones restantes del Distrito Federal (Cuajimalpa, Alvaro Obregón, Magdalena Contreras, Tlalpan, Coyoacán, Xochimilco, Milpa Alta, Tláhuac, Iztapalapa); y la del norte, gobernada por el PRD, con más de 50 municipios del estado de México.
Tiene que ver con el espectro político (centro, derecha, izquierda), pero no necesariamente serán ésos los proyectos de ciudad ni las preferencias políticas. Para el ciudadano común y corriente no habrá mayores diferencias entre una y otra entidad, de hecho los gobernantes representarán unas veces una fuerza política y otras cualquiera de las restantes.
Luego de discutirlo ampliamente, se llegó a la conclusión de que pese a las dificultades que acarrea la convivencia de tres entidades federativas, era la mejor medida para evitar que la ciudad de México se independizara del resto del país involucrando a las entidades federativas que la separan del océano Pacífico y el golfo de México.
Desaparecerán las subdivisiones como las conocemos hoy: municipios y delegaciones políticas, en su lugar habrá formas de gobierno más eficaces desde el punto de vista de la gestión y más representativas desde el enfoque político. Todos los asuntos públicos serán administrados territorialmente. Habrá autoridades por cada proceso territorial relevante y no por unidades administrativas, las cuales serán electas por voto directo entre la sociedad civil al margen de los partidos políticos y la burocracia. A éstos corresponderá la gestión general de la entidad y la integración respectiva de los órganos legislativos. Los consejos asesores de desarrollo urbano y vivienda seguirán prestando su función, pero a título personal o institucional sin confusiones en su representación social. En cambio los consejeros ciudadanos elevarán su presencia en la gestión de la ciudad.
Uno de los procesos territoriales de mayor importancia será el reciclamiento urbano, es decir, la reutilización del suelo y las estructuras materiales existentes dentro de la llamada sustentabilidad. Aún habrá crecimiento de la ciudad en la periferia sobre tierras de uso agropecuario o forestal, con los problemas inherentes, pero su dinamismo perderá velocidad hasta agotarse en una o dos décadas, mas no por efecto de los controles institucionales, sino por agotamiento de las fuerzas centrífugas del desarrollo urbano. Para el año 2007 serán las fuerzas centrípetas las que dominen el poblamiento.
El reciclamiento, a su vez, presentará diversas modalidades, según cada caso específico y los actores sociales involucrados. Para entonces se habrá zanjado la discusión sobre la mayor o menor altura de las edificaciones, en favor de una solución intermedia que de cualquier manera triplica o cuadruplica la altura promedio de la actualidad sin incurrir en riesgos, pero liberando áreas construidas de tamaño creciente para fines ecológicos y de calidad de vida. Hubo de llegar una nueva generación para acordarlo y ejecutarlo, pues la generación pasada no logró recuperarse nunca de su experiencia en los ochenta, lo que motivó, acaso involuntariamente, retraso en los avances tecnológicos y de diseño que demandaban los cambios sociales propios e internacionales. En mucho la ciudad pasó al siglo XXI con las imágenes del XIX. Las principales características del siglo XX, el tamaño de la ciudad y la masificación de sus procesos sociales fundamentales, fueron sistemáticamente repudiados sin comprenderlos.