La Jornada 21 de septiembre de 1996

¡Fuera Salinas!

José Ureña Más que asamblea, catarsis.

Las sombras ominosas comenzaron a tenderse sobre el evento desde muy temprano, cuando gruesos contingentes de la militancia reaccionaron a la designación de Elba Esther Gordillo para presidir una mesa de debates y ello alejó del acto inaugural a Fidel Velázquez.

El enrarecimiento del ambiente en el gimnasio Juan de la Barrera aumentó cuando los clamores de justicia por el crimen de Luis Donaldo Colosio dominaron los llamados de Santiago Oñate Laborde a reconstruir el poder y su ejercicio.

Y la exigencia de recuperar la ética rebasó los discursos, los presagios y las intenciones cuando la asistencia, de pie y en coro, repitió decenas de veces el grito que por semanas se intentó ausentar de los trabajos:

-¡Fuera Salinas! ¡Fuera Salinas¡ ¡Fuera Salinas!...

Si no eran todos los que clamaban -los 3 mil 731 delegados efectivos, los 372 delegados fraternales, los 211 invitados internacionales, los 96 diplomáticos y los mil 300 invitados especiales-, parecían todos.

En ese ambiente de descontrol terminó el acto inaugural y en su tortuoso salir la dirigencia priísta, recientemente reelecta pero sin discurso a satisfacción de sus bases, se topó con las voces que motu propio fijaron el marco asambleísta.

Entonces, en la inercia que la arrastraba, la cúpula del partido decidió: el caso Salinas se tocará en la mesa cuatro, bautizada temáticamente como Nuevos documentos básicos y propuestas del partido.

Y se afinaba la estrategia:

Dado que el reglamento de la asamblea prevé que no podrá haber más de cuatro oradores, dos a favor y dos en contra, se intentará remitir el clamor de todos -o casi todos, porque nadie pensaría que lo compartan Otto Granados, Patricio Chirinos y algunos más- a la Comisión de Honor y Justicia.

Si este esquema prospera, el objetivo estará a la mano: el asunto saldrá entonces así de la asamblea, se prometerá una respuesta para algún después y el presidente Ernesto Zedillo encontrará el ambiente despejado en la clausura de mañana.

Esa forma con fondo de promesa se estilaba tiempo atrás. La instrumentó un hombre que fue muchas veces presidente, que transitó los siglos XIX y XX, y que formaba comisiones para que los asuntos durmieran el sueño de los justos. Hoy el caso Salinas dormiría el sueño de los injustos.

Eso es lo que viene, lo que vendría. Lo de anoche surgió de un priísmo que física y moralmente se puso en pie. No a las 18:03 horas, cuando arribaron los principales de la jornada: Oñate, Juan Millán, Fernando Ortiz Arana, Humberto Roque Villanueva...

Se irguió cuando núcleos importantes y el sector obrero que maneja Fidel Velázquez se opuso a que la ex lideresa magisterial, Elba Esther Gordillo, presida la mesa de Normas de la organización partidaria por considerarla ajena y cercana a otros signos políticos, los del Grupo San Angel y de Compromisos con la Nación.

Vino una negociación. Se entrampó. Antes de entrar al gimnasio, Oñate se reunió en uno de los salones con Gordillo. Hablaron. El subió al estrado y ella apareció después, seria, desconcertada.

-¿Presidirá la discusión de los estatutos del partido?

-Todavía no sé. Apenas voy a ver -se instaló en la primera fila del sillerío.

A las 18:10 se inició la lista de asistencia. No se reflejó ahí otro entretelón: los obreros querían listado por sectores. Primero fue la estructura territorial, por estados, y luego los sectores. Hubo gusto para todos.

Todos gritaron presente, unos fuerte, otros débilmente. De Baja California estuvo la voz solitaria del senador Amador Rodríguez Lozano. Casi al final, Millán mencionó Sonora.

-¡Colosio! -gritó el coro.

Fue el arranque del clamor, el avance de lo que vendría. Millán anunció el quórum a las 18:13, Oñate inauguró a las 18:14. Millán leyó el informe, que tuvo aprobación unánime, y Roque Villanueva leyó la decisión de estados y sectores de elegir estatutariamente a ambos. Un gran aplauso a las 18:56 echó formalmente abajo la propuesta de crear una vicepresidencia y dos secretarías generales en el PRI.

Al final, el discurso de Oñate, los gritos esporádicos de Colosio, de justicia, de ¡Traigan a Salinas!, de ¡Fuera Salinas!, eran callados por la lectura y el oficio del presidente del Comité Ejecutivo Nacional. Hasta que leyó los cuatro resolutivos de Sonora, que claman por el esclarecimiento del homicidio. Grandes aplausos para los cuatro puntos, para la condena a las malas investigaciones. Oñate terminó.

-¡Duro! ¡Duro! ¡Duro! -decía la gente del piso y del graderío.

Decidió cambiar:

-¡Fuera Salinas! ¡Fuera Salinas! ¡Fuera Salinas!

Eran las 19:20 horas. Los delegados habían desbordado a su dirigencia y convertían la 17 Asamblea Nacional en clamor de catarsis. Tiene la palabra para hoy.

Oñate y compañía se fueron a la sede priísta. Los forcejeos eran diversos. Fidel Velázquez ganó uno: Elba Esther Gordillo no presidirá la mesa tres, la de Normas de organización partidaria, sino la cuatro, donde estarán Nuevos documentos y propuestas del partido. Le tocará decidir el destino partidista de Salinas, en cuyo régimen creció.

Francisco Arroyo Vieyra, líder del Congreso de Guanajuato, presidirá la discusión de los nuevos estatutos; Humberto Roque Villanueva la que enterrará al liberalismo social y aprobará los principios doctrinarios, y Fernando Ortiz Arana la de Compromisos del PRI con la sociedad.

En otro frente, el sindicato de petroleros perdía parcialmente una batalla: la no privatización de la industria petroquímica se discutirá en la mesa dos, la de Fernando Ortiz Arana.

De esa forma se relega el tema: no irá a Declaración de Principios, donde cabe perfectamente la preservación de los recursos de la nación, sino a un bosquejo de compromiso del partido que puede o no prosperar frente al gobierno.

Carlos Romero Deschamps, líder de los petroleros, se consolaba:

-Al menos logramos que se toque el tema. Algo es algo.

En la imprenta de un periódico, avanzada la noche, se editaban los documentos básicos. Declaración de Principios, Estatutos, Programa de Acción y Propuestas de Partido. Tienen, a vistas, algunas contradicciones.

El Programa de Acción, por ejemplo, es comparable al Plan Nacional de Desarrollo con algunos remiendos no congruentes: pregonan apertura y libre comercio, pero a la vez claman apoyo a la sustitución de importaciones; el gobierno impulsa el ahorro interno y el PRI pide gasto público, que no ha habido en dos años; los documentos vigentes hablan de corresponsabilidad y, en esta etapa de neoliberalismo, el partido en el gobierno reclama mayores responsabilidades al Estado..