En los setentas, las imágenes generadas por computadoras eran el producto experimental de ingenieros creativos (la mayoría de las veces ociosos) que se exponían como curiosidades en los museos de ciencia y tecnología. La evolución ha sido devastadora desde entonces: de las Monalisas, hechas con letras y números en blanco y negro, a lo que hacen hoy día los artistas digitales hay un verdadero abismo, aunque muchos de estos trabajos siguen exhibiéndose en instituciones dedicadas a la tecnología.
En el Centro Nacional de las Artes co-existen dos espacios para la enseñanza e investigación de las artes plásticas, que empiezan a generar alentadoramente, los primeros frutos de trabajo interdisciplinario: la Escuela de Artes Plásticas (``La Esmeralda'') y el Centro Multimedia. En este último se realizan talleres donde participan alumnos de la otra escuela, como complemento a su formación. Once alumnos pertenecientes a la primera generación de la carrera en Artes Plásticas, que gozan de un nuevo plan de estudios adecuado a las necesidades de la era electrónica, presentan una exposición del trabajo hecho en el Taller de Gráfica Digital, coordinado por Marina García.
La obra de estos jóvenes cabe en la categoría de neográfica, que integra nuevas tecnologías como el uso de computadoras, fotocopiadoras y faxes. Los suyos son ``trabajos asistidos por computadora'', disciplina que depende directamente de la interacción entre artista y máquina. Resulta muy sorprendente lo que pueden hacer estudiantes de apenas quinto semestre, una vez que aprenden a utilizar la tecnología que, afortunadamente, se encuentra hoy día a su disposición. Es evidente que para estos artistas pertenecientes a la ``generación x'', el lenguaje computacional les es sumamente familiar, ya que el resultado es mucho más fresco y de muchas maneras más suelto y maduro, que lo que algunos pioneros hicieron en décadas pasadas.
Por vez primera he visto en México, obras digitales que distan mucho de parecer meros ejemplos de lo que las máquinas son capaces de hacer (que ha sido el común denominador, incluso de artistas consagrados). Es reconfortante observar, cómo los artistas han forzado a la computadora a hacer lo que ellos quieren y no al revés. Podríamos comparar con el caso de la música electrónica, que a finales de los años sesenta produjeron Isao Tomita y Walter (Wendy) Carlos que trabajaban con sintetizadores primitivos que sonaban a lo que eran, y la música de hoy en día que utiliza sintetizadores sin que suenen a instrumentos de ciencia ficción.
En la mayoría de las obras expuestas se manifiesta claramente el peculiar humor de esta generación que creció pegada al televisor e invadida por comics y videojuegos. Junto con personajes inspirados en las caricaturas, conviven otros propios del medio como William S. Burroughs o el monstruo japonés Godzilla, con letreros y mensajes subjetivos en un caos internético. Algunas imágenes parecen como tomadas al azar, como las que produce el ruido visual generado por la retroalimentación de una cámara de video con el monitor, que remiten a las primeras imágenes comerciales de finales de los setentas, que aparecieron en muchas portadas de discos de música alternativa y New Age.
Casi todas las imágenes --fotos, dibujos, símbolos personales-- incluidos los textos que a veces parecen noticias, han sido manipuladas ensanchándolas, alargándolas, curveándolas y separándolas. En ellas predomina el color artificial como el que vemos en los negativos de las fotografías a color, creando especies de collages fosforescentes y psicodélicos propios de la era posindustrial. Resulta lógico, que la mayoría de las impresiones estén hechas sobre papeles brillosos que destacan el color espectral propio del medio, pero también hay algunos ejemplos, que se ven raros, en papeles diferentes incluso de algodón, lo cual abre un sinfín de posibilidades para el acabado de este tipo de gráfica.
La exposición estará abierta hasta fin de mes en el Mesón de los Geranios (Cumbres de Acultzingo 13, Narvarte).