Por fin observamos en México una de cal (soberana) por las que van de arena (desnacionalizadora); éstas últimas, ya incontables durante el periodo de la ``modernización'' todavía en curso. Y es que, hasta por simple instinto de sobrevivencia, ya resultaba inaconsejable seguir cediendo ante las exigencias de la potencia vecina, EU.
Como se sabe, acaba de estar en México un alto funcionario estadunidense, Stuart Eizenstat, inopinadamente nombrado embajador para la democracia en Cuba. Aquí y en otros países, su misión parece una apuesta amarrada: forzar la aceptación de la dictatorial ley Helms-Burton (HB) y, en su defecto, enganchar aliados en la obsesiva campaña del Estado norteamericano para ``democratizar'' a Cuba.
Conviene recordar que el actual gobierno demócrata de Clinton, desde su plataforma electoral de 1992, rebasó por la derecha a los republicanos (Reagan, Bush) en el empeño de exportar la democracia a la americana. En dicha plataforma se planteó ni más ni menos que la creación de unas Brigadas por la Democracia (Democracy Corps, seguramente tan heroicas como los Cuerpos de Paz durante Kennedy). Esta aberración democrática (o, ¿es democrático imponer a otros una idea de la democracia?) se reactiva ahora, acaso para compensar muchas promesas electorales fallidas de Clinton y, así, fortalecerlo ante su actual contrincante, Robert Dole.
Lo importante es que, por lo pronto, el gobierno de México puso en su sitio al embajador Eizenstat. Y para hacerlo, volvió a enarbolar --como no se hacía desde antes de la ``modernización''-- principios por demás legítimos y propios de nuestras mejores tradiciones en política exterior. Se reiteró el rechazo a la Helms-Burton con base, sobre todo, en la libre autodeterminación de las naciones, en este caso la libertad para decidir con quién comerciar. Y la invitación a sumarse a la campaña para la ``democratización'' de Cuba, fue desatendida con base en el principio de no intervención: la forma de gobierno en Cuba sólo compete decidirla a los propios cubanos.
Dos ángulos del asunto podrían llevar a decir que esta digna postura del gobierno mexicano es poca cosa. Uno, porque en muchos otros renglones, a veces tan importantes como la política económica (interior y exterior), los modernizadores de México ya han cedido demasiado ante las exigencias de EU. Y dos, porque ya sería el colmo que también se cediera en la tradicional postura de México ante Cuba. Lo que se juega en la vieja ofensiva contra esta nación, son los principios medulares que han permitido a México nacer y continuar llamándose México: la libre autodeterminación y la no intervención. En el momento en que éstos ya ni siquiera se defendieran verbalmente, en forma directa o a través de Cuba, entonces habría que pensar en otro nombre: Mex-USA o algo por el estilo.
Lo cierto es que, por increíble que parezca, la sumisión del gobierno salinista ya había llegado al punto de condescender ante EU, inclusive en su ofensiva contra Cuba. Sólo hay espacio aquí para recordar los coqueteos del propio Salinas con lo peor de la contrarrevolución cubana, al entrevistarse él mismo con Mas Canosa, líder de líderes de dicha contrarrevolución, también conocida como el ariete gusanero del intervencionismo estadunidense.
Visto entonces desde este otro ángulo, los desaires del actual gobierno mexicano al embajador Eizenstat, parecen constituir una rectificación importante. Máxime que algunos otros gobiernos, sobre todo de Europa, comienzan a empantanarse en el pragmatismo: rechazo a la HB, pero apoyo a la idea de ``democratizar'' a Cuba.
¿Qué tan sólida es la rectificación del gobierno mexicano? Que sea la realidad del futuro inmediato quien dictamine. Del mismo modo en que nadie sino la sociedad de México es quien debe dictaminar, pero ya, lo que mejor conviene al país. ¿Conviene que esta rectificación sólo resulte una golondrina de las que no hacen verano? ¿O más bien conviene que, a partir de esta especie de resurrección soberana, México vuelva a pintar su raya ante los reclamos inaceptables y crecientes de EU?
Por lo pronto convendría cuidar que esta rectificación no se agote en los tema HB y Cuba, sino que comience a permear toda la relación México-EU. Y, por supuesto, cuidar que no vaya a generar otro alud de concesiones en otros temas.