José Cueli
Ser sin ser

Ramona desde que amanece ya de un modo consciente y claro, ya sumida en vaguedades e imprecisos anhelos de su mente, día tras día, se pregunta: ¿Cuándo volvera? En el campo le pidió respuesta a las flores de las que arrancaba de la roja tierra. Ya en México, en su nueva morada en la Nueva Chimalhuacán, a la estampa de la virgen de Guadalupe que adorna el miserable tugurio donde vive.

Traduce --para alejar los malos pensamientos de recurrir a una abortadora como le sugiere Luchita, su vecina-- el caprichoso vuelo de las mariposas que aún vuelan por la colonia; los cambiantes tonos de los colores de las nubes en la tarde Neza, iguales a los de su cuerpo. En su casa ve y vuelve a ver el aumento de su vientre y escucha y siente los latidos de algo en su entraña e interroga el canto de los pajarillos o el piar --que dice-- de las golondrinas en los alambres del patio.

Todo con la generosa resignación de que pronto aparecerá su Ramón --según comenta, guapísimo, simpático, con su romántico bigote seductor. La Ramona tiembla de sólo pensar en su presencia, llora por él, sin que nadie la vea, y espera y espera y los días pasan, Nada, en suma, que comprometa al enamoradizo galán que desapareció. La cruda realidad del tiempo que pasa la llevó a pedir el auxilio de una comadrona que la liberara de su angustia. No le quedó si no despedirse de su niño; un adiós triste, triste, que le recordaba el caer de las hojas del campo que vive como gotas de sangre.

Desde que fue a la comadrona y le cobró dos mil pesos que no tenía, por la operación, empezó a bajar de las nubes. La comadrona le dijo que acompañara a ``divertirse a unos buenos amigos de ella'', y asunto arreglado. No le quedó de otra en su desesperación. Sola y arrimada en casa de una tía, se desgarró al abrirse y cerrarse y quedó descolorida. La plácida designación se le tornaba melancolía irremediable.

Ramona encuentra una nueva forma de vivir acompañando señores a los que llama ``pinches hombres borrachones'', ``zánganos'', ``salvajes'', y toda la retahíla de sinónimos con que las otras señoras designan a los señores que acompañan. Ramona, al igual que sus compañeros de sector y ocupación --off course-- no ha cumplido aún los quince años, sólo anda en los catorce y ya dejó de ser una india pata rajada o pueblerina.

Una y otra vez se representa este drama, se representa tanto que ya no es noticia. Sólo estadística, problema de salud o moral, al que se le aducen tantas explicaciones, pero en ninguna de las cuales nos hacemos parte de este grave problema que parece llevarnos a abortar todo. Nada más que Neza y sus anexas, incluida la Nueva Chimalhuacán, es parte de nosotros y son nuestro diario aborto. Y es que son tantas, tantas las desheredadas del amor, tantas las que abortan diario. ¡Tantas, tantas!, ¿y qué?.