Jordi Soler
Música para los ojos

El video aplicado a la música ha pasado de estrategia mercadotécnica de apoyo a elementos imprescindibles para promover a un artista. Hay canciones malas que se venden bien gracias a un buen video; y aún peor: hay canciones que se construyen pensando en el argumento de su versión en video.

La transmisión de videos en estéreo y el laser disc nos han situado en un punto que podría transformar esa costumbre añeja de quitarse los zapatos, servirse un ron con hielos y sentarse frente al tocadiscos sin más horizonte que oir música toda la tarde. Esta es una pregunta inquietante: ¿por qué nada más oir música, si también puedo verla? La respuesta es todavía más inquietante, porque cuando ves videos no ves música, sino músicos. Y este asunto, visto con la suficiente radicalidad, es tan divertido, o tan aburrido, como mirar a un pintor pintando o a un escritor escribiendo. ¿Qué sentido tiene ver lo que está hecho para oírse? En este punto nos encontramos con el fenómeno de fenómenos: MTV, esa cadena de videos musicales que nos ha enseñado a ver lo que antes nada más oíamos; y ahora que nos ha acostumbrado, concibe la idea inconcebible de poner a funcionar su MTV-Radio, que consiste --muy simple-- en quitarle la imagen a lo que (de por si) estaba hecho para oírse. A este paso, MTV tratará de vendernos el nuevo disco de Metallica, como si fuera la banda sonora de los videos de Metallica. El asunto da para muchas líneas; mientras tanto, podemos pensar que la experiencia de oir canciones, y la de ver canciones en video, son totalmente distintas.

Todavía en el territorio de la imagen encontramos una división que últimamente se multiplica con gran éxito: el soundtrack. Ha quedado muy claro que la música asociada con ciertas escenas cinematográficas crea una tercera posibilidad que contiene las dos fuerzas (la música y la imagen) juntas. Hay canciones que se vuelven éxito después de hacerla de fondo para una escena de amor entre Kim Basinger y Michey Rourke. Goodbye horses, del (ahora ilustre) desconocido Q Lazarus, se volvió un éxito después de que el asesino serial de la película The silence of the lambs la bailoteó frente a un espejo, dentro del taller donde cultivaba mariposas y diseccionaba el lomo de sus víctimas. La canción Kiss from a rose, de Seal, es ahora ``el tema de Batman'', y el colmo: Break on through, de los Doors, con 25 años dándole vueltas al planeta por sus propios méritos, se ha convertido en ``el tema'' de la película The Doors, de Oliver Stone.

El soundtrack es un género discográfico en el que se permiten asociaciones musicales insólitas: Leonard Cohen junto a Nine Inch Nails (Natural born killers, 1994); Sting junto a Gloria Gaynor (Four weddings and a funeral, 1994); Spin Doctors junto a María Callas (Philadelphia, 1993), y --no por favor-- Antonio Banderas haciéndola de vocalista de Los Lobos (Desperado, 1995).

Clueless, película dirigida por Amy Heckerting y actuada por la varias veces escalofriante Alicia Silverstone, nos cuenta la historia de una niña millonaria en Beverly Hills: sus relaciones escolares, noviecitos, amigas, rivales, un papá comprensivo pero rudo y un medio hermano que al final se queda con los favores de ``la varias veces escalofriante''. Esta película tiene una solidez argumental del calibre del programa de venta de automóviles por televisión; pero cuenta con un soundtrack muy recomendable, 14 cortes con canciones de Cracker, World Party, Lightning Seeds, Coolio y una versión espléndida que le hacen los Counting Crows a la rola The ghost in you, de los Psichedelic Furs.

El soundtrack le ha dado la vuelta a la industria de la música (y a la del cine): antes las canciones funcionaban como apoyo para las películas; hoy se alcanza el extremo de hacer cintas que sirvan para promover canciones. O si no, ¿de qué manera explicamos el extraño caso de un filme tan malo con un soundtrack tan bueno?

Otro caso, en el de Tornado, el lado oscuro de la naturaleza (Twister, the dark side of nature, 1996). En esta historia de Michael Crichton que dirige Jan de Bont, podemos contemplar un desfile promocional de las camionetas que patrocinaron el proyecto y el rencuentro sentimental entre dos cazadores de tornados. A lo largo de la película descubrimos que los dos actores principales son los únicos seres en el cosmos que resisten una estancia prolongada en el ojo de cualquier tornado, pese a que las vacas, los tráileres de doble remolque y hasta las casasa habitación vuelan a su alrededor. También descubrimos que el verdadero lado oscuro de la naturaleza lo constituye la actriz principal cuando sale con una camiseta blanca que la emparenta, en perversidad, con ``la varias veces escalofriante''. Esta cinta, tan valiosa para la humanidad como el Sábado Gigante de don Francisco, tiene, igual que la otra, un soundtrack recomendable. Otros 14 cortes (¿será esta la medida oficial?) por donde desfilan Mark Knopfler, Soul Asylum, Red Hot Chili Peppers, Van Halen, Belly, Stevie Nicks con Lindsey Buckingham y algunos otros.

Lo que falla es el orden de los factores: quizá no se trata del soundtrack de una película, sino del viewtrack de un disco