Clase política

La reforma interna del PRI está entrampada. Y es que hay tres asuntos que inquietan a los priístas y traen de cabeza a ese partido, con todo y sus dirigentes: el esclarecimiento del asesinato de Colosio (ayer se cumplieron 29 meses de la ejecución en Lomas Taurinas), la expulsión de Carlos Salinas de Gortari y el programa económico del gobierno de Zedillo.

Los tres temas flotarán en los debates de la XVII asamblea priísta de fines de septiembre, en la que se pondrán a discusión los documentos básicos de la organización, es decir el rumbo, la estructura, la forma y el modo para continuar en el poder.

Sobre el primer punto, los militantes del PRI ya están en acción. Exigen la renuncia del panista Antonio Lozano Gracia. Acusan al procurador general de la República de ``estar desangrando al priísmo''. Y es que en ciertos ambientes del organismo político cobra fuerza la hipótesis sobre la estrategia política diseñada (por los expertos del PAN) para conducir las averiguaciones judiciales sobre el caso Colosio.

En ciertos círculos del partido tricolor se advierte que la oposición panista pretende aniquilar el resto de la credibilidad --si aún la tiene-- del Revolucionario Institucional llevando al banquillo de los acusados en el caso Colosio a quienes de alguna manera colaboraban con el PRI en Baja California o con el equipo de campaña del candidato presidencial.

Llegan hasta a decir que ``si Lozano no renuncia ahora, lo hará en mayo o junio, pretextando que ni en el gobierno (priísta) ni en el partido oficial hay voluntad política para resolver el crimen de Lomas Taurinas''. ¿Por qué en abril o mayo? ``Muy sencillo, porque son las vísperas de las elecciones federales del 97''. ¿Será? ¿Muy elaborado, no?

Con relación al segundo asunto, el de la expulsión (del PRI, por supuesto) de Carlos Salinas, habrá que buscar hasta con un superaparato de ultrasonido al guapo que se atreva a guillotinar en la sede priísta al ex presidente... de este tema ya para qué hablamos...

Y sobre los cuestionamientos populares al programa económico del presidente Zedillo, que tanto inquieta a los priístas y su directiva, pues más les vale aceptar que sólo hay de dos sopas: unirse al Presidente y aceptar con todo el proyecto económico y perder las elecciones de mitad de sexenio, es decir, la mayoría en la Cámara de Diputados y algunas gubernaturas (Sonora, Nuevo León, San Luis Potosí, por ejemplo) y por supuesto el Distrito Federal.

La otra opción sería que el Partido Revolucionario Institucional marque su raya --pero en serio-- y presente un programa económico distinto al que impuso el jefe del gobierno que llegó al poder con los votos priístas. Obviamente deberá exigir que Zedillo cambie su proyecto económico de nación.

Así las cosas, los priístas no la tienen fácil. Así que en la XVII Asamblea únicamente podría lograrse una reforma de consumo interno y la oferta de la directiva tendría que ser por la democratización de ese partido pero en los hechos, no como en la XIV Asamblea, cuando Luis Donaldo Colosio y sus superasesores (desde José Córdoba hasta Cesáreo Morales) únicamente cambiaron la baraja y dejaron en el juego a los taures de siempre.

La cosecha

Ya se advertía, pero ayer se confirmó: la decisión para la sucesión del gobierno en el estado de Querétaro es cosa de familia. Resulta que Fernando Ortiz Arana, el líder del Senado de la República, quien, valga decirlo, tiene la candidatura por el PRI en la bolsa, tendrá que discutir en familia su futuro político y el de su estado. Ayer, José Ortiz Arana, quien ahora cobra como subsecretario del Comité Ejecutivo Nacional del Partido Revolucionario Institucional, citó a conferencia de prensa para anunciar muy en serio --¿o en broma?-- que suspira por la gubernatura. Como si fuera un chascarrillo entre hermanos, don José dijo que ``la determinación de iniciar una precampaña la asumo como una responsabilidad estrictamente personal''. De veras que los políticos no se toman en serio, o quizás no sean serios