Emilio Zebadúa
La recuperación inalcanzable /II

El crecimiento del 7 por ciento del producto interno bruto (PIB) entre abril y junio de este año resultó superior al esperado, pero aún insuficiente para mejorar las condiciones de vida de la población. En realidad, como el propio presidente Ernesto Zedillo reconoce, los niveles de ingreso que México gozaba al principio del sexenio sólo se recuperarán al final del siglo. Por eso, al presentar la cifra del segundo trimestre, la Secretaría de Hacienda sólo se atrevió a señalar que la estabilidad macroeconómica implica una mejoría en las ``expectativas'' de crecimiento.

El valor de los bienes y servicios que se producirán en México este año será menor al de 1994. A prácticamente dos años de la devaluación del peso, la población es más pobre que antes, y la desigualdad en el ingreso se ha agravado. Aun así, el gobierno insiste en que la ``recuperación'' está en marcha. Según Hacienda: ``en el transcurso de 1996, se ha consolidado la trayectoria de recuperación de la actividad productiva con base en el impulso de las exportaciones y una moderada recuperación de la demanda interna'' (sic). En efecto, el aumento de la producción es resultado principal del dinamismo del sector exportador --que ha crecido un 20 por ciento este año.

¿Qué impacto pueden tener las exportaciones sobre el bienestar del conjunto de la población? En especial, cuando el número de empresas exportadoras es relativamente reducido y el sector está dominado por compañías trasnacionales. Para el gobierno esto es irrelevante. El objetivo primordial de su programa de ajuste ha sido ``la rápida corrección'' de los desequilibrios financieros que enfrentaba la economía nacional que, a su vez, eran las obligaciones en Tesobonos, el servicio de la deuda externa y, en general, el déficit en cuenta corriente que persistía después de la devaluación del peso.

La Secretaría de Hacienda confunde la recuperación de la economía con la estabilidad de los mercados, y a ésta con la caída de la tasa de inflación. De este modo, reduce el bienestar de la población a su más mínima concepción. Una lectura de la economía que, además, es compartida por aquellos empresarios y banqueros nacionales y extranjeros que, coincidentemente, concentran sus inversiones en el sector exportador y en el mercado financiero. Para ellos el crecimiento del 7 por ciento del PIB es una consecuencia alentadora, pero no un objetivo primordial de la política de ajuste que puso en práctica el gobierno después de la caída del peso en diciembre de 1994: lo que más les importa es el valor real de la tasa de interés.

Así lo confirmó Larry Goodman, analista de mercados latinoamericanos de Salomon Brothers, un banco de inversión en Nueva York, cuando dijo: ``el gobierno (mexicano) ha demostrado que tiene una estrategia sólida para manejar sus responsabilidades''. ¿Pero de qué responsabilidades está hablando? Pues, si bien la tasa de los Cetes cayó a su nivel más bajo desde 1994 y la Bolsa de Valores alcanzó un máximo histórico, esto sólo se logró deprimiendo el consumo, reduciendo los salarios y despidiendo a los trabajadores; todo ello precisamente como parte de la ``estrategia'' del gobierno.

Por eso el programa de ajuste del presidente Zedillo goza del aval de la comunidad financiera y, desde sus orígenes, del respaldo (y la supervisión) del gobierno de Estados Unidos. La Secretaría de Hacienda ha cumplido puntualmente con el servicio de la deuda y adelantado el pago de los créditos al Tesoro estadunidense y, como consecuencia, México pudo regresar al mercado internacional de capital. En términos financieros y macroeconómicos la estrategia del gobierno, en efecto, ha tenido éxito. Así lo piensan por los menos banqueros, exportadores e inversionistas.

¿Pero qué opinión tiene el resto de la población sobre la recuperación económica? En una encuesta realizada por el periódico Reforma (16 de agosto), ciudadanos de los 32 estados del país describieron al desempleo y a la crisis entre sus principales preocupaciones. El próximo 8 de septiembre en el marco de una jornada nacional, la sociedad civil podrá expresar la forma en que ha sido afectada por la política económica del gobierno, diciendo si en los últimos dos años: ``perdí el trabajo'', ``no encuentro trabajo'', ``perdí mi casa'', ``sufrí robo o asalto'', ``no tengo vivienda'' o ``no he podido estudiar'', entre otros puntos. Sus respuestas medirán --mucho mejor que el índice de la Bolsa o el valor del peso-- el nivel de bienestar real que gozan las familias mexicanas.