MIRADAS Consuelo Cuevas Cardona
La aparición

El doctor Ernst Chain no podía creer que estuviera sentado frente a aquel hombre a quien había creído muerto. Por alguna razón nunca se imaginó que aún viviera. ``Cosas de la guerra'', pensó. Aquella mañana se había presentado en su laboratorio, como una aparición, y ahora se encontraban ahí, en ese comedor de la Universidad de Oxford, tomando café.

--No sabe cuánto me emocionó encontrar el artículo en el que usted y Forey narran sus experimentos --dijo Alejandro Fleming a Chain, después de que les sirvieron el líquido caliente y unos bollos. Si supiera cuánto tiempo luché porque algún químico se interesara en refinar la secreción del moho. Casi todos alegaron que tenían que realizar trabajos más importantes, ¡imagínese! --Doctor, no sé qué decir. Durante mucho tiempo hemos investigado métodos para combatir bacterias... Afortunadamente encontramos su artículo sobre la penicilina. No sé por qué pensamos que usted había fallecido; de otra manera lo habríamos buscado inmediatamente.

--Pues aquí me tiene. Debo confesarle que estaba a punto de retirarme de la investigación; el camino ha sido muy difícil. Como usted sabe, el extracto de moho Penicillium que logré obtener se evapora, y esto decepcionó a los que me ayudaron. Yo sabía que era cuestión de refinar el método, como usted lo hizo; pero no hallé a ningún químico que se interesara en la tarea. Incluso el artículo con el que usted se encontró y que yo expuse ante muchos científicos, fue recibido con frialdad. Tal vez esto se debió a que no conseguí extraer la penicilina pura... Quizás los médicos desconfían de que un simple hongo destruya bacterias peligrosas.

--Platíqueme eso, por favor; en su artículo no explica cómo lo descubrió.

--En ese entonces, le hablo de 1928, estaba estudiando los estafilococos y había hecho varios cultivos de ellos en cajas de Petri. Un día en que me encontraba sumido en quién sabe qué reflexiones, vi que una mota de polvo cayó en una de las cajas. En ese momento no le di importancia, pero días después observé que crecía en ella una excrecencia mohosa. Por casualidad, y también por curiosidad, en vez de lanzar una imprecación y de tirarla a la basura, la puse ante el microscopio para observarla. Lo que vi me dejó asombrado: el moho estaba atacando a los microbios, los estaba deshaciendo literalmente. ¡Era increíble! Inmediatamente se me ocurrió un sinfín de preguntas y me puse a trabajar para darles respuesta. Así supe que no es el hongo, sino una secreción de éste, a la que llamé penicilina, la que mata varios tipos de bacterias. Pero necesitaba obtenerla de la manera más pura posible para experimentar con ella, y ahí fue donde encontré las mayores dificultades. Me alegra que ustedes lo hayan logrado.

Por un momento los dos guardaron silencio. Chain se sentía conmovido ante la sencillez de aquel hombre que había hecho descubrimientos tan importantes. Fleming interrumpió sus pensamientos para decir: --Por favor, doctor Chain, quiero trabajar con ustedes. Desde que leí su artículo en el que demuestran que la penicilina salvó la vida de docenas de ratones infestados de estafilococos, deseo unirme a su equipo. Además, como le decía, estaba a punto de dejar la investigación. Las condiciones en que se encuentra mi laboratorio son muy precarias debido a la guerra. ¿Ustedes no la han padecido? --Sí, por desgracia. hace unos meses creímos que íbamos a perderlo todo. Fue en junio, cuando hubo el rumor de que el Ejército de Hitler invadiría Inglaterra. Florey y yo empapamos nuestros abrigos con el polvo de penicilina que habíamos logrado extraer, ustes sabe lo difícil que es localizar a ese género de Penicillium. Pensamos que si alguno de los dos moría, el otro debía contar con el número suficiente de esporas para lograr reproducir el moho y continuar los experimentos. Por suerte no hubo tal invasión. Por otra parte, debido a la guerra se necesita con urgencia un medicamento que detenga las infecciones, así es que contamos con apoyo. Con esto le quiero decir que es usted bienvenido; es un honor, además.

Fleming sonrió y dio un suave apretón a la mano de su colega.