La Jornada 12 de agosto de 1996

El Centro Histórico, en poder del hampa

Alonso Urrutia Convertido en tierra de nadie, el Centro Histórico congrega ''a la escoria'' de la ciudad: prolifera la distribución de droga; se expanden los giros negros, en tanto que sus calles virtualmente se dividen en territorios dominados por el hampa, que ha llegado a imponer la venta de protección.

Paraguay, Chile, Comonfort, Ecuador o Leandro Valle son calles de impunidad para la delincuencia. Homicidios, violaciones y asaltos a mano armada se vuelven cotidianos para quienes residen en el centro de la ciudad.

Paradójicamente, en el Centro Histórico opera uno de los proyectos policiacos más ambiciosos para combatir a la delincuencia: el denominado grupo Transformación 2000. Ni los cuatro cuarteles que hay ahí ni los operativos de vigilancia han ayudado a disminuir la delincuencia; el Centro se mantiene como la colonia más peligrosa en toda la ciudad, la cuarta parte de los delitos que se cometen en la delegación Cuauhtémoc ocurren ahí.

Miembros de la Comisión de Seguridad Pública de la Asamblea de Representantes del Distrito Federal (ARDF) indican que el proyecto ha fracasado. Las partidas presupuestales para abrir cuarteles ya destinados desde 1995 no se han reflejado en infraestructura y el nuevo modelo de patrullaje es inoperante.

Para la presidenta de la colonia, Virginia Jaramillo, la inseguridad no obedece sólo al fracaso del programa sino a la "convivencia de una gran proporción de miembros de T-2000 con la delincuencia, pues no sólo la toleran, sino que incluso llegan a controlar bandas".

La inoperancia de T-2000 se da --según denuncias vecinales-- a pesar de que son conocidos los refugios de los delincuentes, las calles donde operan y los sitios donde se distribuye la droga.

El Sabú, --acusan jefes de manzana-- es cabeza de una banda que opera en Leandro Valle. Junto con El Clavo y El Costras dominan las calles aledañas. Su control los lleva a controlar a comerciantes.

Hace 20 días, narran éstos, hartos de que las ventas se desplomaran por el número de asaltos ocurridos en esa zona, determinaron buscar un acuerdo con El Sabú. Reunidos en un estacionamiento público representantes de los comerciantes con El Sabú y su gente se buscó un pacto: reducir la actividad delictiva a cambio de no denunciarlos.

La respuesta se tornó en amenaza: si denuncian habrá represalias y asaltos a comercios. La única fórmula: fijar una cuota semanal, una especie de venta de protección. No hubo acuerdo y el saldo hasta ahora han sido tres cortinazos contra establecimientos de inconformes.

Las denuncias contra quienes encabezan las bandas incluyen la protección que reciben en algunas vecindades ya determinadas donde se refugian de eventuales persecuciones policiacas. Un vecino lamenta vivir en una de las casas de protección de El Sabú. "Nos acusan de que toda la vecindad los protege, pero a nosotros sólo nos queda mantenernos callados o sufrir las represalias''.

Sobre la calle de Chile, los amagos de la delincuencia surtieron efecto. Hace poco más de dos meses se pactó la venta de protección, hasta que el asalto a un alto funcionario en esa zona, motivó una vigilancia especial.

No son los únicos casos donde la población tiene ya identificados a los delincuentes y sus guaridas. En los linderos con la colonia Guerrero, célebres son ya los predios de La Mansión --en la calle de Santa Veracruz-- y La gallina de los huevos de oro, una antigua cantina convertida ahora en ''refugio de delincuentes''.

''Se diría que el Centro es una de las colonias más atendidas de la ciudad --señala Jaramillo--, pero es exactamente todo lo contrario, el Centro se pierde entre el abandono de la autoridad. Mas allá del acelerado deterioro de los inmuebles y la carencia de respuesta a demandas de servicios, la situación delictiva ha ido a un punto muy crítico para la zona, pues no se ataca ni por la vía policiaca ni por la vía de programas sociales''.

Más allá de las calles de actividad financiera y turística, donde la vigilancia reduce los delitos, el resto, las zonas populares de alta marginación social, son áreas de riesgo. Los jefes de manzana señalan a la parte norte y este de la colonia como las de mayor incidencia.

Existen más de una treintena de puntos específicos de alto riesgo que requerirían de mayor vigilancia. ''La autoridad los conoce pero no hay operativos en consecuencia''.

Paraguay, subrayan, es una calle donde la policía difícilmente tiene acceso. ''El asalto y las lesiones intencionales son frecuentes. A la propia policía la han recibido a balazos. Es la impunidad absoluta'', resume un jefe de manzana que pidió se omitiera su nombre.

Hay razones para eso, pues la historia de las denuncias no se reducen sólo a la ineficacia en la actuación de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal, el padrinazgo de funcionarios de la agencia del Ministerio Público número uno a delincuentes, sino que ha derivado en represalias contra los que se llegan a quejar.

Algunos vecinos coinciden en que presentar una denuncia penal es prácticamente inútil, pues entre los representantes vecinales casi se tiene la certeza de que existe complacencia del personal de la Procuraduría, sino es que abierta complicidad para dejar en libertad rápidamente a los delincuentes.

Virginia Jaramillo sostiene que frente a eso existe prácticamente una carencia de oferta de esparcimiento para los colonos, situación que se pretende impulsar como fórmula para inhibir el crecimiento de la delincuencia en la zona.

La inseguridad pública y la impunidad genera también el tráfico de estupefacientes y la prostitución. La droga prolifera en la zona y se distribuye en antros, que generalmente albergan a delincuentes comunes; su venta se da a todas horas y prácticamente se ofrece todo tipo de droga: mariguana, cocaína, chochos y cemento.

Mientras tanto, la prostitución se extiende rápidamente. Este problema fue señalado como una de las razones de la caída de Jesús Dávila Narro como delegado en Cuauhtémoc, el crecimiento de los giros negros no ha sido frenada por quien lo suplió, Alejandro Carrillo Castro.

Piel Dorada, La Chaqueta, La Furia o El Negro Cruz, así como la transformación cotidiana de ''fondas y taquerías en piqueras por la noche'' avalan el crecimiento incontenible de la prostitución.

Casi con sarcasmo, un jefe de manzana lamenta: ''Somos la Sodoma y Gomorra de la ciudad. Hay comercio sexual por doquier, más allá de la tradicional zona de La Soledad. Poco a poco la colonia se transforma en una gigantesca zona roja que alienta, por si no fuera poco, la delincuencia''.