Está en lo justo el probable amigo y anónimo autor de ``Penultimatum'' cuando escribe que: ``Carece de todo fundamento el rumor de que el maestro Héctor Azar milita en el partido que lucha a muerte con el mal, es decir los table dance, el condón, la minifalda, los homosexuales, las lesbianas, el cine y el teatro donde las actrices no se visten como Sara García, Emma Roldán, Prudencia Grifell. Para nada''. Antes bien, personalmente celebro y disfruto ese ``mal'' en la medida en que mi provecta edad me lo permite... En lo que no estaríamos de acuerdo es en aquello de que prohibió la obra de teatro Cuatro Equis porque ``estimó que los poblanos no están aptos para presenciar obras de teatro'' como la citada. Y esta información sin fundamento --o con algún fundamento mal intencionado llegado a ``Penultimatum'' como parte de una intriga doméstica--, me lleva a formular públicamente las preguntas que siguen, y que pido a la directora de La Jornada me conceda el favor de publicarlas:
1. En el supuesto caso de que la obra hubiera sido prohibida, que no lo fue: ¿Sería porque al final de la representación aparecen inocentes desnudos de los protagonistas en pelotas (usando un hispano argentinismo que los informantes se merecen)? No lo creo. Los poblanos, a los que se nos atribuye una mojigatería que actualmente nos place pasárnosla por el arco del triunfo --conocimos el desnudo escénico en una formidable puesta en escena de Topografía de un desnudo de Jorge Díaz, dirigida por Olga Ibáñez, ¡hace la friolera de 30 años!-- de entonces para acá, los escenarios poblanos han sido repetidamente auténticos (aunque no siempre felices) campos nudistas.
2. ¿Acaso la obra ataca al gobierno o a algún(os) funcionario(s) o partido político? De ninguna manera. Y si así fuese se podría demostrar que de tres años para acá, en los escenarios poblanos, no hay obra del sedicente ``teatro político'' que no suelte chinampazos al gobierno, y ni quien diga nada. Habría que asomarse a las muestras de teatro poblano para comprobar esto. Acaba de concluir un concurso con 35 obras al hilo, en el que hubo cuatro desnudos integrales y la temática predominante abordaba la inconformidad pública al sistema político, la crítica abierta a los adocenados conceptos educacionales y, desde luego, la problemática gay (vestidas y desvestidas).
3. Entonces, ¿en qué ha consistido la supuesta ``prohibición'' que jamás existió? ¿En indicarle al honorable promotor-empresario, con suficiente anterioridad, que las fechas solicitadas para presentar Cuatro Equis estaban comprometidas para tres conciertos didácticos de clausura de cursos para estudiantes de primaria, secundaria y preparatoria? ¿Que la obra podría ser programada en el Teatro Principal de Puebla en fechas posteriores? ¿Que además tenían la alternativa de seleccionar entre cuatro teatros con mayor cupo que el Teatro Principal? ¿Que esa obra era una de las escogidas --recomendada por los directivos de CADAC-Coyoacán, de donde casualmente salió su autor y director-- para figurar en el IV Magno Festival Palafoxiano de próxima celebración?
El honorale promotor iba y venía tronándose los dedos y acudiendo a todas las infuencias con que cuenta en nuestro poblano domicilio y... ¡Nada!: ``O es en el Principal o le asestamos los periodicazos que se merece''. Y estamos en esto.
Creo sinceramente que el origen de este borlote debe buscarse en otras causas y en otras personas.
Sea pues, estimado lector, la clausura de esta historia vulgar el rechazo categórico de que la obra fuera prohibida en Puebla. Eso pasó en Monterrey y en Guadalajara, más no en Puebla.