La mesa I del Primer Encuentro Intercontinental por la Humanidad y contra el Neoliberalismo, concluyó el sábado pasado que el neoliberalismo conlleva la ``sumisión de todo lo humano a la lógica del dinero y del mercado'' (La Jornada, 04/08/96). Este es un rasgo general del capitalismo que Marx describió brillantemente, haciendo notar que los valores de cambio, lo mercantil, termina imponiéndose sobre los valores de uso (las cualidades intrínsecas de los bienes y servicios); que no sólo se convierte la capacidad humana de trabajo en una mercancia sino también el honor, la dignidad, el amor.
Sin embargo, luego de la segunda Guerra Mundial, los triunfos de los derechos humanos, la generalización de legislaciones laborales protectoras, los Estados de Bienestar, parecieron atenuar ``esta sumisión de todo lo humano'', de manera que se nos olvidó esta vieja lección de Marx.
A partir de los años 70 ha habido un movimiento sistemático y consciente por parte de las trasnacionales, los gobiernos y los organismos internacionales que las representan, por restaurar el nivel de la tasa de ganancia que había venido declinando. Uno de los rasgos sustanciales de este movimiento, que constituye el neoliberalismo, es la fragmentación de los procesos productivos y su dispersión geográfica. Las modernas telecomunicaciones y la computarización hicieron innecesarias la integración vertical de los procesos productivos y su orientación a la producción de grandes volúmenes de mercancías idénticas en enormes plantas, que todavía en los años 50 y 60 eran el paradigma de la producción industrial. Se impuso, en cambio, un modelo de fragmentación de los procesos y de manufactura flexible que puede operar eficientemente con pequeños volúmenes de productos y que se acerca a la confección a la medida, una vuelta al pasado artesanal con la tecnología más moderna. Esto se ha descrito como el paso del fordismo-taylorismo al posfordismo o al toyotismo.La esencia del cambio tecnológico que está detrás de esta revolución en las maneras de producir, es que mientras ``la lógica de la producción fabril en gran escala es la circulación del material sucesivamente por máquinas que realizan operaciones sencillas y repetitivas, la revolución electrónica permite la creación de máquinas complejas con secuencias programables, los robots, que pueden aplicar, a gran velocidad, herramientas sucesivas a un material inmóvil. Como ha dicho Boerboom, mientras la Revolución Industrial del siglo XVIII y XIX creó y aplicó extensiones para las extremidades del hombre, la segunda crea extensiones para su cerebro'' (PNUD, Economía Popular. Una vía para el desarrollo sin pobreza en América Latina, Bogotá, 1992).
Para que la fragmentación de los procesos maximice la rentabilidad, cada proceso debe realizarse en el país donde los costos sean más bajos. Sin embargo, ello no sería posible si el movimiento de las partes y componentes, y del capital, estuviesen obstaculizados por aduanas, aranceles, permisos de importación y otras restricciones. Las trasnacionales, 500 de las cuales controlan el 70 por ciento del comercio internacional, necesitan la liberalización comercial y del movimiento de capitales en todo el mundo. Su enorme poder económico está transformando esta necesidad en realidad. Por eso es correcta la conclusión de la mesa I del Encuentro que señala: ``A través de la libre circulación del capital, los bienes y los servicios, las trasnacionales obligan a los Estados nacionales a ajustarse a las fuerzas del mercado, haciéndoles perder su capacidad de resolver crisis económicas, políticas, sociales, ecológicas''.
El resultado principal del Encuentro fue la ``Segunda Declaración de La Realidad por la humanidad y contra el neoliberalismo''. En ella se declara que se conformará una red intercontinental de resistencia contra el neoliberalismo. Dada la escala auténticamente mundial de la red trasnacional, las luchas nacionales aisladas tienen escasas posibilidades de éxito. Si las resistencias en el ámbito nacional no cobran un cariz crecientemente internacional, las esperanzas son escasas. El capital chantajea cada vez más a los trabajadores y a los gobiernos con trasladar sus inversiones a otro país si no se cumplen sus condiciones. Ello ha propiciado una desvalorización del trabajo vivo (baja de salarios) a escala mundial y una revalorización masiva del trabajo muerto (el capital), sobre todo en su versión financiera (altas tasas de interés y de ganancia). Se explica así el impresionante dato del Informe sobre el Desarrollo Humano 1996 del PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo): ``Los ricos se están enriqueciendo más aún. Actualmente, el patrimonio de 358 personas cuyos activos tienen un valor superior a mil millones de dólares, supera el ingreso anual combinado de países en que vive casi la mitad 45 por ciento de la población mundial''. La realidad del neoliberalismo se aprecia no sólo desde La Realidad.