La Jornada Semanal, 4 de agosto de 1996
Por alguna suerte del destinome volví a encontrar con aquella
imagen que parecía extraída de las aventuras de Tom
Sawyer. Blanco y negro, pero no había ningún barco y
mucho menos un río. En realidad, únicamente
aparecían un par de personajes: negro y blanco.
El primero exhalaba una nota invisible dentro de su saxofón, de la misma forma que un campesino del sur de los Estados Unidos confiesa el blues ante el caudal del Mississipi. Recargado sobre la espalda del músico negro, su compañero el personaje blanco sonríe con un gesto de complicidad, mientras sostiene con firme delicadeza el cuerpo de una guitarra eléctrica. Ahí están los dos, como esperando ser descubiertos, bajo un rótulo negro en el que se lee: Bruce Springsteen/ Born to Run.
El hombre negro se llama Clarence Clemons, saxofonista de la Banda de la Calle E, y su camarada responde al nombre de Bruce Springsteen, alías El Jefe, cronista de las soledades que habitan el primer mundo. Hace veinte años, ambos músicos fueron capturados en esta imagen que como un sueño recurrente se me vuelve a presentar, protegida por la fría envoltura del plástico.
Born to Run, es decir, Nacidos para correr, una invitación a la fuga a bordo de las llantas cromadas de un canto aterciopelado.
Recuerdo la primera noticia que tuve de Springsteen, y la desconfianza hacia un artista que apodaban El Jefe, y que en 1984 había dado a luz un disco de título bastante sospechoso: Born in the USA, o sea, Nacido en los Estados Unidos. Lo que hacia aún más sospechoso a este personaje era el hecho de que el acetato apareciera entre las colecciones de los amantes de la música disco, reunidos ante el aullido nada ginsbergiano de "fuego en la pista!", e ignorantes por completo de las voces de "sabor ahí, nena!" que tantas noches debieron encender a Parménides García Saldaña y sus colegas.
Era casi natural desconfiar de Springsteen, y sin embargo resultaba necesario saber por qué había alcanzado tanta veneración; alguna tarde que se me pierde en la memoria encontré en un supermercado la portada de Born to Run y con el dinero que solía hurtar del bolso materno decidí cruzar mi primera apuesta con el cantante de Nueva Jersey. Al salir de la tienda oculté bien el disco, pues en aquellos días todos los chavos rocanroleros o eran bien heavys o veneraban incondicionalmente a los Stones y otras joyas del pasado reciente. Yo no quería que me confundieran; dicen que la curiosidad mató al gato, y parafraseando a Bukowsky yo era un cobarde y deseaba vivir.
Con todos mis prejuicios arribé al tocadiscos y aprovechando que no había nadie, escuché a hurtadillas la nueva adquisición. A partir de entonces establecíuna especie de conexión secreta con Springsteen, que durante varios años permaneció inconclusa. La razón: muy pocas veces pude concentrarme en el trabajo de El Jefe con las palabras, en primer lugar porque su dicción del inglés me causaba estragos, y en segundo lugar porque la compañía disquera tuvo a bien excluir una hojita de papel con las fundamentales vocales y consonantes que podrían sacarme de tal apuro.
Hace algunos meses, de nuevo en un supermercado, me reencontré con Born to Run, ahora en formato de casete. Conservaba mi antiguo disco, pero tenía particular interés en conocer las letras de Springsteen. Observé la cajita: adentro, el volumen del papel presagiaba que al fin podría saldar una vieja deuda con mi curiosidad. Esta vez no había sido necesario robar dinero de la bolsa materna, pues ya mi vida se empezaba a medir en quincenas. Una vez realizada la compra, arranqué con impaciencia el celofán, abrí la cajita y aparecieron milagrosamente las ansiadas letras.
Born to Run. Nacidos para correr, canciones de fugitivos que se abren paso entre el caos urbano, que se entregan ante la incertidumbre de la noche sólo para saber si el amor es real, porque si Springsteen apuesta, lo hace por la unión entre lo amoroso y lo real; blanco y negro otra vez?, lo amoroso implica el divorcio de la realidad?, es Springsteen sólo otro romántico tardío?
Veamos, pues, la dirección de la huida en las últimas líneas de Jungleland (La tierra de la jungla), canción que cierra el disco: "Afuera la calle se incendia/ en un verdadero Vals de la Muerte/ entre lo que es carne y es fantasía/ Y los poetas de aquí/ no escriben nada sobre esto/ Sólo retroceden y dejan que todo siga su curso/ Y con la rapidez de una puñalada/ intentan alcanzar su momento/ y enfrentarlo con honestidad/ pero terminan malheridos, ni siquiera muertos/ en la tierra de la jungla."
Nacidos para correr es la obra de un cronista urbano que busca motivos y respuestas para seguir vivo. Aquí, la fuga se presenta como una exploración consciente de la realidad que los poetas, según Springsteen, no alcanzan a ver por completo. Y las respuestas para Springsteen ya no se encuentran en el viento, ni en el gastado ideal del peace and love que prometió una utopía generacional.
Es 1975 y un cantante de Nueva Jersey dibuja así las cosas: "Las carreteras están repletas de héroes derrotados/ en el impulso poderoso de la última oportunidad/ Todo mundo huye esta noche/ Pero ya no quedan lugares para ocultarse/ Juntos, Wendy, podemos vivir con la tristeza/ Te amaré con toda la locura de mi alma/ Algún día, niña, no sé cuando,/ llegaremos a ese lugar/ donde realmente queremos ir/ y caminaremos bajo el sol/ Pero hasta entonces/ vagos como nosotros/ nacimos para correr." Born to Run (Nacidos para correr).
Los héroes han caído, no quedan lu gares para ocultarse, únicamente lo amoroso puede enfrentar la dictadura del mundo urbano. En otras palabras, las grandes hazañas, las grandes utopías se desvanecen ante el rigor de la sistematización de la existencia. Y la huida es el encuentro con la carretera que inmortalizaron escritores como Jack Kerouac, y la huida de Springsteen es también el encuentro con lo amoroso como fuerza real de la utopía, pero una utopía de dos, es decir, una guerrilla amorosa.
Hay en el disco un esfuerzo por no cerrar los ojos ante la realidad; hay, también, un cierto romanticismo que no se niega a ver el mundo tal y como es. Hay en Springsteen no un poeta sino un cronista desgarrado que se reconoce como parte de un fugitivo Sueño Americano. Y si todavía alguien duda de lo amoroso como fuerza real dentro de la por momentos terrible vida urbana, bastaría con voltear la mirada a la herida que nos dejó la tierra en 1985 y observar la respuesta de tantas manos intentando cerrar aquella cicatriz.
Blanco y negro: la utopía es posible e imposible. Ése es su encanto, venga de donde venga, ya sea de los esqueletos metálicos de chevrolets incendiados, o bien de los cálidos murmullos de la selva.
Las palabras de El Jefe
Bruce Springsteen
En el día sudamos en las calles
de un fugitivo Sueño Americano
En las noches manejamos a través de Mansiones de Gloria en Máquinas Suicidas
Saltamos de las jaulas a la Carretera 9
con llantas cromadas, inyección de gasolina
y pisoteando la frontera
Nena, este pueblo rompe los huesos de tu espalda
Es una trampa mortal, un golpe suicida
Tenemos que huir mientras somos jóvenes
porque vagos como nosotros,
nena, nacimos para correr.
Wendy, déjame conocerte, quiero ser tu amigo
quiero cuidar tus sueños y tus visiones
sólo envuelve tus piernas alrededor de estos cantos de terciopelo
y amarra tus manos a través de mis motores
Juntos podemos romper esta trampa
Correremos hasta caer, jamás miraremos atrás
Caminarías conmigo sobre la cuerda floja
porque únicamente soy un asustado y solitario jinete
Pero necesito saber cómo se siente
Deseo saber si tu amor es salvaje,
niña, deseo saber si el amor es real.
Detrás del Palacio, semi-poderosos zánganos
gritan por el bulevar
Las chicas cepillan sus cabellos en los espejos retrovisores
y los muchachos intentan verse realmente rudos
El parque de diversiones se levanta audaz y severo
Los niños están agrupados en la playa dentro de la niebla
Quiero morir contigo esta noche afuera en las calles
en un beso que dure por siempre.
Las carreteras están repletas de héroes derrotados
en el impulso poderoso de la última oportunidad
Todo mundo huye esta noche
Pero ya no quedan lugares para ocultarse
Juntos, Wendy, podemos vivir con la tristeza
Te amaré con toda la locura de mi alma
Algún día, niña, no sé cuándo,
regresaremos a ese lugar
donde realmente queremos ir
y caminaremos en el sol
Pero hasta entonces
vagos como nosotros,
nena, nacimos para correr.
La Tierra de la jungla
Los Rangers tuvieron una fiesta
de bienvenida a casa
anoche en Harlem
Y la Rata Mágica condujo su delicada máquina
sobre la línea estatal de Jersey
La Niña Descalza está sentada en el toldo de un dodge
tomando cerveza caliente en la tenue lluvia de verano
La Rata arranca hacia el pueblo, sube sus pantalones
y juntos reciben una puñalada del Romance
y desaparecen en la Calle Flamingo.
Los mejores Hombres de la Ley recorren Flamingo
Cazando a la Rata y a la Niña Descalza
y los chavos de ahí viven sólo como sombras
Siempre quietos, agarrados de las manos
Desde las iglesias hasta las cárceles
Todo el mundo es silencio esta noche
Mientras tomamos nuestro puesto
abajo, en la Tierra de la jungla.
La pandilla de la medianoche se reunió
y decidieron dar un paseo nocturno
Se encontrarán debajo de ese letrero gigante de Exxon
que ilumina esta hermosa ciudad
Hay una ópera afuera de la caseta de cobro
Hay un ballet de riñas dentro del callejón
Hasta que los policías locales
desgarran esta noche sagrada
La calle está viva
Mientras se van pagando las deudas secretas,
se establecen conectes, desaparecen sin ser vistos
Los chavos deslumbran con sus guitarras como si fueran navajas
automáticas
atropellándose por la grabadora
El hambriento y la presa
estallan en las bandas de rocanroleros
que se enfrentan unas a otras en la calle
abajo, en la Tierra de la jungla.
En los estacionamientos, los visionarios
se visten a la última moda
Dentro de los callejones las chavas bailan
con los discos que selecciona el disc jockey
Amantes de corazón solitario
forcejean en las esquinas oscuras
desesperados mientras avanza la noche
Sólo una mirada
y un susurro, y se han ido.
Debajo de la ciudad dos corazones laten
Motores del alma corriendo a través de una noche amorosa
Encerrados en una recámara
Susurros de tierno rechazo
y después rendición
En los túneles de la parte alta de la ciudad.
La Rata cae ante el cañón de su propio sueño
y los disparos hacen eco en los pasillos de la noche
Nadie observa a la ambulancia marcharse
o cuando la Niña apaga la luz de la habitación.
Afuera, la calle se incendia
En un verdadero Vals de la Muerte
Entre lo que es carne y es fantasía
Y los poetas de aquí
no escriben nada sobre esto
Sólo retroceden y dejan que todo siga su curso
Y con la rapidez de una puñalada
intentan alcanzar su momento
y enfrentarlo con honestidad
pero terminan malheridos,
ni siquiera muertos
en la Tierra de la jungla.
Nacidos para correr