La Jornada Semanal, 4 de agosto de 1996


El alma y el estafador

John Berger

La caída del Muro de Berlín interesó a John Berger por muchas razones. Miembro de una izquierda heterodoxa, amigo de Ernst Fischer y atento lector de Gramsci, Berger se negó a ver en los sucesos de 1989 el fin de toda una cultura. En su opinión, la esperanza izquierdista se sometía a una dura prueba en la que debía encontrar nueva razón de ser. El autor de las novelas Puerca tierra, Hacia la boda, Lila y Flag (editadas en español por Alfaguara) reflexiona en este ensayo con notable libertad de imaginación y pensamiento.



Las fotos vienen de Varsovia, Leipzig, Budapest, Bratislava, Riga, Sofía. Toda nación tiene una manera ligeramente distinta de pararse hombro con hombro en las manifestaciones de masas. No obstante, lo que me interesa en todas las fotos es algo invisible.

Como la mayoría de los momentos de gran felicidad, los sucesos de 1989 en Europa del Este eran imprevisibles. Pero es felicidad la palabra correcta para describir la emoción compartida por millones ese invierno? No había algo más serio implicado?

Si los sucesos fueron imprevisibles, el futuro lo sigue siendo. No sería más apropiado hablar de compromiso, confusión, alivio? Por qué insistir en felicidad? Los rostros en las fotos están tensos, ojerosos, abstraídos. Pero no es obligatorio sonreír para ser feliz. La felicidad ocurre cuando la gente puede entregarsepor completo al momento vivido, cuando Ser y Devenir son una y la misma cosa.

Mientras escribo, recuerdo mi salida de Praga, en tren, hace más de veinte años. Era como si abandonáramos una ciudad donde cada piedra de cada edificio fuera negra. Escucho de nuevo las palabras de un dirigente estudiantil que no se fue, al dirigirse a la multitud en la última manifestación: "Cuáles son los planes de mi generación para este año de 1969? Ejercer una corriente de pensamiento político opuesto a todas las formas de estalinismo y no obstante no abandonarnos a los sueños. Rechazar la utopía de la Nueva Izquierda, porque tales sueños pueden ser nuestra tumba. Mantener de alguna manera nuestros vínculos con los sindicatos, continuar trabajando para preparar un modelo alternativo de socialismo. Puede tomarnos un año, puede tomarnos diez..."

Ahora, ese dirigente estudiantil es un hombre maduro. Y Dubcek es el primer ministro de su país.

Muchos dicen que lo que ahora ocurre es una revolución. El poder cambió de manos como resultado de una presión política desde abajo. Los Estados se transforman (económica, política, jurídicamente). A las élites que gobernaban se les echa del cargo. Qué más se necesita para hacer una revolución? Nada. Pero ésta es diferente de cualquier otra en los tiempos modernos.

Primero, porque la élite dominante (excepto quizás en el caso de Rumania) no se defendió sino que abdicó o cedió, pese a que los revolucionarios estaban desarmados. Y en segundo lugar, porque se está haciendo sin ilusiones utópicas, paso a paso, con la claridad de que es necesario imprimirle velocidad pero sin la temida exhortación clásica: ¡Adelante! Más bien la esperanza de un retorno. Al pasado, al tiempo anterior a todas las revoluciones previas? Imposible. Y son sólo pequeñas minorías quienes demandan lo imposible. Hablamos de manifestaciones espontáneas de masas (gentes de todas las generaciones, apretujadas en el frío, sus rostros graves, felices, cumpliendo una cita). Con quién?

Antes de contestar, vale preguntar: qué es lo que ha finalizado? El Muro de Berlín, el sistema de un solo partido en muchos países el Partido Comunista, la ocupación del Ejército Rojo, la Guerra Fría? Algo más antiguo que esto y menos fácil de nombrar ha terminado también. No faltan voces que nos dicen qué es. ¡La Historia! ¡Las ideologías! ¡El Socialismo! Tales respuestas son poco convincentes pues provienen de personas que desearían que así fuera. No obstante, algo vasto ha terminado.

A veces parece que la historia fuera singularmente matemática. El año pasado como se nos recuerda con frecuencia fue el bicentenario de la Revolución francesa, la cual, aunque no al principio, se convirtió en el modelo clásico para todas las otras revoluciones modernas. 1789-1989. Basta anotar estas fechas para preguntarnos si no constituyen un periodo. Es esto lo que ha concluido? Si es así, qué lo hace un periodo. Cuál fue su rasgo histórico distintivo.

Durante estos dos siglos el mundo se "abrió", se "unificó", se modernizó, se creó, destruyó y transformó a una escala sin precedentes. La energía para estas transformaciones fue generada por el capitalismo. Fue el periodo en que el individualismo, en vez de señalarse como tentación humana cotidiana, se tornó heroico. Muchos se opusieron a esta nueva energía prometeica en nombre del Bien General, de la Razón y la Justicia. Pero los prometeicos y sus oponentes compartían algunas creencias. Ambos creían en el Progreso, en la Ciencia y en un nuevo futuro para el Hombre.Todos tenían su particular serie de creencias personales (razón por la que se escribieron tantas novelas) pero en su práctica, en su tráfico con el mundo, en sus intercambios, todos estaban sujetos a sistemas basados exclusivamente en una interpretación materialista de la vida.

El capitalismo, siguiendo las doctrinas de sus filósofos Adam Smith, Ricardo y Spencer, instaló una práctica en la que contaban sólo consideraciones y valores materialistas. Así, se marginó lo espiritual; sus prohibiciones y alegatos fueron descartados en favor de las leyes económicas, leyes a las que se les confirió la autoridad de leyes naturales (que se mantienen hoy en día).

La religión oficial se convirtió en un teatro evasivo que le dio la espalda a las consecuencias reales y bendijo principalmente a los poderosos. Ante la "destrucción creativa" impulsada por el capitalismo según la definió Joseph Schumpeter, uno de sus teóricos eminentes se desarrolló la moderna retórica de la política burguesa para esconder la lógica inmisericorde de la práctica subyacente en ella.

La oposición socialista, desencantada de la retórica y la hipocresía, insistió en la práctica. Esta insistencia fue el genio de Marx. Nada lo apartó de su meta y develó la práctica capa tras capa hasta desnudarla de una vez y para siempre. La espantosa vastedad de la revelación le otorgó autoridad profética al materialismo histórico. ¡Yacía aquí el secreto de la historia y sus sufrimientos! Ahora podía explicarse todo en el universo (y resolverse) sobre una base material, abierta a la razón humana. Incluso el egoísmo sería desterrado tarde o temprano.

* * *

La imaginación humana, sin embargo, tiene gran dificultad para vivir estrictamente dentro de los confines de una práctica o filosofía materialistas. Sueña, como un perro en su cesta, con liebres a campo abierto. Y así, durante estos dos siglos, lo espiritual persistió, pero asumiendo nuevas formas marginales.

Tomemos a Giacomo Leopardi, nacido en el año exacto que abre nuestro periodo: habría de convertirse en el poeta lírico moderno más grande de Italia. Como hijo de su tiempo, fue un racionalista y estudió, como materialista, el universo. Pese a esto, su tristeza y el estoicismo con que la sobrellevó se tornaron, dentro de su poesía, en algo más grande que el universo. Mientras más insistió en la realidad materialista que lo circundaba, más trascendente se hizo su melancolía.

Así también gente que no era poeta intentó hacer excepciones al materialismo que dominó su época. Estas personas crearon enclaves de lo ulterior, de lo que no cabía en las explicaciones materialistas. Estos enclaves semejaban escondites y con frecuencia se mantuvieron en privado. Eran visitados de noche. Pensados con respiración agitada. Algunas veces se transformaron en teatro de la locura. Otras fueron cercadas como si fueran jardines.

Aquello que contenían, las formas de lo ulterior a resguardo en estos enclaves, varió de acuerdo con el periodo, la clase social, la decisión personal o la moda. El romanticismo, el resurgimiento de lo gótico, el vegetarianismo, Rudolf Steiner, el arte por el arte, la teosofía, los deportes, el nudismo... Cada movimiento salvó para sus seguidores fragmentos de lo espiritual que estaba proscrito.

La cuestión del fascismo, por supuesto, no puede evadirse aquí. Provocó lo mismo. Nadie debe presumir que el mal no posee poder espiritual. De hecho, uno de los mayores errores de estos dos siglos tuvo que ver con el mal. Para los materialistas filosóficos, la categoría estaba descartada y para los retóricos del sistema el mal lo encarnaba ¡el materialismo marxista! Esto abrió mucho campo para lo que Kierkegaard ha llamado correctamente el "parloteo del diablo", el parloteo que erige una pantalla terrible entre el nombre y la cosa, entre el acto y la consecuencia.

Sin embargo, la más original de las formas marginales de lo espiritual en este periodo fue la fe trascendente, aunque secular, de quienes lucharon por la justicia social en contra de la voracidad de los ricos. Esta lucha se extendió del Club des Cordeliers de la Revolución francesa a los marineros en Kronstadt o a mis amigos estudiantes de la Universidad de Praga. Incluyó a miembros de todas las clases campesinos analfabetas y profesores de etimología. Su fe era muda, pues carecía de declaraciones rituales. Su espiritualidad fue implícita, no explícita. Probablemente produjo más actos asumidos de sacrificio propio, de nobleza (una palabra que tal vez algunos aborrecían), que cualquier otro movimiento histórico en este periodo. Las explicaciones y estrategias de los hombres y mujeres comprometidos eran materialistas, pero sus esperanzas y la tranquilidad inesperada que alguna vez hallaron en sus corazones fueron las de visionarios trascendentes.

Decir, como se ha dicho, que el comunismo era una religión es no entender nada. Lo que cuenta es que para millones de personas las fuerzas materiales del mundo contenían como nunca antes una promesa de salvación universal. Si Nietzsche había anunciado que Dios estaba muerto, estos millones sintieron que se escondía en la historia y que si juntos podían cargar todo el peso del mundo material, las almas encontrarían de nuevo alas. Su fe marcó un camino para la humanidad atravesando la oscuridad habitual del planeta.

Sin embargo, en sus análisis sociopolíticos no había espacio para una fe de este tipo: por ello, trataron la suya como a un hijo amado pero ilegítimo, al que nunca bautizaron. Y aquí comienza la tragedia. Como esta fe era innombrable, hubo quienes la usurparon con facilidad. En nombre de su determinación y su solidaridad, las maquinarias de los partidos justificaron los primeros crímenes y después los crímenes que habrían de cubrir crímenes ulteriores, hasta que finalmente no hubo más fe en ningún sitio.

* * *

A veces, por su inmediatez, la televisión produce una suerte de parábola electrónica. Berlín, por ejemplo, el día en que se abrió el Muro. Rostropovich tocaba su cello al lado de un Muro que ya no proyectaba sombra alguna, y millones de berlineses del Este se abalanzaron al Oeste a comprar ¡con un estipendio que les otorgaron los bancos de Alemania Occidental! El mundo entero presenció el momento en que el materialismo perdía su imponente poder histórico ¡y se convirtió en una lista de compras!

Una lista de compras implica consumidores. Es por esto que el capitalismo cree haberse ganado el mundo. Bloques del Muro de Berlín se venden ahora por todo el orbe. Cuarenta marcos por un trozo grande del lado occidental, diez marcos por un pedazo del lado Este. Recientemente, se abrió el primer McDonald's en Moscú; el año pasado, el primer Kentucky Fried Chicken en la Plaza Tiananmen. Las multinacionales se han hecho globales en el sentido de que son más poderosas que cualquier Estado-nación. El libre mercado se instalará en todas partes.

Si la filosofía materialista de los últimos dos siglos se agotó, qué va a pasar con la fantasía materialista de la que es absolutamente dependiente el consumismo y por lo tanto el capitalismo global?

Las técnicas de venta se intercalan en nuestras vidas tan regular y sistemáticamente como cualquier ciclo de oración en un seminario. Transfiguran el producto o el empaque ofrecido para que adquiera un aura y gane resplandor, lo cual promete una especie de inmunidad temporal contra el sufrimiento, una suerte de salvación provisional, y el acto curativo es siempre el mismo: comprar. Así, cualquier artículo de consumo se torna una manera de soñar pero, lo que es más importante, la imaginación se vuelve adquisitiva por aceptar el credo de Ivan Boesky cuando se dirigió a los alumnos de posgrado en la escuela de administración de Berkeley: "Creo que la codicia es saludable. Uno puede ser ambicioso y sentirse bien con uno mismo."

La pobreza de nuestro siglo no tiene comparación. No es, como antes, el resultado de una escasez natural, sino de una serie de prioridades impuestas por los ricos al resto del mundo. En consecuencia, nadie se apiada de los pobres modernos, salvo algunos individuos. Más bien se les desecha como basura. La economía de consumo de siglo veinte ha producido la primera cultura en la que un pordiosero no es recordatorio de nada.

* * *

La mayoría de los cronistas de los sucesos de Europa del Este destacan un retorno a la religión y al nacionalismo. Esto es parte de una tendencia mundial, y sin embargo la palabra "retorno" puede confundir porque las organizaciones religiosas en cuestión no son las que eran antes, y la gente que impulsa este "retorno" vive con transistores al final del siglo veinte, no del dieciocho.

En Latinoamérica, por ejemplo, hay una corriente de la Iglesia católica (para vergüenza del Papa) que hoy en día encabeza la lucha revolucionaria en pos de justicia social y ofrece un medio de supervivencia para los considerados basura histórica. En muchas partes del Medio Oriente, el gran atractivo del Islam es inseparable de la conciencia social que promete en nombre de los pobres, o de los desposeídos y los exiliados (como en el caso de los palestinos), en contra de la despiadada maquinaria económica y militar de Occidente.

Los nacionalismos que hoy resurgen, reflejan una tendencia parecida. Todos los movimientos de independencia tienen demandas económicas y territoriales, pero su primera exigencia es de orden espiritual. Los irlandeses, los vascos, los corsos, los kurdos, los kosovos, los azerbaijanos, los puertorriqueños y los latvos tienen poco en común, cultural o históricamente, pero todos ellos quieren liberarse de los centros ajenos, distantes, que en su amarga experiencia han llegado a identificar como centros sin alma.

El corazón de todo nacionalismo tiene que ver profundamente con los nombres: con la más inmaterial y original de las invenciones humanas. Quienes consideran que los nombres son un detalle sin importancia nunca fueron desplazados; pero a los pueblos de las periferias se les desplaza siempre. Es por eso que insisten en que se reconozca su identidad, que insisten en su continuidad: sus vínculos con sus muertos y con aquellos que no han nacido aún.

Si el "retorno" a la religión es en parte una protesta contra la falta de interioridad de los sistemas materialistas, el resurgimiento del nacionalismo es en parte una protesta contra el anonimato de esos sistemas, su reducción de todo y de todos a estadísticas y efemérides.

La democracia es una demanda política. Pero es algo más. Es una demanda moral por establecer derechos individuales, por decidir bajo qué criterios se dice que una acción es buena o mala. La democracia nació del principio de conciencia. No, como el libre mercado nos ha hecho creer, del principio de opción que en caso de que sea un principio en absoluto es relativamente trivial.

* * *

Lo espiritual, marginado, replegado a los rincones, empieza a recuperar el terreno perdido. Esto sucede, sobre todo, en la mente: se abandonan los viejos razonamientos, el antiguo sentido común, incluso algunas gastadas formas de la valentía; y retornan, exigiendo lo suyo, encuentros y búsquedas poco usuales por haber permanecido demasiado tiempo relegados a las periferias. Aquí es donde empieza la felicidad tras los rostros de las fotografías. Pero no termina aquí.

Una reunión ha ocurrido. Los separados se juntan aquellos aislados por fronteras y por siglos. A lo largo del periodo que finaliza, la vida cotidiana, con toda su crudeza, se justificó en aras de un futuro radiante: los vivos se sacrificaban sin cesar en nombre de un nuevo hombre comunista, de la promesa de la ciencia que alejaría para siempre las fronteras de la ignorancia y el prejuicio, y más recientemente, de la promesa de las tarjetas de crédito que comprarían la siguiente felicidad instantánea.

Esta necesidad excesiva de un futuro radiante separó el presente de todas las épocas y experiencias anteriores. Quienes vivieron antes se hallan mucho más lejos que nunca en la historia. Sus vidas quedaron fuera de la excepción única que es el presente. Así, durante dos siglos la "promesa" futura de la historia aseguró una soledad sin precedentes para los vivos.

Hoy los vivos se reencuentran con los muertos, incluso con los muertos remotos, y comparten su dolor y su esperanza. Curiosamente, esto también forma parte de la felicidad tras los rostros de las fotografías.

Qué tanto puede durar este momento? Todos los peligros imaginables de la historia aguardan bajo sus alas: intolerancia, fanatismo, racismo. Las colosales dificultades económicas de la supervivencia cotidiana de hoy van a ser resueltas, en teoría, por el libre mercado. Con un mercado así llega el riesgo de nuevos y ávidos apetitos por el dinero, con toda la voracidad de la ley de la selva. Pero nada está determinado a fin de cuentas. El alma y el estafador salieron de su escondite al mismo tiempo.



Traducción de Ramón Vera Herrera






Autorretrato 1914-1918

John Berger


Hoy me parece haber estado tan cerca de aquella guerra.

Nací ocho años después de que había concluido

Cuando la huelga general había sido aplastada.


Sin embargo nací bajo bengalas y metralla

En un sendero lodoso

Entre miembros sin cuerpos.


Nací de la mirada de los muertos

Amamantado en una trinchera

Envuelto en pañales de gas mostaza.


Nacido cerca de Abbeville

Con lodo entre el índice y el pulgar

Era yo una infundada esperanza de supervivencia.


Pasé mi primer año de vida

Entre las hojas de una Biblia de bolsillo

embutida en una mochila caqui.


El segundo lo pasé

Con tres fotos de una mujer

que guardaba en una revista del ejército.


En el tercer año

A las 11 a.m. del 11 de noviembre de 1918

Me convertí en todo lo imaginable.


Antes de que pudiera ver

Antes de que pudiera gritar

Antes de que pudiera sentir hambre


Yo era un mundo listo para que los héroes lo habitaran.




Versión de Rafael Vargas