La Jornada 4 de agosto de 1996

Fiesta de la unidad con invitados heterogéneos y la vista en el 97

Rosa Icela Rodríguez e Ismael Romero #&164; Andrés Manuel López Obrador logró su segunda victoria: iniciar su mandato con unidad, armonía y tolerancia.

De la ceremonia, los grupos y personalidades del PRD salieron confiados, eufóricos, con la mirada puesta en 1997 y la

atención en los gestos de sus líderes, que en política cuentan. Vieron cómo Andrés Manuel López Obrador y Porfirio Muñoz Ledo sellaron el relevo con un abrazo sudoroso. Festejaron a los ex candidatos Amalia García y Heberto Castillo, sentados a la diestra del nuevo presidente perredista retando a los agoreros de la ruptura. Y ahí, frente a todos, un saludo frío entre Cuauhtémoc Cárdenas y Muñoz Ledo.

Ruidoso acto de los perredistas en el Palacio Mundial de las Ferias, que en todo momento no dejaron de analizar a los jóvenes -y algunos no tanto- integrantes del Comité Ejecutivo Nacional (CEN), que acompañarán -``si trabajan bien''- en los próximos tres años a López Obrador. Después de la cruenta contienda interna, provenientes de las distintas corrientes y de diversos compromisos, ayer parecían ver hacia adelante. Atrás quedaron las críticas agrias de la campaña por parte de Ramón Sosamontes, quien ayer dijo: ``hay que sumar alrededor de Andrés''.

El nuevo líder había iniciado con el pie derecho. Por la mañana, en ceremonia aparte, logró que en un fast track le aceptaran la lista del Comité Ejecutivo Nacional de consenso, y que ``los políticos experimentados'' aceptaran -todos- formar parte de la Comisión Política del PRD: Cárdenas, Muñoz Ledo, Castillo, Arnoldo Martínez, Rodolfo González Guevara, Adolfo Gilly y Rosalbina Garavito (``la jovencita del grupo'').

Tolerancia para invitados

Y tanta fue la tolerancia que al evento de toma de posesión, el nuevo dirigente calificado como ``radical'', invitó a diputados del PRI, como Jaime Martínez Veloz, Oscar Levín Copel y a su paisano Raúl Ojeda Zubieta, por lo que alguien dijo: ``haber si no lo regañan...''

Y ver para creer; sin recibir ningún insulto, hasta la insólita presencia del mismísimo Rafael Aguilar Talamantes, por todos conocido, que de entrada dijo que ``le entraba a las alianzas''. Faltaba más.

En un momento dado de la ceremonia, justo cuando Muñoz Ledo enviaba su mensaje, en el estrado se hizo un conciliámbulo entre los miembros del nuevo CEN. Había surgido el primer problema y habría que resolverlo, la maestra de ceremonias Angélica de la Peña no sabía qué hacer. ``!Chin!... ¿y ahora?''.

Resulta que no sabían si anunciar públicamente o no los nombres de las personalidades que asistieron al local de la calle Lafragua. La decisión final la tomó el propio López Obrador: ``no podemos arriesgar a nuestros invitados a que sufran una rechifla, mejor anúncielos en lo general''.

De entre el calor de la ceremonia, de los miembros del CEN surgió fuerte la versión -que López Obrador no quiso confirmar ni rechazar-: Cuauhtémoc Cárdenas, candidato a gobernador del Distrito Federal; Manuel Camacho Solís, a senador; y Porfirio Muñoz Ledo a diputado. La terna invencible que iniciará campaña ¡para ya! rumbo a 1997. Muchos perredistas dijeron que no estaba ``nada mal''. Inútilmente esperaron que Camacho llegará al evento.

Algunos otros preguntaron ``¿y Demetrio (Sodi)?'', a lo que Armando Quintero contestó socarrón: ``Hay para todos...'', y apuntó al ex priísta sentado en las filas amontonadas, justo cerca de donde se encontraban sentados -y no se dieron por enterados- Santiago Creel, José Agustín Ortiz Pinchetti, Néstor de Buen y Carlos Martínez Assad. Un poco más a la izquierda Benito Mirón, Ricardo Barco, Jorge García Ramírez y Cecilia Corona y no faltaron quienes pidieran libertad a La Quina con calcomanías en sus solapas. Pegados a la derecha Jesús González Schmal y Mauro Gonzalez Luna, también aplaudieron, al igual que una guapa representante del Partido Verde Ecologista

La despedida a Porfirio, de pie

Y al interior, hasta quines se habían ido del PRD volvieron, como la senadora Irma Serrano, que aplaudió a la menor provocación cuando habló López Obrador, como si fueran pocos los 60 minutos y las 32 cuartillas que duró la lectura. Sin embargo, fue la única que con un mohín le negó el aplauso a Muñoz Ledo, que otros muchos simpatizantes y adversarios le ofrecieron -puestos de pie- en su despedida, antes, entre y después del sobrio mensaje donde le deseó éxito a su sucesor. El experimentado orador sudaba y sudaba, mientras leía algunas ideas que había garabateado. Todo lo improvisó.

Temprano, muchos vieron llegar a Cuauhtémoc Cárdenas y a Porfirio Muñoz Ledo a la calle de Lafragua, cada quien por su lado. Y cuando el primero se dirigía al elevador, no vio cuando el segundo se detuvo y buscó otro ascensor. Así, separados se abrieron paso entre el gentío. Atrás de Muñoz Ledo sus guaruras, detrás de Cárdenas sus hijos.

El grito ensordecedor de varios de los miles de perredistas se escuchó cuando antes de la ceremonia subió Cárdenas al estrado, a su lado un serio Muñoz Ledo le preguntó: ``¿Qué le pasa a Camila?''. Una respuesta seca: ``La están operando en estos momentos''. Evasivos, apenas se miraron por un segundo. No hubo más. Se referían a la hija menor de los Cárdenas Batel, a quien la intervenían en el Hospital Inglés, razón por la cual el ex candidato presidencial abandonó la ceremonia.

-¿Cómo vio a Cuauhtémoc?, se le preguntó al presidente saliente. ``Bien, pero lo veo preocupado y tenso. Tiene enferma a su hijita'', respondió.

Hora y media después regresaría, justo cinco cuartillas antes de que terminara el discurso, cuando López Obrador hablaba de unidad, y de llamar a todos a empujar juntos para alcanzar el poder.

Fue ahí cuando los perredistas de Campeche dijeron que esperan que Andrés Manuel ``le eche candela'', por eso se rieron cuando ante el gran calor que se sentía en el enorme salón que resultó insuficiente, antes de emitir su mensaje, de plano se quitó y aventó el saco de su traje nuevo.

De inmediato se notó en el tabasqueño que no es amante del protocolo, y que ni en ocasiones especiales está dispuesto a aguantar muchas cosas. De entrada, se supo que también rechazará el uso de agentes de seguridad para su uso personal y que evitará al máximo los viajes al extranjero.

Así en el arranque, los perredistas e invitados -20 del cuerpo diplomático- dijeron esperar que el nuevo líder ``le dé el empujón'' que necesita la izquierda en el país y que cumpla con su compromiso de hacer alianzas.

Hubo un momento en que se escucharon gritos de ``¡Fuera!'', y se creyó que era algún ``gesto feo'' para un invitado. Pero no. La consejera nacional Sara Lovera y otras mujeres con mantas pancartas y gritos pedían: ``Fuera desayunos y despensas'', ``no a la toma de asistencia en las marchas''.

Mario Saucedo, quien dijo que con la secretaría general bajo el mandato de Porfirio ``me tocó bailar con la más fea'', espera mejores oportunidades de desarrollo político en su partido y mayor eficiencia en su calidad de presidente del Consejo Nacional perredista.

La marimba Brisas del Grijalva traída especialmente del sureste del país, amenizó el acto al ritmo de Tabasco es un Edén, mientras en el templete, la mayoría eran rostros conocidos. En esta ocasión no hubo división de grupos, lo mismo la gente más cercana de Cuauhtémoc, como Ricardo Pascoe, compartió el estrado con los allegados de Amalia García y Heberto Castillo.

Raymundo Cárdenas, Laura Castillo, Eduardo Espinoza, Rosa Márquez, Humberto Zazueta, Martín Longoria, Cristina Laurell, Rosario Robles, Pablo Gómez, Mara Robles, Saúl Escobar, y Carlos Navarrete, entre otros, hacían bromas y comentarios con el zacatecano Manuel Ortega, ``es el del bigote'', quien coordinará el movimiento popular.

Al final la gente aclamó a Cárdenas, unánimemente pidió su intervención; sin embargo, el ex candidato presidencial comentó: ``no, hoy no me toca''. Discretamente se escurrió entre la gente para permitir que toda la atención se centrara en López Obrador.

Antes de retirarse, los integrantes del CEN fueron convocados por el secretario general Jesús Ortega: ``mañana domingo a las 11 horas hay que empezar a trabajar''. Nada de descansos