Antonio Gershenson
Reforma electoral y Senado

No son tantas las buenas noticias como para quererse callar cuando tenemos una, o como para quererla minimizar. El hecho es que tenemos iniciado el proceso de la reforma electoral más relevante que podamos recordar. Que si quedan pendientes, claro que quedan. Habrá algún momento en que no queden pendientes? Habrá algún momento en que la historia se termine o se detenga? Creo que es muy válida la frasecita de que ``lo único permanente es el cambio''.

Se reformó la Constitución. Uno de los aspectos que deberán concretarse al modificarse la Ley respectiva es la forma de agregar al Senado 32 nuevos integrantes que serían electos por el principio de representación proporcional. Esto ya ha dado lugar a polémica, porque la razón de ser de una Cámara de Senadores es la representación, en plano de igualdad, de los estados del país y, más en general, de sus entidades, que incluirían hoy también al Distrito Federal y, si vuelve a haberlos como los hubo hace años, a los Territorios. La representación en forma aproximadamente proporcional a la población de cada entidad se tiene en la Cámara de Diputados.

Considero que ambos principios igualdad en la representación de las entidades y representación proporcional al número de votos de cada partido son compatibles. Sobre la base de lo ya planteado en la reforma constitucional recién aprobada en las dos cámaras federales, hablaríamos del criterio que debería usarse para cubrir esos 32 escaños, uno por entidad, de representación proporcional.

Se ha hablado de que, en la lista de 32 candidatos de cada partido, debe haber uno de cada entidad. Creo que eso es correcto, y agrego algo más sobre estas mismas bases. Para que hubiera representación igual por cada entidad, no bastaría el requisito que acabamos de mencionar: si el criterio de prioridad dentro de la lista de un partido fuera, como sucede con los diputados, el orden que el candidato ocupe en esa lista, podría suceder que las listas de varios partidos, o incluso de todos, estuvieran encabezadas por candidatos de las entidades más pobladas. Entonces, como los primeros de cada lista partidaria entrarían al Senado y los últimos no, podría haber más senadores de unas entidades que de otras, rompiéndose el principio de igualdad en la representación de las mismas.

Tendría que ingresar al Senado, de estas listas de representación proporcional, un candidato por cada entidad. Si, como se dijo durante la polémica, una parte de los senadores va a representar a la Nación como la representan, según la Constitución, los diputados, pierde sentido el sistema de dos cámaras. Para el caso, deberíamos de tener una sola, que por lo menos sería más fuerte y capaz de tener un mejor equilibrio con el poder Ejecutivo, ahora tan hegemónico.

Yo considero que, además de esto, y para que pueda haber una mejor representatividad de los estados, el criterio de prioridad dentro de la lista de cada partido debe ser el porcentaje de votos que ese partido obtuvo en la entidad. Además, habría preferencia en el orden de asignación de escaños hasta llegar al número determinado por el porcentaje nacional de votación a los partidos que no tuvieran ya ganado uno o más escaños de mayoría o de primera minoría. De este modo, cada entidad estaría mejor representada. Por ejemplo, si un partido obtiene 40 por ciento de la votación, otro el 30 por ciento, un tercero el 20 por ciento y los demás se reparten el 10 por ciento restante, el primero tendría los dos senadores de mayoría, el segundo tendría el de primera minoría y, si le corresponde por su votación nacional, el tercero tendría el senador de representación proporcional.

Creo que esta opción es mejor que otra que ignorara lo aquí señalado y permitiera la posibilidad de que fuera senador por un estado alguien que en él obtuvo menos del uno por ciento de los votos, por ejemplo. También creo que es mejor que si a un partido le corresponde por su votación cierto número de escaños de representación proporcional, los tenga por entidades en las que tenga más presencia, y no por lugares en los que ni lo conocen.