El aberrante fallo de un tribunal militar italiano, que absolvió al criminal de guerra nazi Erich Priebke, responsable del asesinato de 355 italianos presos durante la Segunda Guerra Mundial en las Fosas Ardeatinas de Roma, ha provocado una ola mundial de indignación a la que se ha sumado incluso el gobierno argentino (el asesino vivió 50 años en ese país) y el mismo Vaticano. La inmediata reacción popular ha impedido que el criminal de guerra saliera en libertad y lo ha sitiado en la cárcel romana de Regina Coeli desde la cual podría ser deportado a Alemania, donde es de esperar se haga justicia en un próximo juicio.
Los jueces militares le concedieron a Priebke el atroz atenuante ya utilizado para dejar en libertad a los culpables de las torturas, crímenes y desapariciones masivas en Argentina, la llamada ``obediencia a las órdenes superiores''. Ellos actuaron con solidaridad de casta y con olvido de la más elemental justicia que hace que los crímenes contra la humanidad no prescriban ni tengan atenuante alguno pues la disciplina militar no justifica la violación atroz del derecho de gentes ni puede convertir a los ejércitos en bandas de asesinos.
Es notable que esta absolución de ``Nuremberg a la italiana'' la califica un importante politólogo peninsular, para vergenza de Italia coincida con la tendencia revisionista histórica tan necesaria para borrar la memoria de los pueblos, destruir los valores éticos, hundir a las conciencias en un turbio pantano donde todo es igualmente oscuro y rezuma descomposición por igual. El ``pasado que no pasa'' así se toma su venganza contra quienes han tratado, tratan y tratarán, por el contrario, de suprimir definitivamente los monstruos políticos e ideológicos que, como el nazismo, con sus genocidios, ensangrentaron este siglo que está terminando. Este blanqueo del nazismo y del fascismo (como el que en Rusia intentan otros con el estalinismo) desarma las conciencias, despolitiza y desmoraliza, para dejar al mundo desnudo, en manos de los hacedores del nuevo ``pensamiento único'' neoliberal. Se preparan de este modo masacres mayores y se acostumbra a quienes perderán la memoria histórica a convivir con el crimen y las atrocidades porque la putrefacción moral que no se entierra infecta definitivamente al cuerpo social y cierra el camino a una humanidad más civilizada.
Como dice el presidente italiano Luigi Scalfaro: ``los crímenes contra la humanidad no tienen perdón''. Priebke, como el nazismo, ha sido condenado por todas las personas libres y las víctimas del asesinato colectivo en las Fosas Ardeatinas gente apresada al azar, resistentes monárquicos, comunistas, socialistas, niños, militares, ateos, miembros, 75, de la comunidad judía no claman venganza sino justicia. Alemania tiene ahora el deber de reparar el daño causado al mundo por los militares italianos y de responder al clamor de un pueblo que, con su sangre, expulsó al invasor nazi y derribó al opresor fascista, y de los judíos romanos, doblemente ofendidos como italianos y como víctimas del racismo.