Daniel Cazés
Engaños de la ``reforma''

La llamada reforma definitiva fue aprobada en el más puro y tradicional estilo priísta: a espaldas de la ciudadanía y sin tomar en cuenta su existencia. Resultado de una prolongada concertacesión en la que se hicieron cómplices casi todos los jefes de los partidos, el gobierno y de los medios, el Congreso cumplió órdenes y otorgó su unanimidad mansa y silenciosa.

Nadie consultó a los ciudadanos ni a las ciudadanas antes de imponerles un nuevo régimen electoral que, en lo sustancial, se parece al que hemos padecido por lo menos desde 1910.

Es cierto que se aprobaron algunos cambios de cierta relevancia, cuya lista ha sido detallada y alabada sin medida por la mayoría de quienes se dedican profesionalmente a la política. Pero esos cambios no contienen ningún germen de una participación ciudadana mayor que la actual en la toma de las decisiones que conciernen a todos y todas, y mucho menos en su ejecución.

Aún no hay nadie dedicado a la política o a la politología que pueda demostrar de manera creíble la esencia democrática de la sobrerrepresentación de un partido en lo que se insiste en llamar Parlamento. No debería ser el único criterio numérico la representación proporcional por entidad, con diputados según el número de ciudadanos de cada una?Nadie puede pretender seriamente que seguir impidiendo la vida municipal de la mayor concentración ciudadana del país es ejemplo del avance que festejan con gran alegría los concertacesionantes y quienes se benefician de su acción. Los defeños tenemos derecho a la ciudadanía plena, aunque los dueños de las decisiones que llaman consensuales se obstinen en ignorarlo.

En su sentido original, el término política se refirió al servicio público que la comunidad esperar de sus integrantes y que éstos asumen como contribución a la sociedad que los identifica, reconoce y enmarca su cotidianidad. Pero han pasado eras íntegras de la historia humana desde que se demostró que la política tiene como rasgo fundamental ser un negocio turbio, plagado de engaños, exclusiones, corruptelas y demás prácticas características del campo.

La ``reforma definitiva'' objeto de tantas alabanzas es un engaño en la medida en que suprime la posibilidad de que los electores y las electoras participen en las decisiones a través de la consulta ciudadana: el mejor ejemplo de esta exclusión absoluta es esta misma ley, negociada y aprobada sin que nadie más que los jefes políticos pudiera siquiera dar su opinión. No debió acaso someterse su contenido a plebiscito, y su aprobación a referéndum?Esta ``reforma electoral, la más democrática con que ha contado México y se ha aprobado con el mayor de los consensos'', es un engaño también porque no contempla la representación de los ciudadanos y las ciudadanas en el Poder Legislativo, sino su sustitución por diputados y senadores que sólo se representan a sí mismos y no rinden cuentas a nadie, o cuando mucho a quienes ejercen la propiedad de sus partidos, facciones o grupos.

La ``reforma política que ha dejado satisfechos a todos'' es un engaño, además, porque mantiene el actual sentido de los distritos electorales: sólo existen para designar candidatos en un proceso en que los electos, más o menos limpiamente, reciben un cheque en blanco para actuar y votar como se les pegue la gana o como lo indique el jefe de su grupo político, sin tomar jamás en cuenta la opinión de sus supuestos mandantes.

Esta alabadísima ``reforma'' sepulta toda posibilidad de recuperar el sentido de servicio que debiera definir a la política, porque permite que los detentadores de los puestos llamados de elección tengan las facultades de fijarse sueldos estratosféricos y de incrementárselos a voluntad. Y que, con pocas excepciones, pueden postularse para el mismo puesto tantas veces como lo deseen. No debieran consultar e informar a sus electores, actuar sin cobrar en nombre de ellos y limitar su intervención en la política, por ejemplo durante una década, para permitir que más personas pudieran ser electas, y evitar tanto la profesionalización de la política como la integración de corporaciones de ``representantes'' y funcionarios que defienden sólo sus intereses?Hay nueva ``reforma'', en efecto. Con ella es posible engañarse y engañar a otros durante largo tiempo. Pero también hay quienes no se engañan a sí mismos. Los planteamientos no gubernamentales de San Cristóbal, San Andrés y los Aguascalientes siguen siendo la alternativa ante la definitividad y sus engaños.