La Jornada 1 de agosto de 1996

Apartheid, el que ex regentes no puedan ser candidatos: Camacho

Víctor Ballinas Manuel Camacho Solís aseveró que es una violación grave a la Constitución, y ``una represalia política del presidente de la República y de su secretario de Gobernación contra mi persona'', el candado que se propone en el artículo 122 para que los ex regentes no puedan participar como candidatos a dirigir el gobierno del Distrito Federal.

Recurriría a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, advirtió, si el gobierno decide sacar adelante su iniciativa, porque ``es una clara violación constitucional''.

Se trata de una ley Ad hominem que se aplica con carácter retroactivo en contra de los derechos constitucionales de un grupo de ciudadanos. ``Es un apartheid. Un acto así no tiene precedente en la historia constitucional del país. Invocar el principio de la no relección cuando no hubo elección es un absurdo'', señaló el ex regente en conferencia de prensa.

El ex canciller dijo que el gobierno puede cerrar esos espacios, ``y aun cuando se ha decidido a llevar a la Constitución una exclusión política de facto, sabemos que está dispuesto a llegar más lejos''.

Por qué está tan seguro de que es una decisión contra usted, no es exagerado asumirlo así?

Si no es contra mi persona no habría dificultad para el PRI y el Presidente, pues todos los ex regentes aceptan la disciplina priísta, con la excepción de un servidor que ya no milita allí. Si no tuviera destinatario no tendrían que hacer una aberración jurídica de esa magnitud. Con que a los otros ex regentes les dijeran ``no van a ser candidatos'' no habría problema.

Insistió: ``Yo respeto mucho a los anteriores ex regentes, pero sé que ninguno ha manifestado su deseo de participar. Que la prohibición a que uno de ellos participe como candidato a jefe del gobierno del Distrito Federal se eleve a rango constitucional nunca había ocurrido en la historia constitucional del país. Ni en época de Porfirio Díaz se usaba hacer las cosas así.''

Camacho afirmó que ``nadie se atrevió a tomar una decisión de esa naturaleza. En lugar de estar ante una ley de reformas, ante una ley Juárez, ante una ley Lerdo, ante el gran pacto de Palacio Nacional, estamos ante una cláusula Zedillo-Chuayffet para que un ciudadano no pueda participar ni ejercer su derecho''.

Esto ``desde luego que dificulta enormemente mi acción, pero nadie me va a impedir seguir haciendo lo que yo creo y opinar sobre los asuntos públicos de mi patria''. Afirmó que hay obsesión del Ejecutivo contra él: ``Si nosotros no representamos nada como nos dijo el secretario de Gobernación, que ya no tenemos futuro ni somos nadie, entonces la única explicación es una obsesión, porque si no somos un peligro somos una obsesión. O les podríamos ganar o hay una obsesión.``Por otra parte, destacó que el paquete de la reforma política contiene avances significativos, pero la transición mexicana a la democracia sigue inconclusa.

La reforma contiene, subrayó Camacho, ``una serie de decisiones impulsadas por el gobierno que tienden a asegurar la mayoría del PRI en la Cámara de Diputados mediante diversos recursos, como impedir la configuración de una amplia convergencia de las fuerzas de oposición; evitar cualquier cambio significativo en el sistema de partidos vigente, y ampliar el margen del gobierno federal frente al gobierno del Distrito Federal ante el posible triunfo del PAN en esta plaza.




Oscar Camacho y Mireya Cuéllar Cuando Alejandro Rojas se plantó en tribuna todos sabían para qué había pedido la palabra. Pero más tardó en hacerlo explícito que en recibir una lluvia de insultos, silbidos y abucheos.

Ustedes saben que esta parte de la reforma está destinada a impedir el paso a la participación política de Manuel Camacho Solís...? preguntó retador.Síííí...! le espetó entonces, en un coro de oriente a poniente del salón de sesiones, la mayoría priísta, con especial festejo en la zona del Bronx.

Sin desanimarse, Rojas buscó otro ángulo de ataque.

Estamos o no aprobando una reforma democrática...? Pero los priístas, y en forma singular los del Bronx, ya estaban sintonizados.

Noooo...!

Rojas no se dio por vencido.

Qué no estamos aprobando supuestamente la gran apertura para la defensa de los derechos civiles de todos?

Noooo...! volvieron a la carga los del Bronx.

Qué no estamos promoviendo los derechos y las libertades de todos los mexicanos? casi gritó.

De nuevo los priístas lo pararon en seco.Noooo...!

Entonces, por qué vamos a aprobar una reforma que limita los derechos de unos?, pareció seguir el toma y daca sin darse por vencido.

Entonces la contundencia de los priístas fue absoluta.

Pues porque síííí , remataron eufóricos en el anonimato de sus curules y felices con el veto a Camacho Solís que, decían, ``es lo menos que se merece por su soberbia y su traición...''.

Por qué le temen?, preguntó casi al final Alejandro Rojas, quien demandó que imperara el derecho por encima de otros intereses y que no fuera una ``obsesión choricera'' la que se impusiera para impedirle el paso ``a un hombre, a algunos personajes que pueden contribuir con sus ideas al perfeccionamiento de la democracia''.

La decisión, sin embargo, estaba tomada. Y no allí, en la Cámara de Diputados. La decisión, diría el propio Manuel Camacho en una carta que distribuyó Rojas Díaz-Durán, es una ``represalia política dirigida hacia mi persona por el presidente de la República y su secretario de Gobernación''.

Decisión que, sin embargo, convalidaron al final 455 diputados de todas las fracciones, con cinco excepciones: la abstención simbólica del perredista Armando Quintero y el voto en contra también simbólico en lo particular de Graciela Rojas, Graco Ramírez, Alejandro Rojas y Salvador Martínez.

Sesión prácticamente de trámite fue la de ayer en el Palacio de San Lázaro, donde priístas, panistas, perredistas y petistas se congratulaban por la ``reforma histórica'' en que aprobaron la iniciativa: sin debate, sin objeciones, en tiempo récord 3 horas 40 minutos.

``Para Guinnes...'', decían en medio del barullo.

De todos, el más felicitado era quizá el priísta Humberto Roque Villanueva. Sus correligionarios lo llenaban de abrazos, de parabienes por ``como sacó adelante la reforma''.

Pero cuando más entusiasmo había en la cúpula priísta, por ahí se acercó el diputado del PRI Francisco Peralta Burelo para distribuir su folleto número 33 de Crónicas, anécdotas y otras cosas de la 56 Legislatura de la Cámara de Diputados, en el que parece recordarles que de la iniciativa que aprobaron no fueron capaces de escribir una sola línea durante los dos meses que las negociaciones estuvieron en San Lázaro. De cómo se hizo la reforma Peralta Burelo dice: ``Aquí se sirve lo que se cocinó en otra parte y quizá hasta se le pone un poquito de aderezo. Pero ojonada más. Los diputados no cocinan, sólo trabajan con el guisado.

``El guiso ya fue hecho. Expertos cocineros de la negociación política más, con toda seguridad, que de las ciencias de la política y del derecho habrán preparado la reforma del Estado.

``A nosotros nos toca poner la mesa o desempeñar el papel de mesa servida para que allí se deguste la rica comida. Habrá que cumplir con el rol que a los diputados y a su cámara se les ha asignado. Para eso y para no otra cosa, la convocatoria a este periodo extraordinario...''.

Por eso, cuando Alejandro Rojas subió a tribuna, los priístas ya sabían de lo que iba a hablar, y se prepararon para decirle que no, para abuchearlo y silbarle.No vaya a ser que se enoje el cocinero... decían.