La Jornada 1 de agosto de 1996

LA REALIDAD

Jaime Avilés, enviado, La Realidad, Chis., 31 de julio Con un homenaje a los combatientes caídos en enero de 1994, ``que hicieron posible este desvarío'', el subcomandante Marcos cerró esta tarde la ponencia del Ejército Zapatista de Liberación Nacional dedicada a la política en el Primer encuentro Intercontinental contra el Neoliberalismo.

Sobre un lodazal, discretamente chicloso debido al sol que brilló todo el día, Marcos habló para una audiencia pluriétnica y multilinge, en la que Danielle Mitterrand, Alain Touraine, Ivon Le Bot, Giselle Halimi, Tessa Brisac, el teatrero Jacques Blanc, y los cineastas Patrick Grandperret y Carmen Castillo representaban a la plana mayor de Francia; Eduardo Galeano y Daniel Viglietti a los uruguayos ilustres, James Petras a la élite intelectual de Estados Unidos, el solitario Pavel Luguín a los que forjaron el cine ruso de la perestroika, el venezolano Douglas Bravo y el peruano Hugo Blanco a la vieja izquierda latinoamericana, mientras Carlos Monsiváis, Luis Villoro, Juan Bañuelos y Oscar Oliva figuraban entre las celebridades del equipo anfitrión.


Eduardo Galeano (de pie), a su llegada a la
reunión de ayer.
Foto: Frida Hartz

Antes de la comparecencia de Marcos, la comisión organizadora propuso que la gente se agrupara por lenguas: los franceses en el ala izquierda de la silletería al aire libre, los italianos al centro, los alemanes más allá, y los japoneses, que resultarían ser sólo tres, alrededor de un escuálido arbolito. La idea era formar círculos en torno de los traductores, que susurrarían a lo largo de toda la lectura, como en efecto ocurrió.

Cuando el esquema estaba a punto de consolidarse, al conductor de la mesa se le ocurrió un chiste malísimo: ``A los que hablen otros idiomas, me gustaría decirles que se busquen su traductor, pero no creo me entiendan''. El público empezaba a impacientarse cuando alguien dio otro aviso: ``Dentro de un momento, el mayor Moisés vendrá a leer la introducción de la ponencia del ezeta''. Pero nadie se tragó la píldora.

La gente veía los caballos a lo lejos y los fotógrafos corrieron detrás del estrado cuando llegaron el Sup, el comandante Tacho, el mayor Moisés con escolta ecuestre. Y casi hubo un aplauso cuando Marcos, Moisés y Tacho subieron al escenario.

El texto que a partir de ese instante oiríamos, no fue, sin embargo, el más logrado. Dividida en siete partes y titulada Siete voces siete, la ponencia de los zapatistas produjo una situación inédita en esta guerra de la palabra contra el olvido: en cuanto Marcos empezó a leer, sus oyentes formaron corrillos para cuchichear entre ellos, como si nadie estuviera prestando atención.

``Me piden que vaya más despacio'', dijo Marcos, al final del tercer párrafo. Y siguió: ``El mes de julio, coma... Ay, sí'', y continuó silabeando como si dictara para un aula de niños en proceso de alfabetización. Mas como no era tampoco ésta la manera más eficaz para entrar en contacto con tantos universos linguísticos al mismo tiempo, probó a ver si comentando cada pasaje, o aligerando el fraseo en las imágenes poéticas más retorcidas, conseguía explicarse de veras.

Con estos recursos improvisados, o retando a sus traductores al rematar oraciones con los bordados retóricos del habla de los indios de Chiapas, Marcos realizó una ardua y penosa travesía a lo largo de las muchas páginas de un texto condenado por las circunstancias a fracasar. Y peor fue, que por una falla de coordinación operativa, la comparecencia del Sup coincidió con el momento en que se reanudaba la mesa especial, en la que habían hablado por la mañana Mitterrand, Touraine, Le Bot y Luguín, quien expresó su admiración profunda por la lucha zapatista y su deseo de que hubiese alguien como Marcos en Moscú.

Y si la mesa especial había sido una delicia bajo la conducción de Monsiváis, que moderó con desenvoltura por la mañana, el inicio de la segunda parte acabó entre gestos de Pablo González Casanova, quien estaba a punto de tomar la palabra en la casita de lámina en donde tantos lo escuchaban, cuando llegó una niña y dijo que Marcos hablaba en Aguascalientes. Debido a tal descontrol, Eduardo Galeano no llegó a tiempo de enterarse que el texto de Marcos estaba dedicado a él.

Pero no sólo a él sino también a Julio Cortázar y eso Galeano sí que lo entendería, y sobre todo a los zapatistas que cayeron el 1o. de enero y Marcos, la voz quebrada, se refirió en especial a su ``hermano, que murió de una bala madrugadora'', los muertos que hicieron posible la reunión, como dijo el Sup, de ``algunos de los mejores seres humanos de este siglo'', quienes mañana a primera hora se trasladarán a las residencias particulares de los indígenas. Llegarán desde Roberto Barrios, Morelia, La Garrucha y Oventic, para la clausura de la primera asamblea intergaláctica.