En Chiapas, al asalto de las rendijas que quedan
Hermann Bellinghausen, enviado, San Cristóbal de las Casas, Chis., 27 de julio Un problema en tres o cuatro municipios de Chiapas ya llegó a Sudáfrica y Mauritania, y ya rebotó en el Kurdistán en el exilio y los trajo acá de una buena vez: 41 países sumaron este mediodía su nombre y emprendieron el camino a Oventic en toda clase de transportes, en su mayoría autobuses de mediano calado.
En la explanada de Don Bosco, una alfombra de mochilas y equipos ligeros, cerca de mil 600 delegados extranjeros. Un grupo de canarios que la pasa bomba canta: ``Somos europeos por obligación'', cubriéndose las cabezas con una bandera canaria, y es que a lo mejor quieren ser africanos.
Si no estuvieran todos tan tranquilos esto sería un mitin, pero no. Es más bien una canción de U2, aunque suene fresa decirlo. De entre los europeos vienen los griegos también, se supone. Y los italianos, que todo el tiempo hablan y son como 300.
En espera de participantes en Oventic.
Foto: Frida Hartz
Así de Zooropa: ``No tengo compás/ y no tengo mapa/ y no tengo motivos/ motivos para regresar''.
A dónde hemos ido a parar. La energía que antes se emitía en tocadas de reggae en las noches internacionales del caribe, en sundances en la planicie y rainbows en los lugares mejor vibrados del planeta. Todo desapareció. Como las Internacionales, tercera y cuarta, que siguieron el ineluctable fin de la primera y la segunda. En cierto modo es una congregación de descreídos, de los que quedaron después de que se acabó el sueño. Estaban por lo visto en Filipinas, Haití, Irán, Bolivia, Turquía, Australia, Sudáfrica y Suecia, y ahora están aquí.
De México, contra viento y demás, vienen ya comités civiles de 31 estados de la República nada más. Falta Nayarit. Qué cosa. Los bloqueados en Oaxaca acabaron en asamblea con el plantón, ahora resulta que perredista. Hubo trifulca con los traileros, que ya mero incendian la carretera. Literal. Cincuenta españoles trataban de hacerse a la idea. Y solidarios, los bloqueados que venían al Intergaláctico apoyaron a sus bloqueadores y acabaron como hermanos.
Ya rugen los motores. La comisión organizadora da una conferencia de prensa frente a la cortina de un garage, sin micrófonos, e informa cómo van las acreditaciones; dónde serán las mesas; quién vino; cómo van los problemas migratorios de los franceses, españoles, vascos, y cómo el gobierno se hace mosquita muerta. De los sindicatos mexicanos presentes, de las organizaciones campesinas. De los partidos políticos de cuatro continentes.
Colombia, Venezuela, Puerto Rico, Guatemala, Paraguay, Perú y Cuba. Pero sobre todo abundan los de Europa. Ah, Zooropa: ``Y no tengo religión/ y no sé qué es qué/ y no conozco los límites/ de lo que hemos conseguido'' (Bono, 1993, Dublín).
Zarpa la primera escala intergaláctica a las montañas de Sacamch'en, la tierra de las revueltas tzotziles, de las cuevas que hablan. A las tierras de un movimiento civil indígena que no por vez primera recurre a las armas.
Después de Oventic, al otro extremo de la Cueva Blanca, los navíos de la Brigada Intergaláctica dirigirán sus trompas a los otros cuatro puntos de la biosfera que, en tres o cuatro municipios de ninguna parte, en el estado de Chiapas, intentan asaltar las rendijas que quedan