Llegó al Centro Don Bosco Douglas Bravo, el guerrillero venezolano de los años sesenta. Llegó Hugo Blanco, el que en los mismos años organizaba campesinos indígenas en Perú y desde la prisión se carteaba en quechúa con José María Arguedas. Llegaron muchos jóvenes que no estuvieron ni en la guerra ni en la cárcel, para bien de ellos y de todos nosotros. Llegó también un señor italiano que me fue presentado y, tomándome por otro, en francés me dijo: ``yo soy el que perdió el avión''. Yo le estreché la mano y respondí: ``encantado. Yo soy el que perdió el tren, pero hace mucho...``Estaba también Gloria acreditando periodistas. Gloria se dedica a enseñar cocina creativa en las comunidades, o sea a cocinar dándole sabor al arroz con lo que haya. Y mientras enseña el arte de condimentar con poco les habla de anatomía y de cómo es por dentro el cuerpo humano y les habla de astronomía y de cómo son por fuera el universo y las estrellas. Parece que es por eso que vienen a sus cursos desde lejanas comunidades a aprender de cocina y lo demás. Gloria, dicen, sí sabe.
Enmedio de todo esto, mientras unos ya parten en camiones hacia Oventic haciendo gran algarada, otros nomás todavía hacen cola para acreditarse porque sus camiones fueron retrasados muchas horas por un bloqueo campesino de caminos en Oaxaca. Los campesinos les ofrecieron dejarlos pasar porque iban al Encuentro, pero ellos, los europeos, dijeron que no, que por ningún motivo pasarían el bloqueo. Si los oaxaqueños se han esperado 30 años por la cuestión de tierras que originó el bloqueo, ellos bien podían esperar unas horas, se dijeron. Resultado, hace un rato todavía se andaban inscribiendo.
Yo me acredité en el Centro de Prensa. Entregué mi foto, dije que venía por La Jornada y anoté mi nombre en el formulario: ``Rafael Sebastián Guillén''. Ya casi estaba lista mi credencial cuando alguien miró la foto y dijo: ``no se parece en nada''. ''A quién?'', preguntó otro. ``Al que te dije'', dijo el primero. ``Lo mismo dice él'', comenté yo, entre desencantado y alegre. Así se perdió La Jornada de tener el más acreditado corresponsal en Oventic y esta es la hora en que no sé si me acredité o me desacredité.
Historias de Babel (III)
Dibujo de El Fisgón /Texto de Adolfo Gilly
Una ciudad pequeña es la Babel que en Oventic han construido los zapatistas. La torre, dicen, vendrá después. Hoy, desde el gran escenario de la plaza mayor, Ana María dio la bienvenida: ``Detrás de estos rostros negros estamos ustedes''.
En las alturas del poder hay quien susurra que ya están vencidos. Mejor es que nadie se equivoque. Quien sabe organizar así la paz, sigue sabiendo organizar la guerra.