Luis Javier Garrido
Delfineando

El gobierno actual no tiene más políticas que las que heredó del salinismo y se le imponen del exterior, y así ha proseguido la militarización del país y fortalecido la impunidad de los funcionarios, cerrando las vías para el cambio democrático, lo que no hace más que acentuar la descomposición del régimen.

1. La crisis política de México no deja de agravarse, pero los operadores de Córdoba y Zedillo no han tenido más propuestas que la de continuar en arreglos oscuros con los partidos y de espaldas a la sociedad, como lo demuestra la llamada ``reforma electoral''. El aval del PRD, y ahora el del PAN, a nuevas enmiendas constitucionales que de ninguna manera garantizan que en México puede haber elecciones libres, va a permitirle al gobierno otra campaña de desinformación, pero no va a cambiar en nada los mecanismos.

2. El país ha reclamado un desmantelamiento del ``sistema'' y tras una reforma más, éste va a seguir ahí por una razón simple: es la mejor garantía para el neoliberalismo.

3. La propaganda del Departamento de Estado (que es la misma de Los Pinos) pretende por eso que México sólo tiene dos alternativas: a) la de los ``reformadores'' o ``modernizadores'', que (supuestamente) encabezaría Zedillo, a la que se ha sumado el PAN de manera incondicional, y a la que pretende encaramarse el partido de Manuel Camacho, y cuyo objetivo sería insertar a México con plenitud en el proceso de ``globalización'', y b) la de los ``estatistas'' o ``dinosaurios'' del PRI, que (según la propaganda) sería la misma de los miembros del PRD: ansiosos de retornar al Estado de bienestar, al populismo y a la corrupción.

4. El único problema es que la realidad es muy distinta, pues el gobierno neoliberal ``de Ernesto Zedillo'' se sustenta como cualquier otro del pasado reciente en un sistema presidencialista, corporativo y antidemocrático, pero con nuevos agravantes: el narcotráfico ha penetrado por completo en las instancias políticas, militares y financieras del Estado y la corrupción es la más escandalosa de nuestra historia. El papel de los partidos es por otra parte muy distinto a como lo plantea esa versión del país, pues el gobierno de Salinas y el actual (que en realidad son el mismo) no podrían haber desmantelado a la Constitución y privatizado las empresas públicas sin el respaldo absoluto del PRI, que ha sido en México, de la misma manera que el partido peronista lo es en Argentina, el partido del neoliberalismo, y eso va también por los ilícitos: los crímenes políticos y la corrupción del salinismo no hubieran podido ser posibles sin el aval del PRI.

5. En ese escenario, el PAN lo único que ha hecho es respaldar las políticas presidencialistas. Los diferendos entre el PAN y el gobierno durante la negociación de la ``reforma'', han tenido que ver con la reformación de la ``alianza estratégica'' PAN-gobierno y no con la necesidad de establecer en México un marco democrático.

6. El PAN y los operadores de Los Pinos y de Bucareli han tenido múltiples desencuentros no en torno al proceso de transición a la democracia, que no existe, sino a la amplitud de los espacios que se pueden abrir a Acción Nacional. Diego y los jefes panistas saben bien que su papel al convalidar al ``sistema'' no tiene precio y exigen que a cambio de no cuestionar que el gobierno mantenga su control sobre la capital y la mayoría en el Congreso, se creen las condiciones para que ellos puedan obtener más gubernaturas y nuevas posiciones en la administración central.

7. El problema de Córdoba y Chuayffet ha sido por lo tanto el de negociar los nuevos espacios para el PAN pero sin desmantelar al sistema priísta.

8. En ese escenario, la campaña de Carlos Salinas en pos de su exoneración no ha hecho más que evidenciar lo que acontece, pues uno de sus primeros errores ha sido el solicitar la ayuda de quienes fueron sus cómplices, como el ex presidente español Felipe González, quien al tratar de darle una mano elogiando sus políticas hace todo más obvio (Reforma, 22 de julio). Felipe no tiene autoridad moral alguna pues no sólo encabezó gobiernos de corrupción que violaron los derechos de los españoles, sino que se asoció con Salinas en componendas que lo llevaron a intervenir continuamente en la política de México, desde que avaló el fraude de 1988. La defensa de un presunto delincuente a otro no puede exonerar a ninguno de los dos.

9. Carlos Salinas ha sido el mayor criminal de Estado que ha gobernado a México, y lo hizo con la complicidad no sólo de la burocracia priísta sino de un grupo de líderes del PAN, y ese no es un problema del pasado sino de la actualidad. Carlos Castillo Peraza (ex presidente panista), al defenderlo apoyándose en los puntos de vista de Felipe (Reforma, 24 de julio), no hace a su vez más que recordar su propia complicidad con Salinas y la ``alianza estratégica'' de la cúpula panista con éste a espaldas de su partido.

10. Salinas se sabe impune por los delitos que cometió según todas las evidencias (narcotráfico, peculado, extorsión, asesinatos políticos) como por el delito de traición a la patria, porque controla a la mayor parte de los miembros del gabinete ``de Zedillo'', incluyendo al titular de la Contraloría, Arsenio Farell, y al procurador panista Antonio Lozano Gracia.

Nada de esto desde luego tiene que ver con la democracia.