Miguel Barbachano Ponce
``Mae West, desde aquí te recordamos''

Y escribimos desde aquí, desde este texto, porque otros, entre ellos Werner Herzog, famoso cineasta alemán, te recordó a través de una espléndida fotografía que engalanaba con tus memorables atributos un piolet enclavado en la nevada cumbre, nunca antes alcanzada del Cerro Torre, uno de los más altos picos de la Patagonia... Te recordamos desde aquí, porque otros, entre ellos, el fantasmal alpinista que escaló silencioso el inconquistable pico en el filme del director germano Grito de piedra, año 91, te mencionaba obsesivamente, mientras ocultaba en oscuro guante su mano Mutilada...

Pero quién eres tú, Mae West? Porqué razón erótica o artística tú presencia en el planeta es aún perdurable? Trato de explicármelo recordando desde estas líneas que aquéllos que se han encargado de tú filmobiografía aún no logran ponerse de acuerdo sobre cuál fué el año de tu nacimiento ocurrido en Brooklyn, Nueva York en 1892, en 1893 o 1896? Tampoco han asentado la fecha de tu muerte, quizá por creer con sobrada justificación que los mitos nunca mueren, será esa la razón?... Más allá de estas lagunas biográficas de índole ``menor'' cuentan que tu padre fue un boxeador irlandés y tu madre una modelo alemana, que tomaste clases de baile y canto, que encarnaste en la escena a las pequeñas (littles) de señaladas obras de teatro (Little Lord, Little Eva, Baby Vamp), que a los 16 años apareciste por vez primera ante el público de Brooklyn en el seno del Fulton Street Royal Theatre y que poco tiempo después alcanzaste popularidad bailando como nunca nadie lo había hecho el estremecedor movimiento dancístico conocido en aquella segunda década como Shimmy. Perdóname Mae, pero hasta este instante no encuentro motivo fundado para justificar ese recuerdo perdurable que fatiga a los innúmeros cinéfilos de nuestro planeta azul...

Continuemos escarbando en los pliegues y repliegues de tu existencia para preguntarnos si esa perdurabilidad es debida a tu labor como dramaturga de liberales vuelos creativos como todavía podemos confirmar repasando Sex, Diamond Lil, The Constant Sinner o la controvertida, censurada, acallada, The Drag acerca de la problemática de un grupo de homosexuales neoyorquinos. No, no creo libérrima Mae, que los cineadictos te rindan culto como escritora, no sólo de obras para la escena sino también para la pantalla, pues es justo remarcar que de las once películas que artículan tu filmografía en siete de ellas participaste como guionista/ argumentista. No, tampoco es por allí la causa de tu parpadeante permanencia en la vasta constelación de las estrellas cinematográficas. Tampoco las irónicas frases --auténticos albures-- que expectastes desde los fotogramas para sacudir hasta la médula a las agrupaciones puritanas, como aquellas que decía así: ``Is that a gun in ypur pocket, or are you just glad to see me?'' (Traes una pistola en el bolsillo, o es que te alegra verme?) es el motivo. Entonces?... Después de repasar tu inicial biografía y no encontrar nada significativo, exceptuando, `claro está', tus enfrentamientos con los censores de la época, me remonto a aquellos lejanos años treinta durante los cuales encarnaste en el celuloide a la mujer libre y sexualmente irresistible que aguardaba nuestra civilización, capaz de enfrentar verbal y corporalmente a una sociedad machista y puritana.

No me cabe ahora la menor duda de que tu permanencia en la memoria de la cinefilia universal se debe a tu actuación en aquellas legendarias cintas. Porque, quién que las vio podrá jamás olvidarlas? Porque quién que enfrentó Night After Night producida por la Paramount y dirigida por A.L. Mayo en el año 32 no se estremece aún por tu valiente desenmascaramiento de la sexualidad? Y lo mismo podemos decir de tu segundo filme She Done Him Wrong (1933) a cargo de Lowell Sherman, cuyo argumento basado en Diamond Lil recrea la atrevida historia de una dama complaciente; o de la famosísima I'm No Angel, también año 33, acerca de una extravagante night club singer; o de la alivianada cinta de Leo McCarey Belle of The Ninenties año 34, donde apareces como tallo florido, según consta en los carteles publicitarios de la época. Entonces eras una de las diez primeras Money Making Stars del cine norteamericano y la crítica liberal te había ya consagrado como una de las vamps más originales de la pantalla.

Evidentemente fuiste atacada por la prensa reaccionaria, la censura y las ligas puritanas y, a partir de 1938 te alejaste de la pantalla, después de protagonizar, entre otras, Klondike Annie (R. Walsh).

Retornarías a la cinta de plata en la séptima década, Myra Breckinridge (1970) y Sextette (1978) cuando eras una venerable anciana de edad incalculable. Por ese coraje, por esa entrega, por esa agresiva belleza plasmada para siempre en el celuloide te recordamos desde aquí...