En la Declaración de Estambul sobre Asentamientos Humanos firmada por ``los Jefes de Estado, de Gobierno y Delegaciones Oficiales'' como conclusión de la reunión mundial Hábitat II, los medios propuestos para alcanzar los ambiciosos objetivos (ver nuestro artículo anterior) son absolutamente insuficientes o totalmente contradictorios.
''9. Nosotros (los jefes de Estado, etcétera) trabajaremos para expander la oferta de vivienda a costo adecuado, procurando la eficiencia de los mercados y dentro de una responsabilidad ambiental y social, ampliando el acceso a la tierra, al crédito y asistiendo a aquellos que no pueden participar en mercados de vivienda''.''12. Nosotros adoptaremos las estrategias facilitadoras y los principios de asociación y participación como el enfoque más democrático y efectivo para la realización de nuestros compromisos. Reconociendo a las autoridades locales como los más cercanos y esenciales asociados en la instrumentación de la Agenda Hábitat, debemos promover, de acuerdo a la estructura legal de cada país, la descentralización hacia las autoridades locales democráticas y trabajar para fortalecer sus capacidades financieras e institucionales de acuerdo con las condiciones de los países [...] Incrementaremos nuestra colaboración con los representantes electos, el sector privado, los sindicatos, las organizaciones no gubernamentales, y otras organizaciones sociales de naturaleza cívica [...] Enalteceremos el papel de las mujeres (?) y promoveremos inversiones corporativas del sector privado que sean social y ambientalmente responsables''.
''13. En virtud de que la instrumentación de la Agenda Hábitat requerirá de fondos adecuados, debemos movilizar recursos financieros en los niveles nacional e internacional, incluyendo recursos nuevos y adicionales de todas las fuentes multilaterales y bilaterales, públicas y privadas''.En el lenguaje neutro y vago de los documentos internacionales, se nos dice que: los problemas de los asentamientos humanos se resolverán a través del mercado; el sector privado será el instrumento fundamental; la acción estatal se descentralizará a los niveles locales; se dará asistencia solidaria (a la manera Pronasol) sólo a los que no puedan acceder al mercado; y que para reunir los recursos suficientes, hay que recurrir al crédito internacional. Creen los lectores que con estas recetas, ensayadas en nuestros países desde hace tiempo, se van a resolver los agudos problemas que viven nuestros asentamientos humanos populares latinoamericanos?, o de los países africanos hundidos en el hambre, la miseria, la enfermedad y la falta de alternativas de desarrollo? Creemos que no.
Si algo es claro en América Latina, es que la población no puede acceder a la tierra y la vivienda adecuadas, dotadas de infraestructura y servicios, porque carece de empleo estable y/o salario suficiente para ser sujeto de crédito o usuario de los servicios públicos; la presencia crecientemente dominante del capital privado en la producción de vivienda, infraestructura y servicios ``públicos'', al someterlos a la mercantilización plena, los aleja aún más de las condiciones económicas de la mayoría de la población; los Estados dedican cada vez menos recursos a la inversión y gasto social imprescindible para atender estas necesidades esenciales; los programas asistencialistas para ``combatir la pobreza extrema'' han sido un fracaso total (Pronasol en México es un ejemplo vivo); la buena idea de la descentralización agrava la desigualdad, pues los gobiernos locales que más problemas tienen son los que carecen de recursos para atenderlos y sería necesario un apoyo masivo y adecuado a esta situación por parte del gobierno central, que no está previsto; y que nuestros países están endeudados hasta el cuello, viven sólo para pagar sus deudas y no tienen capacidad para más endeudamiento.
Al igual que con Hábitat I, o quizás peor, nos encontramos con un esfuerzo enorme de miles de interesados que fueron a Estambul a buscar soluciones y sólo obtuvieron de los gobiernos promesas demagógicas, fórmulas neoliberales que no resuelven el problema pues están en la raíz de su generación, y una envoltura discursiva democrática que poco tiene que ver con la realidad de la mayoría de los países del llamado Tercer Mundo. Además, desde diciembre de 1994 los mexicanos no sabemos en qué mundo estamos y hacia cuál vamos realmente.