El problema del PRD no es ``la unidad'', sino su ubicación en el contexto de la crisis nacional y la imposición para el país del modelo e ideología neoliberal. En ese marco y tras las elecciones del 14 de julio, la unidad perredista vive una crisis en su estructura y su línea, al plantear el porcentaje de la elección un rumbo y una estrategia nueva para insertarse en nuestro tiempo.
La estructura de partidos dentro del partido, que formaron una sólida burocracia al margen de la base del PRD, está en crisis, porque además de su nula capacidad de dirección, han demostrado también ser pésimos organizadores electorales y carecen de representatividad interna: la línea del Congreso de Oaxtepec era representativa solamente del 25 por ciento de la base del PRD.
Hay un viraje o significa que había un rompimiento entre la dirección y la base? Eso lleva, además, a una crisis del partido ``consensual'' y regido por el pactismo entre grupos.
Andrés Manuel López Obrador tiene un amplio respaldo del 75 por ciento para dirigir y transformar al PRD, y eso es causa de la crisis estructural, porque la base está señalando un rumbo y una política por encima de los acuerdos de sectas, grupos y corrientes propietarias del PRD que se sienten despojadas de ``su'' partido. El simple hecho de reivindicar el 75 por ciento de respaldo a la dirección para un cambio de estrategia, ya se señala como ``ruptura'' o ``rupturismo''.
Si en el PRD se aplica hoy el concepto zapatista de ``mandar obedeciendo'', la nueva dirección del PRD tiene el 75 por ciento del partido para hacer del PRD un partido movilizado, de izquierda, con iniciativa política e identificado con la estrategia tabasqueña de ser un partido-movimiento. Un 75 por ciento desea un partido que sea centro organizador, respaldo solidario, unificador de la lucha social y la lucha por la democracia. Un 75 por ciento desea reivindicar las consignas para la transición surgidas del movimiento en 1988, que significaban tener un partido para el movimiento y acabar con el PRI como partido de Estado y no pactar con él ``la transición''.
La confrontación del PRD al sistema de partido de Estado y al neoliberalismo, le daba al PRD credibilidad electoral e identidad ideológica y programática con una amplia base popular, que aglutinaba a los sectores más organizados y avanzados de la sociedad y al voto individual. Triunfa en las elecciones, aún, el partido de mayor fuerza, el más organizado y coherente, lo cual se lograba siendo un partido de izquierda, radicalmente anti-neoliberal, nacionalista y democrático. Los grupos y las sectas en el PRD no sólo se apropiaron de él, sino que además lo derechizaron y lo convirtieron en un mal partido electoral. Hoy representan el 25 por ciento, más el grupo de Jesús Ortega.