Mucho polvo ha levantado la ley Helms-Burton (HB) y, naturalmente, tiende a perderse de vista su implicación de fondo. Si no se esclarece lo que está en juego, de poco servirán las reacciones que dicha ley está concitando en todo el mundo.
La última (hasta ahora) polvareda se levantó a raíz de que el presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, tuvo a bien posponer (que no cancelar), por seis meses, la entrada en vigor de una (y sólo una) de las partes más conflictivas de la HB. Esta es, su Título III, que permite a ciudadanos de Estados Unidos (ex cubanos o no) demandar ante las cortes de ese país, a quienes ``trafiquen'' con sus bienes confiscados por el gobierno de Cuba a partir de 1959. Quedan en pie, y de hecho ya comienzan a aplicarse, otras disposiciones de la HB, como la de negar visas a empresarios, incluidos sus familiares, que invierten en propiedades confiscadas (Título IV).
Así, el debate parece reimpulsado hacia custiones secundarias. Antes de la citada prórroga, la respuesta a la HB básicamente consistió en definir medidas defensivas (leyes antídoto) para anular los efectos de aquélla. Y, en el mejor de los casos, medidas contraofensivas para dañar por igual a empresarios estadunidenses (leyes espejo).
Cual polvo cegador, la prórroga anunciada por Clinton, junto a su renovada campaña para ``democratizar'' a Cuba, está logrando que las respuestas se alejen todavía más del asunto de fondo. Ahora el debate se orienta a cuestiones como las de si la prórroga continuará o no, después de la elecciones presidenciales en Estados Unidos; si es o no suficiente, el congelamiento temporal del Título III; si hay que sumarse o no, a la campaña contra Cuba y, en su caso, por cuáles medios; en fin, si hay que continuar o no, con las medidas de respuesta a la HB. Con pena hay que decir que, en México, el debate es aún más atrasado: está lista o no, una ley antídoto? Si es así, por qué el Senado todavía ni siquiera conoce el proyecto, tal como lo ha denunciado el senador José Angel Conchello?Para ser exactos, muchos gobiernos, incluido el de México, sí han objetado, con mayor o menor énfasis, los dos lastres mayores de la HB: su extraterritorialidad y su unilateralidad. El problema es que su respuesta ha sido más bien defensiva, cuando no discursiva. Lo más cercano a lo correctivo es el plan de cuatro medidas anunciado por la Unión Europea, el pasado 15 de julio. Aún así, sólo trata de corregir algunos aspectos de la HB y, además, todavía está por verse su cristalización eficaz.
Lo cierto es que todavía no se sabe de algún esfuerzo para prevenir nuevos exabruptos como la HB. Y es esto lo más importante, porque como van las cosas, al rato Esados Unidos querrá de plano erigirse en el director mundial de todo tipo de leyes y conductas.
No sobra decir que, si eso ocurre, entonces se habrá desperdiciado la histórica oportunidad de convertir el fin de la guerra fría en el inicio de un orden mundial en verdad nuevo; tan nuevo como democrático. Si no se cubren pronto y bien los vacíos jurídicos y políticos de esta nueva época, es real el riesgo de involucionar a los tiempos donde sólo importaban la ley del más fuerte y el tronido de las armas.
Es eso, a nuestro juicio, lo que la HB ha puesto en juego. O se crean las bases (nuevas leyes, instituciones y demás) para democratizar, no a Cuba sino al mundo todo, y no a través de pontificados unilaterales sino del consenso; o, en su defecto, la famosa globalización quedará reducida a la dictadura abierta, y ahora sí que global, de una sola potencia sobre el resto de la humanidad.
Si eso es así por qué no decirlo con todas sus letras? Y enseguida por qué no encararlo de manera creativa y firme? Tarde o temprano, el propio pueblo norteamericano sabrá agradecerlo. O, acaso es mejor la globalización del antiyanquismo que el reacomodo de Estados Unidos, con un papel menos ambicioso pero legítimo, en un mundo urgido de verdaderos demócratas?
B