Es indudable que la arquitectura mexicana posee un rico legado de las culturas prehispánicas: las extraordinarias ciudades como Monte Albán, Chichen Itza, Palenque, Teotihuacan, y la propia Tenochtitlán, están en el espíritu de los arquitectos y constructores de prácticamente todas las épocas. Tras la conquista, el modo y formas de edificar de los españoles, se entremezclaron con los materiales y habilidades de los antiguos pobladores, que dejaron su huella en las edificaciones virreinales, de manera más evidente en las finas tallas de piedras y maderas. Esto alcanzó su máxima expresión en el barroco del que afortunadamente conservamos múltiples vestigios.
Las modas europeas, como el neoclásico, llegaron a México a fines del siglo XVIII para implantarse con sus modalidades locales, al igual que los varios estilos que surgieron en el siglo XIX.
El inicio de nuestra centuria se vio marcado por muchas expresiones arquitectónicas: la ``cola'' del Art Noveau, el ecléctico, el Art-Deco, el funcionalismo, etcétera. Tras el movimiento revolucionario, los mexicanos buscaron su identidad propia en los periódos prehispánicos y colonial; a ello contribuyeron ideólogos como Manuel Gamio, que en su obra Forjando Patria plantea la necesidad de reconocer ambas raíces y forjar un México nuevo, síntesis de ambas culturas. En ese libro, aún vigente en muchos sentidos, abordó todos los aspectos, dando mucha importancia al arte y la arquitectura.Ese espíritu fue recogido por los grandes muralistas: Siqueiros, Orozco, Rivera y muchos otros, que aspiraban a ser modernos y al mismo tiempo, expresar los ideales de la Revolución. A fines de los años veinte, surgió una búsqueda trascendental entre los arquitectos y, superando el estilo neocolonial, diseñaron formas nuevas a partir de los principios del modernismo europeo, pero asumiendo la herencia prehispánica. Un magnífico exponente fue Juan O'Gorman, quien aplicó éstos en su propia casa, diseñando una estructura orgánica, ricamente decorada con mosaicos inspirados en símbolos aztecas.
Esa influencia no se ha perdido, continúa presente en los mejores arquitectos mexicanos, ejemplos tenemos muchos; para mencionar sólo algunos: Ricardo Legorreta, Luis Barragán, Abraham Zabludowsky, Teodoro González de León y Pedro Ramírez Vázquez. Ellos conocen profundamente nuestro pasado arquitectónico; no hay que olvidar que las ciudades son un reflejo de sus habitantes, que a su vez son conformados por ella. Estos artífices del espacio, inspirados en nuestra fructífera herencia, han creado y recreado formas, colores y materiales, dando lugar a una arquitectura contemporánea que se expresa con el lenguaje de su tiempo.
Todo lo dicho, para nuestra buena fortuna se encuentra en los libros que abarcan todos los aspectos de ese mundo fascinante; los hay para todas las necesidades, gustos y niveles; lo mismo para el gran constructor, que para el maestro de obras o el simple aficionado que ama las formas, el manejo de espacios y colores, y desea comprender mejor y aplicar esos conocimientos a su vida, así sea para arreglar su departamento.
Consciente de ello, la librería Pórtico de la Ciudad de México, en sus maravillosas ex capillas, que fueron parte del convento de San Francisco, ubicadas en el Eje Central, esquina Venustiano Carranza, ha logrado reunir el surtido más completo sobre la materia: hermosos libros como los que han hecho Artes de México, el Centro Nacional para la Cultura y las Artes, y el Colegio Nacional, sobre eminencias de la talla de Luis Barragán y Teodoro González de León. También obras artísticas son los de Noriega que, entre otros, tiene el de Abraham Zabludowsky y el imprescindible Casa Mexicana.
La UNAM tiene excelentes publicaciones que incluyen los Cuadernos de Arquitectura Mesoamericana y Virreinal, y los de Urbanismo, a cual más espléndidos. Utilísimos son los de la Editorial Gustavo Gili, que en su colección hágalo usted mismo le enseña albañilería, electricidad, carpintería, yeso, plomería y lo que pueda necesitar para ahorrarse unos buenos pesos y entretenerse varios fines de semana. Ediciones Ceac le hace la competencia con sus Monografías de la construcción, que también lo convierten en todo un ``maistro''.
Para planear una buena remodelación, un lugar adecuado es el bar del Hotel Ritz, en la señorial calle de Madero. Urgido de una remozada, todavía conserva cierta categoría de la que tuvo en los años cuarenta, cuando fue uno de los sitios de reunión favoritos de la high class autóctona, que se mezclaba con la europea, que huyendo de la guerra pasaba aquí sabrosas temporadas. La visita vale la pena especialmente para admirar el extraordinario mural con una escena deliciosa de Xochimilco, que pintó Miguel Covarrubias en la época de oro. A recordar esos tiempos ayuda la música del trío que noche a noche revive pasadas glorias.