Paulina Fernández
Descomposición

En las últimas semanas se han acumulado más evidencias de la descomposición de un sistema que está afectado en cada una de sus partes: corrupción, militarización y desacuerdos son los signos de estos tiempos en el ámbito oficial.

La corrupción que durante décadas fue comparada con el aceite que permitía el suave funcionamiento de la maquinaria gubernamental, ha dejado de lubricar al régimen. La corrupción en México ha rebasado el límite de lo privado, la esfera de la conveniente complicidad; ha dejado de ser un ``asunto de familia'', aunque ésta fuera desde hace mucho no la del Presidente de la República, sino la llamada familia revolucionaria que se empezó a identificar como tal al mismo tiempo que se fueron definiendo los rasgos del régimen político posrevolucionario.

Lo que debería juzgarse no es un enriquecimiento cada vez menos inexplicable, no es un abuso de confianza ni tráfico de influencias personales, no es una voracidad individual desmedida, es, o mejor dicho debería de ser, un juicio a ese sistema de robo e injusticia que ha hecho mundialmente famosa a la política mexicana, y a quienes viven de ella, pero que también ha producido muchos millones de pobres.

La repetición de escándalos en los círculos oficiales, que lo mismo arrastran a gobiernos latinoamericanos que europeos, induce a pensar en la corrupción como una de las características inherentes del funcionamiento del capitalismo en estas épocas de predominio neoliberal. La corrupción es, pues, parte de la globalización.

Pero parte también de esta globalización, es la anticipación a los efectos sociales del asalto, del robo con todas las agravantes eufemísticamente llamado política económica y ocasionalmente reconocido como corrupción. La contraparte se expresa en respuestas represivas, o por lo menos intimidatorias, encubiertas o disfrazadas de campañas de todo tipo, principalmente de servicios sociales a las comunidades o de seguridad pública en las ciudades. El mapa de la República Mexicana que aparece involuntariamente descrito a través de las noticias de los diarios, perfila una creciente presencia militar en muchas entidades federativas. La militarización de diversas zonas del país no es más que el reconocimiento implícito de la incapacidad gubernamental para resolver los problemas sociales, aunque esta incapacidad sea, no una deficiencia, sino una característica distintiva.

No hay ni asomo de intención de corregir ni de castigar las prácticas corruptas, ni de rectificar las decisiones económicas que seguirán produciendo pobres y reproduciendo descontentos. En consecuencia, tampoco hay condiciones para abrirle espacios a quienes no siendo parte de ese reducido círculo, demandan una mayor participación. Quizá sea esto lo que explica las dificultades que pueden conducir a una definitiva imposibilidad de acuerdos en el terreno político, y que en estos días se resumen en la incierta reforma electoral en la que están interesados principalmente los partidos políticos con registro legal. En esta lógica, el desacuerdo sobre los supuestos acuerdos entre partidos y gobierno aparecen como resultado natural de un sistema que no puede reformarse a la vez que sufre una recaída que acelera su descomposición.

La corrupción como regla de funcionamiento de la maquinaria gubernamental, la militarización de vastas zonas del país como medida represiva o preventiva que acompaña a la política económica, y la incapacidad de concretar reforma positiva alguna, son los rasgos que evidencian la descomposición del régimen y que han dominado el panorama nacional de las últimas semanas.Un rasgo menos evidente pero no menos importante es la exclusión de la mayoría de la sociedad a la que sólo le toca lo que de negativo tiene ese sistema. Ejercicios como el del Foro Especial convocado por el EZLN permitieron demostrar en la práctica que la única posibilidad de encontrar una alternativa a toda esa descomposición está en buscar, entre los miembros de esa sociedad la opositora y la simplemente crítica, una idea de país completamente distinto. Se dice fácil y parece simple, pero no ha podido hacerse.