Aunque de vez en cuando las autoridades informan de acciones en contra de quienes comercian con la carne y los huevos de tortuga, en muchas áreas costeras del país ambas actividades son un buen negocio. Por ejemplo, en Zihuatanejo y zonas aledañas, a donde cada año llegan a desovar cientos de tortugas, especialmente las llamadas Golfinas. Los lugareños necesitados de medios para sobrevivir, esperan la arribazón de los quelonios para abrirlos en canal y extraerles los huevos que venden a 8 pesos la docena. Quienes gustan de esa comida la consumen en restaurantes bien conocidos, a razón de 30 pesos el platillo. En cuanto a la carne, se cotiza según el sitio y la demanda y todo mundo sabe dónde obtenerla.
Cuando no se mata a las tortugas, algunos lugareños esperan a que éstas desoven en la playa para después saquear los nidos donde depositaron sus huevos.
Con el fin de garantizar que las tortugas cumplan su ciclo vital, un grupo de vecinos de Pantla (poblado distante 20 kilómetros de Zihuatanejo), encabezados por el ingeniero Florentino Valencia, ha pedido a la maestra Julia Carabias su decidido apoyo a fin de establecer medidas que garanticen el arribo y la reproducción de las diversas especies que a partir de julio llegan también a la bahía de Zihuatanejo y la isla de Ixtapa, y que no cuentan con protección alguna. A la iniciativa ciudadana se han sumado diversas instancias de gobierno de la región. Pero ninguna dispone de recursos para la vigilancia de las playas de arribazón y la Armada brilla por su asusencia. Tampoco para recolectar los huevos de tortuga y concentrarlos en áreas de incubación, a fin de evitar la actual depredación. Esperan que, con el apoyo de la Semarnap, su proyecto se convierta en ejemplo para el resto del estado de Guerrero.
También en otra franja costera, esta vez en Campeche, existe preocupación por la suerte de los recursos naturales: concretamente en los sistemas lagunares Pom-Astata y Términos, en peligro de sufrir nuevamente daños por la contaminación, la deforestación, el dragado y relleno de los ricos manglares y humedales que milagrosamente se han salvado de la depredación. Hay el justificado temor de que en futuras extracciones de petróleo otra vez se olviden las normas mínimas de cuidado del ambiente y se repita la triste experiencia registrada allí y en Veracruz y Tabasco. Investigadores y ciudadanos exigen ahora que Pemex ponga en marcha un modelo de explotación sano y limpio en una zona que, por su inigualable y elevada biodiversidad, está declarada oficialmente Area Natural Protegida. Se trata del sistema lagunar estuarino de mayor volumen y extensión del país.
No está por demás señalar que un día antes de la visita que en marzo pasado realizó el Presidente de la República a Campeche, el gobernador y el delegado de la Secretaría del Medio Ambiente, aseguraron a los grupos que se oponen a la depredación, que Pemex suspendía totalmente trabajos de exploración en Astata. Fue una maniobra para evitar que las protestas ``deslucieran'' la visita?Así parece: según los inconformes, las instancias federales responsables de garantizar el equilibrio ecológico, autorizaron ya la apertura de dos pozos. Ello ocurre mientras todavía no existe el programa de manejo que garantice el cuidado y la conservación de los recursos del área natural protegida, tarea en la cual trabajan desde hace algún tiempo diversas instancias públicas, centros de investigación y grupos sociales.
Lo que sucede en Campeche confirma lo dicho hace un mes ante el presidente Zedillo por el doctor Arturo Gómez Pompa: que la protección efectiva de los ecosistemas frágiles y de la biodiversidad no se agota decretando áreas naturales, existentes sólo en el papel, pues son contados los programas de manejo que permiten hacer realidad los buenos propósitos del gobierno y de la sociedad. Se reconoce que no es fácil que lleguen a acuerdos satisfactorios los sectores responsables de elaborar los programas. Por ejemplo, cuando los intereses comerciales se ven afectados por la búsqueda de un desarrollo sustentable, los procesos de negociación en busca de consensos se vuelven complejos, y hasta hay oposición a las medidas para lograr el manejo racional de los recursos.
Hay, sin embargo, excepciones alentadoras: luego de más de una década de análisis, discusión y confrontación de distintos puntos de vista e intereses diversos, en Quintana Roo se logró conformar un comité plural para la protección y vigilancia del importante sistema lagunar de Nichupté. Parte primordial de los trabajos se ha dirigido a garantizar el buen estado de los arrecifes coralinos de Punta Cancún, Nizuc e Isla Mujeres. La meta es lograr el uso racional de esas maravillas naturales, de tal forma que los turistas puedan conocerlas y disfrutarlas sin causarles daño. No fue fácil poner de acuerdo a organizaciones no gubernamentales, prestadores de servicios, colegios de profesionistas, cámaras empresariales, académicos y autoridades. Pero de tener éxito este interesante proceso político y social, puede ser un camino para que otras áreas naturales resulten efectivamente protegidas.