Jordi Soler
Cantando en la bañera

En marzo de 1971 su libro de poemas The Lords and the New Creatures había vendido 15 mil ejemplares; esta evidencia, más la otra que era la certeza de que su biología no resistiría más estimulantes, llevaron a Jim Morrison a tomar la decisión de poner agua de por medio y establecerse en París. En Los Angeles quedaron sus tres colegas, esperanzados en que el rey lagarto superara esa crisis y regresara a los escenarios. El tiempo demostró que la esperanza de sus tres colegas era, por desgracia, la ``última esperanza''; los Doors nunca volvieron a levantarse, aunque hicieron un bochornoso intento con una de las canciones más horrendas que recuerda la historia: The Mosquito, cuyo estribillo revelaba, cuando menos a nivel verbal, la solución al conflicto del territorio entre los humanos y los insectos: no me moleste moquito, no me moleste mosquito. Algún crítico piadoso de la época tendió un puente teórico, sin ningún éxito entre la canción de los tres Doors y la novela Mosquitos de William Faulkner. La obra era insalvable.

Morrison llegó a su departamento acompañado por su novia Pamela; ocupaba el piso completo y desde su balcón enorme, con un poco de trapecismo de los ojos, podía distinguirse el Pont Neuf y unos cuantos litros del río Sena. Parcialmente retirado de las sustancias bizarras, el cantante empezó una nueva vida, se quitó la greña que lo hizo famoso y se escondió detrás de unos lentes de aumento y un bigotillo. Pasaba las mañanas de incógnito caminando por el Quartier Latin, al medio día compraba vino una baguette, y en la tarde escribía su siguiente obra. Era, en resumidas cuentas, el cliché del turista cultural en París. Su departamento estaba ubicado sobre el estudio de Julia Robinson, pintora estadunidense que dilapidaba sus días en un collage monumental, ampliamente celebrado por Bob Rauschemberg. En el departamento de arriba vivía un sujeto extraño que salía de noche y regresaba al amanecer. Una mañana, Jimbo y Pamela coincidieron con él en las escaleras; luego de intercambiar los saludos de rigor, notaron que el individuo venía sangrando de un brazo; ofrecieron su ayuda pero el vecino se escabulló escaleras arriba argumentando que no era nada grave, y dejando un rastro de gotas rojas que sugerían exactamente lo contrario. Luego se enteraron por Julia, la pintora, que el vecino de arriba era un célebre Drug Diller. Dos meses después de su llegada, el cantante había conseguido metamorfosearse en un escritor productivo, siempre apuntalado por el esfuerzo de Pamela, que por su parte empezaba a convertirse en ama de casa ejemplar.

Una tarde los versos de Morrison fueron interrumpidos por tres toquidos tímidos en la puerta. Del otro lado apareció un muchacho gringo, que no necesitó más que unos instantes para expresarle su admiración y de paso, ya que lo admiraba tanto, presentarle un proyecto de película sobre la vida y obra del rey lagarto. El cantante dejó el proyecto sobre la mesa y volvió a sus versos que habían sido interrumpidos, y que ya no volvería a interrumpir durante los dos meses que le quedaban en este mundo. Nadie sabe si Morrison leyó el altero de hojas que le entregó el muchaho; lo cierto es que la película se realizó años más tarde y fue dirigida por el autor de los tres toquidos tímidos en la puerta, cuyo nombre era Oliver Stone. Esta historia podría derivar hasta ese momento reciente, en donde Oliver Stone no necesitó más que unos instantes para expresarle su admiración al subcomandante Marcos. Si hacemos caso de las enseñanzas del pasado, podemos confiar en que, irremediablemente, habrá película sobre Marcos.

Una vez terminada la derivación, conviene establecer las dos hipótesis más conocidas sobre la desaparición de Morrison, para después escribir la tercera, que empieza a adquirir fuerza en la prensa internacional. La primera dice que el 3 de julio de 1971, el cantante fue hallado muerto en la bañera de su departamento, víctima de un ataque cardiaco complicado con problemas respiratorios. Sus restos descansan, como se sabe, en el cementerio Pre Lachaise, en París. La segunda sostiene que su familia, convencida de que Jimbo se encontraba en un callejón sin salida, decidió trasladarlo de incógnito a Río de Janeiro. Hay varias fotos que sustentan esta segunda hipótesis, en ellas aparece un gordo de barba y camisa hawaiana, bebiendo un martini con el Pao de Azucar de fondo. Haciendo un esfuerzo similar al que ejecutan los que ven ovnis en un globo de gas, o en un foco, o en una mancha que dejaron los líquidos de revelar, podemos reconocer a un Morrison engordado por veinte años de regalías. La tercera hipótesis acaba de ser armada sobre la confesión de un vagabundo francés que se adjudica el asesinato involuntario del cantante; y jura que desde entonces abandonó el oficio de sicario para entregarse a la pobreza total, en un intento por redimir su mal tino. El hecho puede explicarse en unas cuantas líneas: Jean Rigateau, asesino a sueldo, fue alquilado para matar a Virgilio Modiano, capo de la mafia del Quartier Latin, que vivía justamente arriba de los Morrison. Jean, aturdido por la presión de enfrentarse contra el capo, se equivocó de piso y ahogó al cantante que cantaba plácidamente en la bañera.