Duras críticas de Marcos a delegados oficiales; tumultuosa recepción
Hermann Bellinghausen, enviado, San Andrés SakamchÕen, Chis., 12 de julio ``Todavía falta un buen tanto de noche para caminar'' dijo hoy el subcomandante Marcos a la multitud de campesinos tzotziles que se reunió a recibirlo y despedirlo. Se refirió en duros términos a la delegación gubernamental: ``Dejamos que amenazaran y gritaran hasta que se cansaran. Después buscamos quién es el que los manda y les paga para que hagan así como hacen de insultar a nuestros jefes y no llegar a ningún acuerdo''.
Los subcomandantes Trini, Marcos y David
después de leer en San Andrés Larráinzar un comunicado;
posteriormente los dirigentes zapatistas salieron rumbo a
la Selva Lacandona. Foto: Duilio Rodríguez
En un mensaje dirigido a los cinturones de paz en San Andrés por la Comandancia General del EZLN, Marcos recapitula: ``La última noche del año de 1993 salimos de aquí, de las montañas tzotziles del sureste mexicano para tomar la ciudad de San Cristóbal y tomar nuestro lugar en la historia de México. Hasta antes de ese día, nadie nos escuchaba, nadie nos tomaba en cuenta. Hoy nuestra palabra se escucha en todo el mundo. Antes estábamos mudos. Ahora podemos decir nuestra palabra y hemos obligado al poderoso a que nos escuche y vea''.
El paso de la guerra a la paz, el camino al cual se refiere siempre el comandante David, como hoy, que dijo: ``Nuestro trabajo de negociación tiene que ir caminando''.
Tanto David como Marcos dirigieron a los indígenas del cinturón de paz palabras de agradecimiento. ``Es muy importante la presencia de todos ustedes'', dijo el comandante David, ``han venido para acompañarnos y para que estén enterados de cómo va caminando este proceso de diálogo''. Y luego, en el mensaje de la Comandancia General que leyó Marcos y David tradujo al tzotzil en una alocución alterna, se dice: ``Esta es la tierra de los tzotziles, los hombres y mujeres murciélago, los que de noche caminan, los que montaña son. Así como aquel día en que empezó la guerra de liberación, ahora ha tocado un trabajo a los hermanos y hermanas tzotziles. Toca cuidar a nuestros jefes para que no les pase nada malo''.
El regreso de Marcos
Desde que bajó a San Cristóbal de las Casas en febrero de 1994 para el diálogo de la Catedral, el subcomandante Marcos no había vuelto a la que la noche del 31 de diciembre de 1993 fue su posición de ataque.
Miles de indígenas, congregados en pocas horas para recibir al jefe militar zapatista, llenaron con vivas roncos y sobrecogedores la entrada de Marcos a la sede del diálogo de paz. Una valla de hombres y mujeres que salía a la carretera más allá del cuartel del Ejército Mexicano que custodia el acceso a San Andrés, acompañó el convoy donde viajaba Marcos hasta la plaza central, en una multitud que se hizo densa a grandes voces festivas, como relata un camarógrafo que fue inundado por la multitud.
Con rostro adusto, los policías militares del cordón escucharon el retumbar de vivas a Marcos y al EZLN que desbordó la plaza.
Ahora, al mediodía, el gentío mero tzotzil, repinta la plaza de huipiles rojos sobre los hombros de cientos de mujeres de brevísima estatura. A lo mejor es verdad y son los más pequeños, pero pisan la tierra como sólidos monumentos.
Bancas y árboles de la plaza parecen ocupados por miles de pájaros. Unos de cuclillas, las mujeres sentadas con sus niños y su morral de hilo blanco, hablando su lengua, que tiene fama de parecerse al canto de los pájaros (a lovely bird like language ha dicho la cantante de rock Laurie Anderson a propósito de este idioma maya).
Antes del amanecer empezaron a llegar, apenas convocados. Saben aparecer silencioso y rápido, se avienen con las sombras. A la luz del día oyen al subcomandante Marcos y al comandante David revelar:
``Hoy por fin hemos encontrado al dueño de estos señores que amenazaban a nuestros jefes. Mandamos nuestra palabra al señor que manda a estos de la delegación gubernamental y le hemos dicho que tiene que controlarlos si quiere la paz verdadera. El supremo gobierno que está en México es el dueño de la delegación gubernamental''.
También los oyen aventurar: ``Si el dueño de estos señores sabe escuchar y quiere deveras paz, pues entonces sí va a haber acuerdos y pronto podremos llegar a la paz que queremos todos''.
Antes de llegar al largo aplauso y otra vez los vivas, la multitud escucha: ``Vimos que es muy duro y muy difícil el trabajo que tienen nuestros compañeros jefes indígenas porque mucho los presionan por todos lados, por el lado de los enemigos y por el lado de los amigos''. Las referencias a ``ideas que vienen de otras partes y que quieren agarrar la idea zapatista y hacer que la idea zapatista sirva a otra idea'', aunque parecen vagas, se refieren claramente al proceso de los días recientes, a ``celos'' por la presencia del sub en esta etapa con el gobierno federal: ``Nosotros ya cumplimos. Nosotros ya nos vamos. Esas ideas que creen que el diálogo es suyo se quedan''.
En una especie de ``no me ayudes, compadre'', Marcos reitera: ``Nuestros jefes indígenas siguen el camino que les marcaron los pueblos que nos mandan, pero como quiera sufren mucho por estas presiones porque vienen de gentes que se presentan como hermanos''.
La metáfora del camino. Un camino a pie, como es el ritmo vasto del pensamiento del comandante David, con su voz que ahora, en lengua madre, parecen dichas en voz más alta, y fluir naturales, al ``tiempo indígena'' que ya dio mucho de qué hablar. ``Tenemos que seguir volando la noche y caminando la montaña'', dice Marcos a los ``hermanos y hermanas murciélago'', y también: ``No hay todavía una buena tierra para la sangre indígena mexicana. Ahora hay un camino que no es de guerra, un camino que es de palabra. Debemos seguir atentos a lo que pasa para saber si este camino es bueno o hay que hacer otro''.
Termina el mensaje. Vivas a Marcos, David, Tacho, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, las bases de apoyo, las comunidades, México. Por último, el comandante David remata el adiós: ``Queremos invitarlos a que sigamos con esperanza. Con la palabra verdadera todos juntos vamos a avanzar. Nos vemos muy pronto en este pueblo''.
La fila de comandantes zapatistas regresa al edificio del diálogo, tarde media hora en alistar sus equipajes y sale en tres direcciones distintas. En el primer convoy viajan el comandante Tacho y el subcomandante Marcos, que detrás de la ventanilla de la Cruz Roja dice tímidamente adiós con la mano. Ordenados, sonrientes, los indígenas ya no gritan vivas, sólo llaman a Marcos con voz alta y le dicen adiós. Se ve que lo conocen.