El 5 de julio de 1996 el Museo Nacional de Arte se convirtió en sala de partos con el fin de albergar el alumbramiento de ONIX Nuevo Ensamble de México. Su padre: un ámbito musical atrofiado por la abundancia de Beethoven, Chaikovski y similares. Su madre: la necesidad de una actividad seria y constante en el campo de la interpretación y difusión de las partituras contemporáneas. El niño nació saludable, y el parto fue presenciado por numerosos amigos, parientes y curiosos que se aglomeraron en la sala de expulsión; los orgullosos padres informaron que, por desgracia, muchos se quedaron fuera por falta de cupo. Una vez que el niño ONIX hubo emitido sus primeros sonidos públicos, comenzó a circular entre algunos de los asistentes una pregunta más que pertinente: ¿es este ONIX un niño deseado, y ha nacido en un medio que lo quiere, que lo necesita y que lo va a cuidar? La respuesta es un sí condicionado por los antecedentes y por las circunstancias que rodearon a este singular parto. En otros tiempos, el vigoroso nacimiento de grupos mexicanos dedicados por entero a la música contemporánea ha hecho albergar esperanzas que, en varios casos, se han desvanecido al cabo de unos años. Recuerdo como ejemplos importantes de esto a la Compañía Musical de Repertorio Nuevo, a la Orquesta de Percusiones de la UNAM, al Cuarteto Da Capo, al Dúo Castañón-Bañuelos. Cada uno de estos grupos cubrió una etapa importantísima en el quehacer de la música nueva en México, y cada uno dejó un legado importante en cuanto a conciertos, estrenos, festivales, difusión y (salvo la Compañía Musical de Repertorio Nuevo) grabaciones. Sin embargo, todos estos ensambles desaparecieron prematuramente bajo el peso de los cambios de personal, la inercia burocrática, la falta de apoyo, la grilla del medio musical. Al paso del tiempo, han nacido otros grupos espléndidos, como Tambuco y el Trío Neos, dedicados por entero al repertorio nuevo, y se han solidificado otros como La Camerata, el Quinteto de Alientos de la Ciudad de México, el Cuarteto Latinoamericano, que dedican una porción sustancial de su trabajo a la música de hoy. Es decir que, aparentemente, el panorama no es tan terrible como lo pintan algunos escépticos. Y sin embargo, considerando el atraso proverbial de nuestro medio musical respecto a los centros culturales importantes del mundo, y las políticas retrógradas de programación de la mayoría de nuestras instituciones musicales, y la necesidad imperiosa de tocar y escuchar la música de nuestro tiempo, y la importancia de crear, cultivar y retener públicos para la música nueva, el surgimiento de un grupo como ONIX Nuevo Ensamble de México es una noticia bienvenida.
En su declaración de principios, ONIX manifiesta la intención de ser un grupo estable dedicado por entero a la creación musical contemporánea, enfatizando su vocación de dedicar la mayor parte de sus esfuerzos a la ejecución de partituras de compositores vivos, y con especial atención a las obras mexicanas. A esta línea primordial de conducta se añaden algunos elementos ciertamente atractivos: ONIX hará encargos, ofrecerá cursos para compositores e intérpretes, pondrá atención a los elementos escénicos y la teatralidad en la música de hoy, trabajará en contacto con artistas de otras áreas para lograr una trama interdisciplinaria que enriquezca su propio trabajo. Es decir, ONIX se propone mucho más que dar conciertos de música nueva. El pronto cumplimiento de estos objetivos será una buena medida para calibrar las posibilidades de supervivencia de este Nuevo Ensamble de México. Un Quinteto de Leonardo Coral, sobrio y ascético, expresivamente contenido y tendiente a la intelectualización de los procesos formales. La ya clásica Vox Balaenae de George Crumb, obra llena de momentos poéticos y con elementos teatrales típicos de su pensamiento creativo. Las Variaciones de Michael Colgrass para viola y cuatro tambores, interesante como ejercicio de análisis conceptual, pero básicamente áspera para el oído y excesiva en el desarrollo de sus ideas. El sabroso, extrovertido e inteligente Son a Tamayo de Arturo Márquez, con su juguetón intercambio de picardías sonoras entre arpa, percusiones y electrónica. Shadows, de Richard Felciano, pieza de búsqueda y hallazgo de atractivas connotaciones colorísticas y de un desarrollo que depende mucho de la intuición de los ejecutantes.
Esta fue, en síntesis, la oferta musical de ONIX la noche de su alumbramiento, a lo largo de la cual fue posible apreciar seriedad en la preparación y la presentación de la música, y una singular concentración en la ejecución del repertorio elegido. Y si bien es cierto que ONIX como ensamble mostró un buen nivel interpretativo, también es cierto que, si bien algunos de sus miembros tienen una larga trayectoria en la música nueva y un gran aplomo en estos asuntos, a otros les falta el fogueo indispensable para acercarse con mayor seguridad y convicción a estos materiales sonoros contemporáneos.
En síntesis, sí hace falta en nuestro medio un grupo como ONIX Nuevo Ensamble de México, y el parto ocurrió bajo buenos augurios. Ojalá que el infante alcance una edad respetable y que logre pronto las metas planteadas en su fe de bautismo. Habrá que vigilarlo... y escucharlo.