Jean Meyer
El mal menor

Durante meses, los demócratas rusos, tan numerosos como los comunistas, pero divididos a morir, se pelearon sobre el tema del mal menor planteado así: unos decían, como Gaidar, ``el Partido Comunista es un mal muy serio; Yeltsin por malo que sea, es un mal menor''. Otros respondían: ``el PC es el gran Satán, pero votar Yeltsin es beber un vaso de sangre; su teoría del mal menor es un chantaje inadmisible''. Así de Serguei Kovaliov y de Elena Bonner, valientes denunciantes de la guerra en Chechenia, que llamaron a votar Yavlinsky.

La tesis del mal menor se vendió mal entre los demócratas radicales, que si bien denunciaron en Zyuganov el peligro del nacional-bolchevismo, denunciaron en Yeltsin una autocracia criminal y corrupta, cuya existencia preparaba el regreso de los comunistas al poder.

Quién aceptó la tesis? Los profesionales de los medios de comunicación, incluso el canal de televisión independiente, especializado en la crítica de Yeltsin, y los mejores periódicos también independientes y críticos. Porque ellos no han olvidado la situación de los medios de comunicación hasta 1988. Teniendo también su memoria de los agravios sufridos en tiempos soviéticos, los pueblos no rusos, los famosos inorodtsi (los otros), decidieron votar Yeltsin: tártaros, bashkir, kalmuk... En los Estados independientes, miembros de la CEI, se manifestó también el deseo de que no volviera el PC al poder. Para los demócratas de Bielorusia, perseguidos, encarcelados, exiliados por el tirano Lukashenko, una victoria comunista sería el acabose.

El rechazo del ``mal menor'' por parte de los intelectuales es interesante. Según ellos el ``mal menor'' no existe, es una ilusión filosófica, táctica, estratégica. Curiosamente, en Alemania, en 1930-1933, hubo un debate furioso sobre ese tema. Según los socialistas, era un mal menor aliarse con los católicos o con los nacionalistas decentes para cerrarle el paso a Hitler. Para los comunistas, ni la alianza con los socialistas era pensable. La socialdemocracia no era un mal menor que el nazismo; el ``mal menor'' era una ``concepción trotskista, desviacionista, contrarrevolucionaria'' como la misma social-democracia, calificada de ``social-fascista''. Preferían una amputación de las dos piernas, a poder conservar una, o a caminar con las muletas de una República coja. La fe es asombrosa, permite desplazar cerros, pero también confundir a un demócrata con un nazi y a un caballo con un arenque.

En la indignación de gente tan admirable como Elena Bonner hay un sentido moral, rayando en el puritanismo, que termina siendo antidemocrático. En última instancia prefieren la llegada al poder de Zyuganov que la permanencia de Yeltsin. La política es sucia, qué duda cabe. Ellos reprocharon muchas veces, entre 1991 y 1993, a Yeltsin no haber disuelto el Soviet Supremo; cuando lo hizo, demasiado tarde, cañoneando la Casa Blanca, ellos aplaudieron. Les gusta lo espectacular, breve, milagroso. No les gusta el lento, interminable ``taladrar unas tablas muy duras'' que es la política, según Max Weber.

Adam Mishnik, héroe de Solidarnosc, analizó muy bien esa tendencia entre los viejos luchadores de los años 70-80 contra la dictadura comunista en Polonia; ellos también se decepcionaron mucho con la vida política en democracia. No se trata de hacer la apología de las ``manos sucias'' y de la necesidad del trabajo invisible en el ``drenaje profundo''; no se trata de ir tan lejos como Montaigne, quien no dudó en decir: ``el bien público requiere traición y mentira''. Sí, Montaigne, en las primeras páginas de sus Ensayos: ``De la misma manera, en toda política hay oficios necesarios, no solamente abyectos, sino viciosos (...) Hay que dejar jugar ese partido a los ciudadanos vigorosos y menos temerosos, que sacrifican su honor y su conciencia como aquellos antiguos que sacrificaron su vida por la salvación de su país; nosotros, más débiles, tomamos papeles más cómodos y menos azarosos''. Duro no?Duro como el general Alexander Lebed. Qué hacer? preguntó Lenin. Y contestó. Qué hacer? preguntó en eco Vladimir Rozanov, y contestó: ``en verano juntar bellotas y hacer mermeladas; en invierno degustarlas, tomando té''.