Se veía venir. Era sólo cuestión de cuándo y cómo. Ante la desaparición del enemigo comunista, Estados Unidos (EU) y todo su aparato policiaco-militar que sigue siendo grande y decisivo quedan urgidos de un nuevo enemigo. Uno que justifique la preservación y aun expansión de dicho aparato, lo mismo que de la (sub)cultura del mesianismo.
El narcotráfico parece haber ganado ya el pedestal del nuevo gran enemigo. Por muchas razones que aquí no podemos analizar, para EU se trata de una elección muy perspicaz. Para México, sin embargo, entraña una pésima noticia. Como se establece en un informe del Departamento de Estado norteamericano, divulgado por José Reveles, hoy por hoy, ``ningún país representa para Estados Unidos una amenaza más inmediata que México por lo que hace al comercio ilegal de narcóticos'' (El Financiero 11/VII/96). Imposible no advertir esta paradoja, e indicador singular de una relación torcida: después de encumbrado como socio, vía TLC, ahora México se perfila como el enemigo principal de EU.
Como sea, la lucha contra el narcotráfico tiene un enorme potencial para resolver tramposamente, a favor de las potencias, el dilema globalización/soberanía; dilema clave de nuestro tiempo. Nadie duda ya de que, por ser un problema en verdad mundial, el narcotráfico debe atacarse de manera global. Significa eso olvidarse de las soberanías nacionales?Unos responden sí; otros responden no. Y para mayor complicación del asunto, entre estos últimos se incluye créalo usted o no al mismísimo gobierno de EU, tan proclive a atropellar la soberanía de otros. Vale reproducir el último botón de muestra, máxime que entraña una noticia ahora excelente para nuestro país: en materia de lucha contra el narcotráfico, ``a México se le va a tratar con deferencia y respeto, y ésa es una responsabilidad especial que tenemos, porque estamos de acuerdo en que para enfrentar este problema se tendrá que respetar las leyes, las instituciones y la soberanía de cada país'' (Reforma 12/VII/96). Eso lo dijo el máximo responsable de EU en la lucha antidrogas, Barry McCaffrey, en el marco de la reciente reunión de autoridades estadunidenses y mexicanas en Ciudad Juárez.
En lo personal, preferimos una posición menos tajante pero veraz, no retórica. Creemos que el carácter global de la lucha antidrogas no implica olvidarse de la soberanía, pero sí, actualizarla. Muchas de las decisiones que exige una lucha eficaz contra el narcotráfico ya no son ni exclusiva, ni estrictamente nacionales. Más bien son decisiones multinacionales, como la de cooperar a través de las fronteras para descubrir las rutas de los narcotraficantes. O, inclusive, son decisiones supranacionales, como las que deberían tomar organizaciones tipo ONU para evaluar avances y obstáculos en la lucha de todas las naciones contra las drogas (en vez de que el vacío siga aprovechándolo EU para emitir certificaciones unilaterales).
Al mismo tiempo, en la lucha contra el narcotráfico hay decisiones que por tocar las fibras más íntimas de cada nación las fibras de su seguridad nacional, bien entendida deben permanecer dentro del ámbito de la soberanía nacional. Es el caso de todo lo atinente a la militarización de la lucha antidrogas; error que EU puede seguir cometiendo, si así lo desea. Pero que no debe imponer a otros, como ocurre hoy con México.
Entonces, la primera gran tarea consistiría en detallar, con el consenso de las naciones, uno y otro tipo de decisiones: las globales (multinacionales o supranacionales), y las soberanas. La segunda gran tarea radicaría en garantizar que los principios de la democracia, y no el abuso de poder, sean los que normen las decisiones globales.
Qué bueno que el gobierno de EU prometa respetar la soberanía de México al luchar contra el narcotráfico, y que el gobierno mexicano siga asegurando que así será. Ahora sólo falta lo principal: que, en los hechos, así sea.
Mientras sigan traslapándose decisiones globales y soberanas; mientras aquéllas sigan nutriéndose de la antidemocracia y estas últimas del intervencionismo, la lucha mexicano-estadunidense contra el narcotráfico no será eficaz. Más bien será fuente de crecientes conflictos, que los propios narcotraficantes sabrán capitalizar.