Continúan los patrullajes militares en Guerrero e Hidalgo, aunque con mayor discreción
Maribel Gutiérrez, corresponsal, Tepetixtla, Gro., 11 de julio Los campesinos que viven en las comunidades de lo alto de la sierra de Coyuca de Benítez no pueden acudir a sus parcelas con libertad. La entrada de Tepetixtla, las calles, el centro, los caminos, el monte, las huertas de café, las milpas y las orillas del río están ocupados por el Ejército. Entre la vegetación se ven soldados de los agrupamientos militares que desde el 29 de junio buscan al grupo armado que un día antes apareció en el vado de Aguas Blancas.
Constantemente helicópteros del Ejército y de la Marina Armada sobrevuelan la zona a baja altura, y en el centro de Tepetixtla, a un lado del kiosco, se estaciona durante el día un vehículo militar Hummer artillado, mientras tres más y decenas de jeeps y camiones se mueven por la entrada a esta comunidad, la más poblada de la sierra guerrerense.
Un soldado revisa al enviado de La
Jornada a
Huautla, Hidalgo, en uno de los retenes militares
instalados en la zona. Foto: Ernesto Ramírez
A menos de un kilómetro de distancia se encuentra un retén en el que ningún campesino que entra o sale se escapa de una revisión minuciosa.
Entre los militares que buscan guerrilleros en Tepetixtla hay quienes manejan la idea de que en esta región sí hay hombres armados que pertenecen al Ejército Popular Revolucionario (EPR). ``Son los mismos de la Organización Campesina de la Sierra del Sur, la gente lo dice'', afirman.
Los pobladores han visto en las últimas dos semanas el mayor despliegue militar después de la persecución de la guerrilla de Lucio Cabañas hace más de 20 años.
``Hay gente que dice que sí ha visto a los armados'', afirma un militar. Explica que hay personal del Ejército dedicado a investigar en el área. Preguntan a los campesinos si han visto a los infractores, a los armados que aparecieron en Aguas Blancas, o si han oído hablar de ellos.
La gente dice que sí existen. Cuando les preguntamos nos responden: pues sí, por aquí pasaron unos armados. Y nos dicen que están atemorizados, porque aquéllos se dedican a espantar o a robar, sobre todo en las comunidades pequeñas de unas cuantas casas cercanas a Tepetixtla.
En el centro de la población cuatro efectivos militares en un vehículo Hummer de exploración y reconocimiento, equipado con una ametralladora HK-21, se estacionan seis veces al día en una esquina de la plaza cívica. Las tropas se encuentran en una franja de unos 50 kilómetros de largo, desde Aguas Blancas, donde comienza la sierra, hasta el Filo Mayor.
El comandante de la novena Región Militar, general de brigada Edmundo Elpidio Leyva Galindo, se ha negado a informar sobre el número de efectivos militares que buscan en Guerrero al EPR. El 8 de julio 250 efectivos que estaban en Tepetixtla desde el 30 de junio en un programa de labor social se trasladaron a Aguas Blancas en la parte baja de la sierra.
En una semana el agrupamiento reconstruyó escuelas en Tepetixtla, atendió en consultas médicas a cerca de 8 mil enfermos, practicó 18 intervenciones quirúrgicas, repartió cerca de 12 mil medicinas, vacunó perros e hizo cortes de pelo. El jefe del agrupamiento, interrogado acerca de la presencia del grupo armado, dijo que ``no se ha observado nada''.
El segundo punto donde hay tropas estacionadas es el vado de Aguas Blancas, donde existe un campamento con más de 200 efectivos equipados con tres vehículos de reconocimiento Hummer artillados y camiones para el transporte del personal militar armado con fusiles G-3.
Pero el lugar está despoblado, así como las cimas de los cerros que rodean el vado donde el 28 de junio de 1995 fueron asesinados 17 miembros de la Organización Campesina de la Sierra del Sur y un año después se presentó el EPR.
A partir de este punto, situado a unos 12 kilómetros de la carretera federal México-Acapulco, y en toda la parte media y alta, es constante el sobrevuelo de helicópteros de reconocimiento.
Con recorridos a baja altura de al menos tres helicópteros de la Marina y tres del Ejército no hay espacio abierto en la sierra de este municipio que pueda estar fuera del control de las fuerzas armadas.
Antes de llegar a Tepetixtla hay otro campamento militar. Desde allí salen los agrupamientos al campo para hacer recorridos en busca de ``los armados'' del EPR. En este lugar hay unos 200 efectivos del Ejército y algunos de la Marina Armada. A un lado se localiza el retén de revisión que funciona desde el 29 de junio.
Julián Rodríguez Hernández, coordinador del Consejo para el Desarrollo de Tepetixtla, organismo social integrado por miembros del PRI, PRD y otras agrupaciones, dice que ``la gente está inconforme con el retén porque es pérdida de tiempo que te estén deteniendo y revisando'', y relata que a su hermano Candelario lo tuvieron como una hora cuando se dirigía a llevar el bastimento a los otros miembros de la familia que estaban trabajando en el campo.
``No sabemos qué pasa, hay cosas que no entendemos''. Relata que este lunes los soldados en el retén detuvieron a las personas que llevaban camisas o alguna ropa de color verde militar, se las quitaron y los obligaron a regresar a su casa.
Igual que los militares, asegura que desde hace algunos meses se han visto en el monte grupos de gente armada: ``Hace un mes aparecieron grupitos de cinco o seis, peluqueados como militares; y antes, hace unos tres meses, algunos campesinos vieron grupos de 15 o 20, que pueden ser secuestradores o guerrilleros.''
El año pasado, después de la matanza de Aguas Blancas, de los asesinatos de dos dirigentes de la OCSS en Tepetixtla el 15 de julio y de las amenazas de muerte y órdenes de aprehensión contra miembros de esa organización, muchos de ellos tuvieron que emigrar. La población de Tepetixtla estaba habituada a ver el local de la OCSS lleno y con asambleas frecuentes
Alonso Urrutia, enviado, Huautla, Hgo., 11 de julio
Con el Ejército Mexicano vigilante en poblados y comunidades
que organizan asambleas de denuncia, los líderes del Frente
Democrático Oriental Emiliano Zapata (Fedomez) virtualmente huyen de
lo que denominan la posible ``represión de los ejércitos''.
Nadie da razón de ellos. Y es que hay una hisotoria de persecución que avala el recelo y la evasión. Hay cautela ante la presencia castrense que, por cierto, hoy amaneció más discreta pero sin reducir el personal en una aparente respuesta a la movilización del Fedomez realizada a la cabecera municipal, cuyo plantón se levantó esta madrugada.
Entre las comunidades que domina el Fedomez hay una discreción casi disciplinaria de no hablar de dirigentes, pero se sabe que los militares han preguntado con insistencia por algunos, y eso alienta la desconfianza.
Sol candente en el mediodía huasteco. En el poblado del lindero tiene lugar una asamblea comunal. El asunto es la presencia militar y los desperfectos que ya empieza a tener en la economía comunal.
La milpa y el ganado están abandonados desde que llegó el Ejército. Como los agarraron en el campo, no hay quien se anime a salir del poblado. Pero a la autoridad ejidal ya la tienen quieta. Dan sus razones que resumen el efecto de la desatención a la siembra y al ganado. El potrero comunal, por ejemplo, desde entonces está ocupado por los militares.
Desde la abrupta irrupción del ejército no hay, dicen, ni quien ordeñe las vacas; el único tractor de la comunidad lo abandonaron descompuesto entre las tierras del ejido.
``No halla uno qué hacer con los soldados aquí'', lanzan voces los ejidatarios. Es el comienzo de un desahogo colectivo. Todos repiten casi lo mismo, pero no lo quieren decir.
La asamblea es un acontecimiento en esta comunidad. Llegan de los caceríos cercanos. Hombres y mujeres, casi como peregrinación, llegan al lugar.
La situación lo amerita pues mañana el Ejército Mexicano cumplirá una semana en su comunidad. ``Usted cree que sea justo?'', reclama una mujer con su cría al pecho. En lo que se congregan, algunos hombres del pueblo anticipan sus denuncias en la charla: ``Fue el alcalde el que nos echó a los ejércitos'', dice un ejidatario. Tercia el comisariado ejidal, Angel Ontiveros, un flaco pero correoso campesino que abre la descarga contra Isidoro Vites, edil de Huahutla.
``Días antes de que el Ejército llegará al pueblo, dio aviso al gobernador que por aquí andaban unos 350 hombres armados. Imagínese, éso es todo un ejército; aquí la gente sólo tiene machete y azadón. Luego nos mandaron llamar a Huautla. Nos regalaron despensas. Hubo frijol, arroz, azúcar y pan para toda la comunidad, pero sólo fue para mantenernos tranquilos porque dos días después llegó el Ejército. Primero nos da de comer y luego nos manda a los verdes. Eso no se vale, oiga, eso no se hace''.
No bien termina la autoridad ejidal de abrir brecha a la denuncia, cuando casi en masa saltan voces por doquier, con la misma queja pero en su personal interpretación. Los testimonios se reciclan.
Una semana después el problema para la comunidad ya no sólo se reduce al aspecto militar, a lo que dicen es un hostigamiento constante tan solo por la pura vigilancia en que los tienen, sino que ya se torna en un problema económico.
``Es temporada de cosecha'', resume un campesino que se reivindica como de base en la comunidad, pero es uno de los más insistentes en los reclamos.
Ya en el conglomerado de la asamblea, las mujeres son más duras. Gloria Hernández lanza una larga retahila de quejas de todos los trastornos que les ocasiona la presencia militar. Dice que sus ``maridos'' no pueden ya salir a trabajar, y arremete contra el edil, de quien dice que sólo hace visitas a la comunidad con fines exclusivamente electorals. ``Tenemos ocho días con los militares encima... y nada que se aparece por aquí''.
Por lo pronto, el plantón de ayercoinciden por lo menos sirvió para que los soldados se salgan del pueblo, aunque sólo sea para que estén a la entrada de la comunidad.
Kilómetros adelante la comunidad 14 de Mayo también recrimina la situación. El nombre del pueblo se lo deben a la conmemoración de una matanza de campesinos realizada en la Huasteca, hace ya casi 20 años. La gente del lugar señala que la presión militar ya no es tan sofocante como en los primeros días, pero ni eso los mantiene tranquilos. De inmediato se apresuran a señalar que los soldados están entre las milpas, a no más de 500 metros afuera del pueblo. Casi junto al río El Calabozo, decenas de soldados y vehículos militares aguardan camuflados. Vienen desde Poza Rica, de la Séptima Zona Militar.Camino al río no hay paso, ``es un campamento militar'', responde el responsable del mismo para justificar su prohibición.
El Ixtle es el poblado más recóndito de la Huasteca hidalguense. Junto con el lindero, una de las dos comunidades donde se dio cuenta de la existencia del armamento es a donde llegó el mayor número de militares. Poco a poco esta localidad parece irse acostumbrando a la presencia del Ejército Mexicano. Por lo pronto, todo indica que éste tiene pensado estacionarse en las comunidades de Huautla.