José Cueli
La omnipotencia presidencial

Víctor Flores Olea (Teatro) y Miguel Alemán Velasco (ensayo literario) se adentran en los intrincados laberintos de la omnipotencia de los presidentes mexicanos, es decir, de la omnipotencia del ser humano cuando consigue el poder y su corolario: la melancolía.

Ya platón se había referido a que no se puede mirar el sol de frente; sólo se miran sus reflejos en el agua. Porque, quién puede mirar mucho tiempo el sol de frente? No están hechos los ojos de todos los hombres más o menos del mismo y frágil retículo de sangre? Esto equivale a decir que la política, nuestra política, es un afrontamiento del cual no se puede dispensar al político, en especial a los jefes de Estado. El jefe de Estado que no quiera ser reconocido por su pueblo acabará pagando la factura, como sucedió a Carlos Salinas.

Carlos Salinas se ha visto interpelado en cuanto hombre. Lo ha interpelado el pueblo en su gestión y fuera de ella. Fue acechado, se le espera a la vuelta de la esquina, es parte, una parte, del pueblo mismo proyectado en su persona.

Si como pueblo le pedimos a Carlos Salinas que fuera mejor que los demás, caímos como siempre en una idealización. Pero al menos se le pudo pedir que no fuera peor que los demás. Lo que se debe a la plena conciencia que ante todo es hombre, con su perfil psicológico, sus carencias y virtudes y por lo mismo inclinado a todas las debilidades humanas.

Tal vez se pueda decir que en esto hay algo esencial al hombre. Ser acechado por el destino, confrontado insistentemente, ante su imposible y exigente libertad y ante sí mismo, en la necesidad de realizarse más allá de los clichés que lo encierran. Su naturaleza consiste en no dejarse encerrar. Su naturaleza consiste en superar su naturaleza.

Pero qué jefe de Estado se podría atrever con honestidad a exclamar: ¡He intentado llegar más allá de mi alcance! Enfrentado consigo mismo, rápidamente Salinas quiso disfrazar las cosas y el pueblo se burló de él --chismes, chistes, cartones, máscaras, artículos, rumores-- e intentó enmascararse Le dio vergüenza frente a la omnipotencia que supone el poder, ser simplemente hombre con su grado de debilidades que hay que soportar continuamente? Le dio verguenza ser hombre ante un pueblo que acechaba su vergüenza?

Le dio vergüenza desnudarse de la omnipotencia y ser sólo hombre delante de un pueblo que continuamente lo hizo correr el riesgo de equivocarse y verse reducido a su condición original? Estos dos peligros conjugados se cristalizaron en un miedo a su propia humanidad o en un sistema organizado y pueril de defensa contra ese miedo.

En qué consiste el homus politicus? En el descubrimiento de una humanidad idéntica entre el ciudadano común y el jefe del Estado. Lo contrario es el jefe del Estado a la mexicana empeñado frenéticamente en preservar su intocabilidad frente al pueblo como lo describe Miguel Alemán Velasco en su libro y lo dramatiza en teatro Víctor Flores Olea. Preservarlo frente a sus ministros para terminar por adoptar unas actitudes tan tirantes que todo el mundo capta. Estereotipos que son el resultado de un miedo fundamental que paraliza la espontaneidad y frena de antemano la relación con el pueblo.

Este rechazo bajo todas las formas técnicas, sociales, institucionales, es resultado de esa desconfianza que se refleja y se desdobla en el miedo, de dar la impresión que intenta cubrirse bajo la máscara de intocabilidad.

Porque, se puede mirar el sol de frente, por mucho tiempo?