Empecemos preguntando: Por qué una nueva fuerza política? Acaso no están ya los partidos? Para qué otra organización?Es necesaria una nueva fuerza que levante un nuevo proyecto de Nación. Frente al Estado-Nación homogéneo, la Nación plural, constituida por la unión de pueblos, culturas diversas; junto al derecho a la igualdad de todos los ciudadanos, el respeto a sus diferencias; contra el individualismo imperante, los valores comunitarios; frente al poder vertical centralizado, el de las comunidades y asociaciones, el del pueblo real y no sólo supuestamente representado. Un nuevo proyecto de Nación sería el fin que orientaría el nuevo movimiento político.
El movimiento zapatista ha dicho la Cuarta Declaración no busca el poder para sí. Esa proposición parece una contradicción. La esencia de la política no es acaso el poder? Cómo concebir una organización política que no lo pretenda? La aparente contradicción sólo se resuelve si aclaramos lo que entendemos por ``poder''.
Poder político, en la definición de Max Weber, es la capacidad real de imponer la propia voluntad sobre los demás. La política es la lucha por estar en posición de ejercer esa capacidad. Pero, además de la búsqueda del poder, la política es también el intento de realizar el valor, es decir, el bien común. Entre el poder y el valor se mueve la acción política. Su relación es paradójica, porque la persecución del poder para sí mismo es incompatible con el bien común. El poder corrompe a quien lo sustenta. La búsqueda del valor implica la crítica y disrupción del poder existente, para afirmar ``lo otro'' del poder. Cuando el impugnador del sistema de poder adquiere la capacidad de imponer su voluntad a los demás, toma el lugar del antiguo dominador y se corrompe a su vez. Entonces, cómo resolver la oposición entre poder y valor?La respuesta está creo yo en tres principios generales que han sido formulados en el discurso zapatista.
De esos principios se siguen las características que habrá de tener el movimiento.
El primero es ``Para todos, todo; nada para nosotros''. Hay otra idea del poder: ya no la capacidad de imponer la propia voluntad a los demás, sino la fuerza inherente al servicio a los demás, el poder de la renuncia de sí para alcanzar el bien de todos. En esta concepción, el poder no se busca por sí mismo, es sólo un medio para realizar el valor. Sólo ese poder no corrompe. Cuando los zapatistas declaran no buscar el poder para ellos, significa creo yo que sólo aceptan el poder que niega su capacidad de dominio sobre los demás, para afirmar el bien común.
Cómo se traduciría ese principio en la práctica de una organización política? ``Todo para todos...'', es decir, no luchar en beneficio de ningún grupo particular, menos aún de ningún líder. No será entonces un partido con intereses particulares, no representará exclusivamente a una clase social o a un sector de la sociedad. Será lo contrario de una secta: un movimiento que haga suyas las reivindicaciones justas de todos los grupos de la sociedad, aplastados por el poder existente.
''...Nada para nosotros'', es decir: la nueva organización no estará formada por personas que aspiren a obtener para ellas el poder o estén seducidas por la vanidad de ser vistos, sino por hombres y mujeres capaces de servir sin vanidad.
``Mandar obedeciendo'': Quien manda obedeciendo no reemplaza a quienes le otorgaron el mando, es sólo su delegado. Su poder no es propio sino derivado; no consiste, por lo tanto, en la capacidad de imponer su propia voluntad, sino en buscar realizar una voluntad ajena: la de quienes lo han delegado. No es el decididor, sino quien presta su voz a quienes sirve. Quien manda obedeciendo no posee el poder, es un instrumento del poder, por su medio habla éste.
Toda fuerza política incluye un grupo de hombres y mujeres responsables de la organización y dirección del movimiento. Necesita de cuadros dirigentes. Pero si se atienen al principio de mandar obedeciendo, no constituirán nunca un grupo, una facción o una élite dentro del movimiento. A su vez, el movimiento nunca pretenderá ser la ``vanguardia'' de la sociedad o de las clases desposeídas, nunca será una secta ni un partido. No hay vanguardia de los desheredados, no hay partido único de los trabajadores, hay sólo voces y brazos que se ponen a su servicio.
Quien manda obedeciendo tampoco puede imponer su concepción política a los demás, pretender que sólo él posee la verdad. En la nueva organización política nadie impone una ideología, porque no es detentadora de ninguna ``ciencia'' de la política o de la historia, ni siquiera de la estrategia correcta. Se acabaron los dogmatismos, terminaron las exclusiones ideológicas que siempre destruyeron a las izquierdas. Si no hay vanguardias, tampoco hay quien imponga a los demás una ideología.
Justo por eso, el nuevo movimiento no puede ser un partido político, sino una organización de nuevo cuño, destinada a recabar las demandas de los distintos sectores populares, unificarlos en un programa común y orientar las acciones colectivas para cumplirlas. Su programa no respondería a una concepción ideológica previa; estaría dirigido por los fines y principios generales que he mencionado. El programa ser irá configurando en las acciones concretas, con los objetivos de los grupos populares que no sean excluyentes de los demás.
La base del movimiento estaría, por lo tanto, en la sociedad civil, entendida como todos aquellos grupos, comunidades, organizaciones que se configuran con independencia del poder del Estado y tienen reivindicaciones propias ante él. La base del movimiento sería, ante todo, las organizaciones de los pueblos indígenas. El movimiento podría ser el aglutinante de todas las fuerzas organizadas de los distintos pueblos indios del país, debería ponerse al servicio de la confederación de organizaciones indígenas y campesinas próxima a configurarse. Pero no puede confundirse con el movimiento indígena. Su tarea sería poner a éste en comunicación con los otros movimientos que agitan a la sociedad, coordinar acciones comunes entre ellos.
El nuevo movimiento debería recoger y unificar los objetivos no excluyentes de todas las fuerzas de la sociedad organizada. Debería ser una fuerza aglutinante de todas ellas, un movimiento que no refleje la imposición de ningún grupo o partido, sino una unidad en la multiplicidad, un impulso constante para la coordinación permanente de todos los esfuerzos de acción de la sociedad real.
Para poder ser una fuerza aglutinante, el movimiento debería tener ciertas características. Aquí mencionaré el tercero de los principios directivos formulados por los zapatistas: el de la ``comunidad''.
Cómo es posible mandar sin querer nada para sí? Cómo es posible ser voz de los otros sin imponer la propia? Sólo con un espíritu nuevo, que constituye la sabiduría de los pueblos indígenas.
Frente al individualismo de las sociedades occidentales, los indígenas han conservado un sentido profundo de la comunidad. La vida sólo adquiere sentido cuando rebasamos el círculo estrecho de nuestro yo y comprendemos que formamos parte de una totalidad que nos abarca. La vida deja de ser acumulación y poder personal, para convertirse en servicio, un testimonio, para realizarse a sí mismo. En la comunidad el individuo comparte lo suyo, une su voz a la del otro; en la comunidad, el pensamiento es diálogo, la acción, solidaridad. Nuestro país ha perdido ese sentido de comunidad. Esa es una invaluable aportación de los pueblos indios a la Nación.
Así, el nuevo movimiento no debería tener por base ciudadanos aislados, que sólo manifiestan su voluntad al introducir, de tiempo en tiempo, una papeleta en una urna. No puede ser sólo un organismo electoral. Su base no puede ser tampoco la mesa uniforme, sin rostro. Debe residir en comunidades concretas, que se abren paso en todos los ámbitos de la sociedad: pueblos, comunidades campesinas, barrios, gremios, asociaciones. Su tarea sería mantener el sentido de comunidad y ayudar a construir, con todos ellos, comunidades más amplias, hasta llegar a la Nación.
La vocación del nuevo movimiento no sería sólo la libertad ni sólo la igualdad, sino el más alto de todos los valores civiles: la fraternidad.
* Resumen de la ponencia presentada en el Foro para la Reforma del Estado, San Cristóbal de las Casas, Chiapas.