Mensaje presidencial con dedicatoria al gabinete
A un año, quién resuelve los problemas?
Cuando el presidente Ernesto Zedillo designó como secretario de Gobernación a Emilio Chuayffet Chemor, gobernador del estado de México hasta el 26 de junio de 1995 en sustitución de Esteban Moctezuma Barragán, la toma de posesión del mexiquense se realizó en medio de una ceremonia sin igual en el gobierno zedillista. El Palacio Nacional, sede del poder republicano, abrió sus puertas para escenificar un acto a la vieja usanza.
Entonces se entendió que la llegada de Chuayffet estaba apadrinada por uno de los mayores gestos de amistad y reconocimiento político de Ernesto Zedillo, y se supo que el relevo en Gobernación había sido producto de la impericia del desplazado, que no pudo con la reforma política, el conflicto en Chiapas, la crisis de Tabasco y Guerrero, El Barzón, Ruta 100 y los problemas en Morelos y Nuevo León, entre muchos otros, como las disputas sindicales, empresariales y religiosas.
El contexto es importante porque a poco más de un año de la llegada del ex gobernador mexiquense al Palacio de Cobián los problemas no sólo son los mismos sino que se han incrementado con la aparición del Ejército Popular Revolucionario y la crisis generalizada de credibilidad, salvo el conflicto armado en Chiapas, que en los últimos días parece haber tomado un rumbo positivo: el de una solución pacífica que puede ser sotenida.La historia debe recordarse a propósito del mensaje presidencial del miércoles 10 de julio, cuando Zedillo señaló que los mexicanos ``no queremos vivir en una sociedad dividida por enconos, desunida por reclamos, enemistada por discordias estériles. No queremos vivir en una sociedad marcada por las desavenencias y pugnas de líderes políticos contra líderes políticos, incluso de la misma filiación; de jerarcas religiosos, de dirigentes gremiales, de medios de comunicación''.Los mensajes, efectivamente, fueron múltiples. El propio Presidente configuró una crisis política que alcanza a líderes políticos de todos los partidos incluido el PRI, líderes católicos, sindicales y de medios de comunicación, por la disputa de las televisoras y las escaramuzas con los Salinas.Conviene recordar, y por eso la anécdota de la salida de Moctezuma y la llegada de Chuayffet a Gobernación, que la solución de gran parte de esos problemas corresponde al huésped de Bucareli, como también le tocó a esa dependencia resolver los conflictos derivados del escandaloso financiamiento de la campaña de Roberto Madrazo en Tabasco, del asesinato de 17 campesinos en Aguas Blancas, Guerrero; del ilegal aplastamiento del sindicato de Ruta 100 y de las confrontaciones entre partidos y líderes políticos, empresarios y jerarcas religiosos.Efectivamente, el mensaje presidencial del miércoles fue un llamado a la reconciliación nacional, pero debe interpretarse no sólo desde la óptica de los conflictos políticos que han metido a su gobierno en una mayor crisis política y de credibilidad, sino también desde la perspectiva de quienes tienen como tarea fundamental la solución de esos problemas. En el fondo, el mensaje presidencial busca tranquilizar las agitadas aguas políticas, pero igualmente parece una reprimenda a sus hombres más cercanos.Si hubo necesidad de cambiar a un secretario de Gobernación, que al mismo tiempo era uno de los hombres más cercanos al Presidente, para encontrar solución a los conflictos políticos, a la vuelta de un año el Presidente tiene que intervenir, otra vez como hace más de 365 días, para apaciguar la convulsión política.
Por eso no es descabellado suponer que la llamada de atención presidencial no sólo es un mensaje dirigido a los actores de las confrontaciones, sino a quienes están obligados a darles una salida a éstas. Pero también podría suponerse que la declaración de Ernesto Zedillo alcanza a sus hombres más cercanos, quienes habrían participado en el deporte de las filtraciones y con ello alimentado las disputas que parece reprobar el Ejecutivo federal.
Por lo pronto, nada hay claro respecto a casos como el de Colosio, Ruiz Massieu, Polo Uscanga y los crímenes de ex procuradores. La salida de los conflictos de Guerrero y Tabasco pareció más una burla que una respuesta al reclamo ciudadano de justicia. La reforma electoral continúa en peligro, El Barzón sigue su lucha y, por si fuera poco, no existe claridad sobre el grupo armado que surgió en Guerrero. México, por si había alguna duda, está en su peor crisis de credibilidad en décadas. Quién opera entonces en el gobierno zedillista?