Jean Giraud vive en el pasado; Moebius está fuera de la realidad
Angélica Abelleyra/ I México ha marcado a Jean Giraud, Moebius, en muchos sentidos, pero sobre todo en uno: aquí se afianzó su locura, la locura entendida como el poder de la imaginación.
Cuando era adolescente, en la casa-taller del pintor Mario Falcón en el centro de la ciudad de México, alucinó la línea y los colores y no sólo conoció la mariguana y a la primera mujer en la intimidad, sino que se inmiscuyó en la magia y el misticismo que después consolidaría con la lectura de Carlos Castaneda y su Don Juan. Ese lado mágico que se conjuga en sus historietas de ciencia ficción que lo sitúan como uno de los maestros contemporáneos en el género.
``Cuando dibujo o pinto me pongo a cambiar mi estado de conciencia. Es una lección de Castaneda, de Don Juan'' Foto: Guillermo Sologuren
Luego de tres décadas, Moebius vuelve México. Antes lo hizo de incógnito, cuando no llegaba a los 20 años y se iniciaba en el dibujo; posteriormente retornó como un profesional que se acercó a la tierra norteña mexicana a través de las narraciones de Blueberry y los territorios perdidos durante la guerra de secesión con los estadunidenses. Sólo hasta ahora vuelve con toda la fama y prestigio a cuestas, después de dos años y medio de trámites y una invitación frustrada el pasado diciembre.
Moebius significa infinito. Y como su lenguaje es el de la línea, el autor dibuja en el aire esa conjunción de elipses que denotan lo interminable.
Un retraso de doce horas en su llegada de San Diego vía Houston, marcó el arribo del historietista galo a la defeña capital, a las 10 de la mañana de ayer, en lugar de las 10 de la noche del lunes. Y todo porque el autor de Arzach es distraído en el cambio de horario y el tiempo lo consumió en ``ver mujeres'' y algunas tiendas en vez de tomar el avión que lo trasladaría al país huésped.
De buen humor, aunque cansado por el ajetreo, traemos esta cara del dibujante francés de 58 años que ve en la ciencia ficción ``posibilidades infinitas''.
--Ha dicho que Carlos Castaneda lo ha influenciado. De qué manera?
--Alejandro Jodorowsky fue quien primero lo puso frente a mis ojos. Para mí fue un choque pues fue como si México viniera hacia mí, en lugar de que yo fuera a México. Era conocer la parte de este país que sentí la primera vez de adolescente pero a la cual no me pude acercar. Bueno, la historia de Castaneda es extraña, tal vez no existe, pero es mágica. A través de Castaneda pude desarrollar muchos sentimientos, explicaciones y posibilidades nuevas del mundo. Sobre todo, un concepto del sueño para ensanchar la personalidad y la visión del ser humano.
Y es interesante que esta concepción moderna venga de una cosmovisión antigua. Por ejemplo, en Europa, el pensamiento griego es antiguo y al mismo tiempo moderno. Aquí en México, el pensamiento indígena que parece ancestral y mágico y loco, en realidad es moderno, interesante, que busca la fusión del mundo y una conexión del universo.
--De los surrealistas qué le marcó?
--La escritura automática, porque ese es el proceso que uso con el dibujo: va saliendo de darle confianza a algo en mi interior que sabe, que sabe mejor que la parte racional. Pero lo importante es equilibrar la parte racional con la irracional. Es extraño, cada vez que se hace algo con la parte irracional, inconsciente, se vuelve peligrosa por desconocida. Y cuando lo irracional predomina y sale sin control, te mandan a un sanatorio mental, así que hay que saber equilibrar, controlar y saber cómo se deben hacer las cosas para comunicar.
--La locura es fundamental para usted. La madurez, los años, el oficio cómo han cambiado su lado que gobierna la locura?
--Hay que saber manejar la locura: significa la falta de comunicación total. Dentro de nosotros tenemos una parte que no comunica porque sufre o tiene una voz muy débil o es algo que no es claro a nuestro entendimiento. Son partes oscuras, locas de nosotros mismos, que tenemos en la intimidad. Para el artista está la necesidad de abrir todas esas cajas, esas maletas negras a las cuales hay que buscar la llave.
--Qué le gusta de Jean Giraud y qué no le gusta de Moebius?
--Voy a decir lo que me disgusta de ambos, únicamente. Lo que no me gusta en Moebius es que está completamente afuera de la realidad, de la historia. Es una realidad en segundo grado. Y tampoco me gusta de Jean Giraud que está en una realidad del pasado: Blueberry es la historia de los norteamericanos. En este caso no me gusta el dibujo de cierta manera, porque me corta de la realidad: cuando dibujo estoy dentro de una bola de no sé que, de conceptos donde nadie me puede tocar. Estoy fuera de la vida. Pero al mismo tiempo, el dibujo es mi manera de comunicarme con la realidad.
--Moebius dibuja lo que sueña?
--Nunca. Casi siempre olvido mis sueños. Sólo por la mañana me acuerdo de algunos pero los dejo de inmediato. A veces se trata de sueños con personas que conozco, mis amigos o familiares. Sólo cuando hay un sueño muy importante lo anoto sobre todo los sueños donde puedo volar. Tengo cuatro sueños donde soy capaz de tener alas y son los que recuerdo más que ciertas cosas de la realidad.
``Cuando dibujo o cuando pinto de cierta manera me pongo a cambiar mi estado de conciencia. Es una lección de Castaneda, de Don Juan. Cuando dibujo, mi estado de percepción de la realidad es como una trampa ligera donde estoy soñando de alguna manera. Es como una hipnosis, me hipnotizo con mis propias líneas.
--Necesita de algún estimulante?
--Ninguno (ríe). Es nada más dibujar y dejar las cosas venir. Cuando trato de hacer algo por encargo es más difícil pero siempre hay un momento en que puedo ir adentro. El sueño viene cuando me pongo con una página en blanco y dejo la pluma que vaya sola, y después conmigo, porque estoy aquí. La dejo que vaya sola pero a veces le digo: `Tú haces esto y yo hago otra cosa'. Es la complicidad entre la parte consciente y la inconsciente. Ese es el estado de sueño, extraño pero lleno de placer.
--La ciencia ficción es para usted una manera de trabajo ante la incapacidad de retratar lo real?
--Sí, es una manera de inventar completamente un mundo. No tengo la necesidad de salir para ver cómo se hacen las cosas, cuál es el estado de las imágenes. La imaginación no puede luchar con el jardín increíble de la realidad. La ciencia ficción le da un sabor a la historia, el sabor que viene de los límites sólo de mi imaginación. Y eso a veces se vuelve poesía. El mundo que describo en la ciencia ficción pierde de la realidad pero gana en poesía. Al menos, eso espero.